El cineasta que busca superar el tabú de mostrar la desnudez femenina a partir de cierta edad

“Es insultante aceptar que un hombre sea súper atractivo con 65 años y que la belleza femenina esté únicamente unida al esplendor juvenil”, dijo el cineasta español David Trueba en una reciente entrevista con motivo del estreno de su última película

Siempre es invierno, la nueva película de David Trueba

Estrenada en la 70ª edición de la Semana Internacional del Cine de Valladolid (Seminci), a fines de octubre pasado, la película “Siempre es invierno”, del escritor y director David Trueba, (Goya a Mejor Dirección y Guion Original por “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, 2013), aborda la temática de los amores desparejos en edad.

En realidad los temas son dos: la crisis que sigue a la ruptura amorosa y una relación sexo-sentimental entre un joven y una mujer madura.

El director David Trueba expresa, a través de la película y en sus declaraciones, una clara condena al edadismo femenino, apuntando contra los prejuicios generacionales en materia de amor y estética.

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Normalmente el cine muestra cuerpos perfectos en las escenas eróticas o, si los protagonistas son veteranos, opta por no mostrarlos. Pocas veces se hace excepción en estos temas. Pionera en esto fue la película Buena suerte Leo Grande, protagonizada por Emma Thompson.

La película “Siempre es invierno” está basada en el libro “Blitz” del mismo David Trueba, que explicó, en una entrevista con la revista española Fotogramas, que notó “un cambio entre la persona que escribió el libro y la persona que hizo la película”. Y aclara: “Cuando escribí el libro quizás estaba más pegado al protagonista masculino, que era el narrador. Cuando hice la película me encontré más cerca del personaje femenino”. Hasta por un tema cronológico, dice.

El protagonista, Miguel (encarnado por el actor David Verdaguer), vive una crisis no solo personal sino también profesional. El encuentro con Olga (Isabelle Renauld), y una amistad “con derechos”, como se dice actualmente, lo ayudarán a salir del pozo.

El detalle es la diferencia de edad entre ellos. El mérito de Trueba es, según escribe Carlos Boyero en El País, “hacer creíble y atractiva una relación sexual y sentimental (vete a saber si acaba en un amor duradero) entre un tipo de 36 años y una dama de 63”.

Isabelle Renaud y Víctor Verdaguer en Siempre es invierno

Antonio Bret coincide con esta visión en la crítica de Sensacine: “Uno de los aspectos más interesantes de la película es la relación de una mujer madura con un chico más joven”. El protagonista, dice el comentario, “tendrá la suerte de que una señora mayor y culta, rebosante de estilo, naturalidad, comprensión y clase, que hace demasiado tiempo se despidió de muchas cosas, se sienta seducida durante una noche por un desesperado convenientemente borracho y que esa relación extraña ofrezca algunas señales de no terminar ahí”.

En el sitio Espinof, Randy Meeks escribió: “La película se aleja de cualquier tópico para mostrar su relación con una mujer que le dobla en edad, la fabulosa Isabelle Renaud, que no teme mostrarse desnuda ante una cámara que en tiempos actuales parece habernos convencido de que el cuerpo de los ancianos no puede ser sexy y solo sirve para asustar en películas de terror. ‘Siempre es invierno’ devuelve una delicadeza, una sencillez y una naturalidad tan inéditas como apasionantes, especialmente en la fantástica escena de su primera relación sexual, donde se abordan todos los temas posibles (la inseguridad, la vergüenza, los problemas fisiológicos) con una espontaneidad digna de elogio.

David Verdaguer e Isabelle Renaud en 'Siempre es invierno', de David Trueba (Atresmedia Cine)

Consultado acerca de si con escenas a las que el espectador no está acostumbrado buscaba superar el tabú de mostrar la desnudez femenina a partir de cierta edad, Trueba asegura que el cine “enseña las cosas de una manera y no de otra”. “Por ejemplo Greta Garbo -siguió diciendo en la entrevista con Fotogramas-. A partir de una cierta edad, era mejor desaparecer y apartarse de los focos, que seguir. Se fomentaba mucho que una actriz, cuando entraba en la decadencia física, desaparecía. Más que una censura, es una especie de invisibilización, que al final es la peor forma de censura”,

Aunque la mujer ha conquistado muchos espacios, en opinión del realizador español, “todavía incluso en el campo femenino, en las revistas femeninas o los anuncios destinados a mujeres, hay un rechazo a la vejez”. Y sostiene: “Es insultante aceptar que un hombre sea súper atractivo con 65 años y canas mientras la belleza femenina está únicamente unida al esplendor juvenil, cosa que en el hombre no pasa. Ese contraste es insultante”.

