Renovación o muerte: el dilema de la unidad peronista

Sergio Patrón Costas

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Octubre es una prueba de fuego para el peronismo y para su papel en los tiempos que vienen, porque se va a dilucidar una cuestión fundamental para su presente y su futuro: ¿será posible una renovación de su plataforma partidaria, sus ideas, sus propuestas, o se repetirá la vieja película de siempre, totalmente desgastada por el paso de 70 años, lapso en el cual el mundo y sus ideas han cambiado de manera total?

Si el kirchnerismo retomara la batuta, seguirá siendo fiel a su dogmatismo, queriendo una lista de unidad y que no haya internas, que no haya transparencia ni votación de los afiliados. En síntesis, que haya una obediencia total a lo que digan y hagan Cristina y sus amanuenses.

De darse esta opción, habría que olvidarse de que el peronismo esté en condiciones de renovar su acervo intelectual, con lo cual también sellaría su defunción como fuerza política dominante, algo que ya se atisbó con la derrota en las elecciones y su pérdida de control de la provincia de Buenos Aires. Su único real bastión seguirán siendo los sectores más pobres y marginados del Conurbano, zona del país que el peronismo controló durante décadas, hasta su derrota, en el 2015, de modo que no puede culparse sino a sí mismo por la carencia del más mínimo bienestar de esas poblaciones, algo que no se va a subsanar inaugurando ni uno ni varios metrobuses, por positivo que sea este medio de transporte.

Si ocurre lo contrario y se impone la tesis de que haya listas internas que se presenten a las PASO y se elija de manera democrática a los candidatos que representarán el partido, entonces al peronismo se le abre la oportunidad histórica de una renovación de su pensamiento en todos los órdenes, sin que por ello se ponga en disputa su credo fundacional.

Esta distinción entre credo y políticas es de extraordinaria importancia porque muchos pueden interpretar la renovación como la pretensión de que se cambie ese credo fundacional: soberanía política, independencia económica y justicia social. El problema de la renovación consiste en tener en claro qué caminos seguir para plasmar esos grandes objetivos, que nadie puede discutir, pues son un reflejo del sentir mayoritario del país, y poder traducirlos como una realidad fáctica es una necesidad histórica.

Para eso hay que estudiar a fondo en qué se ha equivocado el peronismo, por qué se han cometido esos errores, qué ideas permitirán superarlos y no recaer en ellos, qué experiencias existen en el mundo. En fin, el peronismo necesita nuevos intelectuales, nuevos profesores, nuevos pensadores, sin renegar de su filosofía política histórica. La renovación real, profunda, va a implicar una enorme tarea de pensamiento, un bucear en la realidad por más que esta deseche las creencias a las que más nos aferramos; hay que mostrar una verdadera reverencia por los hechos, no por los dichos vocingleros.

No acaba aquí el tema de la renovación mental porque esta reclama que aparezcan nuevas figuras políticas, nuevos sindicalistas, nuevos empresarios, porque la gente está saturada de ver siempre los mismos rostros, los mismos gestos, las mismas figuras gastadas, que no inspiran ni confianza, ni empatía, ni entusiasmo. El peronismo debe autodepurarse de aquellos personajes que tanto daño le hacen y que gran parte de la sociedad sencillamente aborrece. La reiteración de las mismas caras sería una prueba contundente de que en el interior profundo del peronismo no hay voluntad política de renovación, sino que sigue imperando una mentalidad de alianzas de señores feudales.

Por ello, si el cristinismo lograse imponer de nuevo su despotismo partidario, se puede llegar a ver una diáspora de cuadros peronistas hacia otras fuerzas políticas, porque el triunfo del cristinismo sería un mal augurio para sus posibilidades electorales. Algo que Cambiemos vería con gran satisfacción, ya que este, en realidad el PRO, viene predicando una polarización del electorado controlado por un peronismo bajo la égida de Cristina como figura emblemática, con los candidatos de Cambiemos queriendo mostrar nuevas caras y nuevas maneras de actuar en el plano público. Aunque esto último todavía es una deuda que el PRO no ha logrado pagar porque también imita formas espurias de hacer política.

El peronismo debe liberarse de toda tutela que le impida emprender una nueva etapa en su evolución histórica, algo que el país necesita, dado el gran volumen de apoyo popular que tiene. La institucionalidad argentina reclama un peronismo orgánico, fuerte, sólido en sus ideas, un peronismo alejado de caudillos, ya que el único real fue su mismo fundador y no ha tenido sucesores genuinos, pero sí muchos falsos que carecieron de los dones que conforman la figura de los conductores destacados.

 

El autor es dirigente justicialista. Abogado.