Eduardo Palomo/Alberto Santacruz
Plasencia, 14 dic (EFE).- A veces, por no hablar de muy pocas, surgen sinergias de fusionar espacios opuestos, como la sencillez y la complejidad, la pubertad y la vejez, la música y el silencio, la libertad y las barreras. Robe, el de Extremoduro, el de él mismo, ha logrado esas sinergias este domingo... y eso que ya no está.
Mucho mérito el de Robe, que se fue sin hacer ruido, pero cuyo vacío musical, cultural y poético fue rellenado con miles y miles de reflexiones, lágrimas, recuerdos por la inmensa mayoría de este país que, a veces, por no hablar de muy pocas, es capaz de tocar la misma canción sin pedir carnés ni tatuarse su edad.
En Plasencia, su ciudad natal; en el Palacio de Congresos, lugar el que se parieron muchas de sus obras, y sobre su escenario, un baúl de transporte de equipos de audio; sobre el baúl, una urna; en las urna, sus cenizas.
Y ante sus cenizas, su familia y los miles de seguidores que han guardado cola y han dedicado su tiempo a esperar su turno para entrar al edificio congresual. "Tengo que darle las gracias por tanto...", decía uno de ellos que galopa entre los 40 y los 50 años.
Al lado de la urna, una túnica amarilla, una funda de guitarra, su guitarra, dibujos y flores, y un cuadro pintado a mano con cuatro figuras que miran el símbolo de 'Mayéutica': "una canción concebida como una sola obra que consta de cuatro movimientos", tal como recoge el texto del libreto de este disco grabado en 2018.
Son Robe, su mujer -Bibi Vázquez- y sus dos hijos. La familia, que siempre ha optado por mantener su privacidad, ha querido compartir este domingo su legado y su memoria con los miles de 'hijos del rock and roll' -ya lo cantaba Miguel Ríos- que se han acercado a Plasencia.
Al silencio de respeto lo ha acompañado varias veces la música, pues sobre el escenario estaban sus viejos y no tanto viejos compañeros de trabajo y giras musicales. Sólo música, sólo acordes, ni una sola voz. Solo el poeta Manolo Chinato, autor de la ya eterna canción "Ama, ama, ama y ensancha el alma", ha recitado alguna poesía.
Así, entre el respetuoso silencio por el que se ha ido y la música que dejó, entre la emoción por estar cerca de quien ya no está y la imposible voluntad de poder abrazar al "héroe que te mira desde la pared", como cantaba Barón Rojo, pero también entre la fina línea que separa dolor y vida, transcurre el adiós a Robe.
El aún adiós ya que las puertas del palacio de congresos seguirán abiertas hasta bien entrada la noche.
Mañana será otro día y diremos "hola, Robe" cada vez que suenen sus canciones o leamos sus poesías. EFE
(foto) (vídeo)
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