Amaia Salamanca y David Verdaguer en 'Siempre es invierno', de David Trueba

Allí radica, en su opinión, la explicación de por qué incomodan las escenas íntimas con protagonistas veteranas. “Cuando rodábamos esas escenas había un silencio por parte del equipo y de todos. Lo hablaba mucho con David (Verdaguer) y me decía: “Es curioso porque estamos haciendo una película sobre esta incomodidad y estamos viendo que realmente la genera uno’”.

En una entrevista con Infobae España, Trueba reconocía que buscaba que el espectador mismo revisara su actitud. “Es decir -aclaraba-, su opinión ante una mujer mayor, cuyo cuerpo no esperamos ver, ni saber de su estado de ánimo, no queremos sentir que aún tiene vida por delante, queremos dejarla como en un cajón, es como el sexo de nuestros padres. Sí, sabemos que lo han hecho porque estamos aquí, pero preferimos no saberlo. (...) Nos da un cierto pudor. Y entonces, la película dice: esto es así, este cuerpo es así y esta reacción posterior es así y esta negación de ti mismo es así”.

Y agrega: “La gente sigue siendo intolerante con la figura de la mujer, que, cuando pasa de los 45 años desaparece del radar y, si no lo hace, se le tacha de comportamiento vergonzoso”.

David Verdaguer y David Trueba en una anterior colaboración, "Saben aquell" (Warner Bros.)

Hasta ahí, no podemos sino darle la razón. Pero luego el cineasta incurría en el mismo sesgo del feminismo extremo al afirmar: “En las mujeres hay más ocultación. El mero hecho de la menopausia hasta el momento era algo de lo que no se hablaba. Si los hombres tuvieran la menstruación, habría cinco días de libre disposición cada mes en todas las oficinas”. Luego agregaba: “El mundo está totalmente diseñado por hombres. Supongo que irá cambiando, pero va a llevar tiempo. Y la narrativa también”.

En primer lugar, se puede asegurar que la misma reticencia a hablar de la menopausia existe respecto a los cambios, quizás más graduales, que experimenta el varón en esa edad o un poquito más tarde. Ni hablar de los problemas de próstata y sus consecuencias funcionales, otro tema incómodo.

Tampoco es cierto que el mundo está totalmente diseñado por hombres, como es falso que la mujer estuvo invisibilizada y muda hasta el estallido de la última ola feminista. Pero detrás de esta falsedad subyace otra: la de que los hombres no contemplan en el diseño del mundo -si es que éste es de su único resorte- el interés femenino. Si así fuera, el cáncer de mama no estaría entre los más curables, así como el de cuello de útero entre los más prevenibles (gracias al doctor Georgios N. Papanikolaou). Todos los avances de la mujer han sido fruto de la cooperación con el sexo opuesto cuando no de la iniciativa de los varones.

Isabelle Renaud

“Un hombre no puede ser insensible a la mujer y a sus problemas, porque nos atañen de forma directa”, dice David Trueba. Tiene razón. Sólo le faltó agregar que muchísimos hombres -por no decir la mayoría- no son en absoluto insensibles a la problemática femenina, ni lo han sido a lo largo de la historia.

Los críticos califican a David Trueba como un hombre de gran humanismo. Imposible dudarlo si se han visto dos realizaciones suyas, una como director y otra como guionista.

La primera es Soldados de Salamina (2003), adaptación de una novela de Javier Cercas, basada en la historia real de una falangista que escapa por poco a un fusilamiento durante la Guerra Civil.

David Trueba fue también coguionista de El olvido que seremos (2020), película dirigida por su hermano, Fernando Trueba, que confirma la exquisita sensibilidad de estos dos realizadores. El film está basado en el libro que el colombiano Héctor Abad Faciolince dedicó a su padre, Héctor Abad Gómez, médico sanitarista dedicado a luchar por condiciones de salubridad para los más necesitados, y que fue asesinado por paramilitares en Medellín en 1987. Su hijo escribió el libro para preservar su memoria y seguramente lo ha logrado ya que ha sido best seller en Colombia.

Ambas películas son muy dignas de ver.

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