En ‘First Dates’ puede pasar de todo y cuando un soltero acude pidiendo algo en específico en su acompañante, puede acabar teniendo una cita igual de desastrosa. Algo similar le ha pasado a Mar, una profesora y orientadora de Pontevedra (Vigo) de 57 años, que asistió al programa de Sobera con una petición clara: “Que no sea ingeniero. Todos andan detrás de mí y no me gusta nada”. Esta condición sumada a su sinceridad especial, ha hecho que Carlos (su acompañante) se echara para atrás casi de inmediato.
Nada más llegar, la protagonista se ha abierto al presentador y le ha contado el motivo de por qué quiere volcarse en este momento en una relación: durante 15 años se ha dedicado a la crianza y el cuidado de dos niños adoptados procedentes de Etiopía, a quienes definió ante las cámaras como sus hijos. “Les fui a buscar para adoptarlos. Ahora viven solos en Santiago de Compostela. Ahora no tenemos vínculo, pero se han quedado allí”, ha comentado.
Esto ha hecho que la soltera haya pasado por un periodo de pena y duelo: “Cuando se fueron me quedé sola. ‘síndrome de nido vacío’ se llama”, ha explicado. De este modo, esta experiencia personal la distanció durante años de cualquier tipo de búsqueda sentimental. Aun así, la mujer guardaba una única condición: que no fuese ingeniero. El motivo de ello era porque no quería que fuese igual que su exesposo: “Si te vas con mi exmarido a tomar un café, él está viendo por dónde metieron el plástico para hacer la base del cenicero”, narraba ella mientras Sobera se reía y decía que eso era “deformación profesional”.
“Dices las mismas cosas que he dicho yo en la entrevista previa”
Frente a ella, Carlos, director de transformación digital de 56 años, reconoció “le encanta hablar” y bromeó sobre sus propias charlas cotidianas: “Mis hijos están hartos de oírme hablar. Pero creo que lo que digo es razonable”. Al conocer a Mar, ambos coincidieron en la elección de la bebida, “un zumo de piña”, y, ante las cámaras, ella confesó: “Me encanta”. Pese a la evidente afinidad, desde el primer momento Carlos advirtió que su cita no se correspondía con el perfil de mujer que suele buscar.
La cita transcurrió con una mezcla de sinceridad y desencuentro. Mar entregó una nota preparada especialmente para el encuentro, gesto que no logró revertir la percepción de distancia de Carlos. Es más, durante los primeros minutos, el soltero se sentía fuera de lugar al percibir una personalidad y un discurso que no encajaban en sus preferencias personales. Durante la cena, ambos abordaron el pasado, los vínculos familiares, la experiencia de la adopción y las expectativas de futuro. Mientras Mar se mostró progresivamente interesada en avanzar hacia una relación, Carlos reforzó su postura inicial, considerando que no existía la química necesaria ni coincidencia de proyectos de vida.
Además, aunque ella sí que se había mostrado reticente a tener una segunda cita con él, después de escucharle ciertos comentarios durante la cena a Carlos le parecía que su cita era demasiado artificial y desesperado: “Dices las mismas cosas que he dicho yo en la entrevista previa”, le había comentado ella previamente haciendo ver que eran “como dos gotas de agua”. Por tanto, “sería un hipócrita si te dijera que sí. Me gustaría alguien más joven”, le confesaba Carlos al llegar la decisión final, clausurando la posibilidad de una segunda cita pese a la disposición de Mar.