Ni solo ni en el geriátrico: una nueva alternativa de vivienda para el retiro

Crece el número de personas que al ver acercarse la edad en la que probablemente van a necesitar algún tipo de asistencia deciden encarar un proyecto de vivienda junto con otros seniors

Crecen las alternativas al hogar de anciamos tradicional, con la idea de asistir sin quitar autonomía

“No quiero depender de mis hijos ni que me lleven a un hogar de ancianos”, dicen muchos adultos mayores. Otros, simplemente, saben que no cuentan con nadie que pueda eventualmente hacerse cargo de ellos. Y si lo tuvieran, tampoco desean dejar la decisión en manos ajenas. Conservar la autonomía y diseñar el propio retiro, mientras se pueda; tal es la aspiración. Y desde hace tiempo, vienen surgiendo propuestas para responder a esta demanda, alternativas que lamentablemente no están aun desarrolladas en Argentina o lo están solo de modo muy incipiente. Son viviendas asistidas o viviendas protegidas, o bien cooperativas de vivienda.

En muchos lugares del mundo estas casas para seniors ya son una realidad. En los Estados Unidos, por ejemplo, hace muchísimos años que una pareja o una persona puede contratar un servicio de vivienda protegida, contra entrega de su casa o departamento propios en calidad de hipoteca. También en algunos países de Europa este tipo de solución se presenta con el nombre de cooperativa de vivienda para personas mayores. En España no abundan todavía los casos, pero en estos últimos años algunos proyectos se están implementando. Es, por ejemplo, lo que está pasando en Cataluña, con el proyecto de vivienda en cesión de uso llamado Can 70.

Los adultos mayores que participan del poryecto Can 70 en Barcelona (Sostre Civic)

Elionor Sellés, de 69 años,descubrió los modelos de envejecimiento colaborativo cuando tenía sólo 58, de viaje por Alemania. Tras conocer esta realidad, no tuvo dudas de que era la opción que quería para su vejez y buscó cómo cumplir su sueño en España, relata en un artículo publicado por El Periódico.com. Esta mujer es miembro de un proyecto pionero que promueve el envejecimiento colaborativo, con autogestión y ayuda mutua entre vecinos. Obviamente, estos planes no son tan económicos, y esto hace que su desarrollo no sea todavía masivo.

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Por el momento, cada cooperativista ha pagado un capital social de entre 32.000 y 38.000 euros, y el proyecto prevé una cuota de entre 700 y 850 euros mensuales, según el tipo de vivienda. El fondo entregado a la cooperativa es retornable, en caso de querer retirarse. Se trata, de todos modos, de un modelo más económico que un geriátrico, o que lo que debería gastar cada vecino si debiera pagar los cuidados médicos por su cuenta, explican.

Las obras que se desarrollan en el barrio Sarriá, donde el ayuntamiento ha cedido un predio, comenzaron el pasado mes de septiembre y la entrega de llaves está prevista en 2027. Se trata de 39 viviendas de tamaño reducido pero con amplios espacios comunes, como cocina y comedor comunitarios o una gran lugar de estar donde habrá un gimnasio y espacio para realizar sesiones de fisioterapia, abierta al barrio. También existen salas polivalentes para celebrar reuniones, talleres o actividades diversas.

El edificio para vivienda asistida de adultos mayores (Sostre Civic)

Todos los cooperativistas son, por ahora, autónomos y no tienen enfermedades graves, pero son conscientes de que, con el paso de los años, necesitarán ciertos apoyos o cuidados sanitarios. Por ejemplo, han decidido que se ayudarán mutuamente si padecen enfermedades comunes, como una gripe o una ruptura de cadera, pero que, cuando alguno de los vecinos sufra una fuerte dependencia, contratarán a profesionales. “Nosotros decidimos cómo queremos vivir y qué cuidados recibiremos”, explica Elionor Sellés.

Los cooperativistas tienen previsto ceder su propiedad actual para destinarla a alquiler social, una vez que ocupen las casas del proyecto. “El envejecimiento supone un deterioro progresivo y llega un momento que tu casa se convierte en una cárcel y que eres una carga para tu familia, por eso me he embarcado en Can 70, porque pienso que el modelo de apoyo mutuo y comunitario es la alternativa frente al aislamiento, la soledad no deseada y la dependencia del entorno familiar”, explica Elionor, que cederá su casa de 70 m2 para ocupar una más pequeña, de 40m2.

La maqueta del edificio (Sostre Civic)

Otro proyecto, esta vez en Extremadura

Montserrat Corella vive en un edificio de alquiler social con acompañamiento para mayores, que fomenta la participación y las relaciones vecinales. Allí, entra y sale cuando quiere, y tiene, según narra, más actividades que cuando trabajaba.

Esta mujer tiene 82 años y, desde hace tres, vive en el edificio Adela Barquín, que lleva el nombre de una de las mayores activistas vecinales de Sant Feliu de Llobregat. El edificio es fruto de un acuerdo de colaboración entre el ayuntamiento de la ciudad, que cedió el terreno, y la Fundació Familia i Benestar Social.

La urbanización cuenta con 90 viviendas en régimen de alquiler social con acompañamiento que tienen como objetivo promover el envejecimiento activo y reducir la soledad no deseada. “Se trata de un proyecto adaptado a la sociedad actual, donde cada vez se viven más años y hay más personas mayores pero autónomas que necesitan espacios para relacionarse y hacer actividades que les motiven, lo que alarga aún más su autonomía”, explica Laura Parrado, directora del edificio, al Periodicoextremadura.com.

Alegría en el momento de la concreción del proyecto de vivienda comunitaria asistida (Sostre Civic)

Cada vecino es independiente, hace su vida, pero se les ofrecen espacios diseñados para fomentar la participación y las relaciones vecinales, lo que sirve para luchar contra la soledad que acecha a muchos mayores y fomentar el apoyo y los cuidados mutuos. La diferencia con el tradicional modelo residencial es que la participación es voluntaria y son los propios inquilinos los que organizan los talleres o celebraciones. Por ejemplo, Montserrat es una de las vecinas más activas. “Siempre está dispuesta a organizar”, explica Parrado.

Por el momento, el proyecto no tiene servicio médico, porque los inquilinos no tienen enfermedades crónicas graves y los promotores no querían encarecer el alquiler con este tipo de prestación. En la actualidad, pagan unos 500 euros –suministros aparte– y existe lista de espera, dado que las 90 viviendas están ocupadas. Los inquilinos fueron seleccionados entre personas mayores de 65 años, inscritas en el registro de pisos de protección oficial de la Generalitat, con entre 12.000 y 36.000 euros de renta, empadronados en Sant Feliu y que debían ceder, si tenían vivienda en propiedad, el inmueble a la bolsa municipal.

Monserrat está feliz en su nueva vivienda. “Entro y salgo cuando quiero y con la ventaja de que hay muy buen ambiente, es como un hogar, donde todos nos cuidamos y estamos felices”, afirma. Es más, explica sonriendo: “Estoy tan contenta que, si me tocara la lotería, no me iría del edificio”.

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Asegura incluso que “son mucho más responsables”. Ella misma no piensa en retirarse. Sigue activa al frente de su campo. La única diferencia es que “antes recorría todo a caballo y ahora en camioneta”. En 2008, fue la primera mujer en integrar la comisión directiva de la SRA

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