Crítica | Redescubrir 25 años después el primer episodio de ‘Sexo en Nueva York’

Analizamos el episodio piloto de una serie que ya forma parte de la memoria colectiva y que continúa demostrando por qué fue tan importante en su momento a golpe de empoderamiento femenino y ‘sororidad’

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Cynthia Nixon, Kim Catrall, Kristin Davis y Sarah Jessica Parker en 'Sexo en Nueva York'
Cynthia Nixon, Kim Catrall, Kristin Davis y Sarah Jessica Parker en 'Sexo en Nueva York'

Darren Star era una de las figuras más importantes de la televisión norteamericana gracias a las ficciones adolescentes Sensación de vivir- 90210 y Melrose Place, auténticos culebrones teenagers que marcarían a toda una generación, la de los años noventa.

Pero si por algo pasará a la historia de la ficción televisiva será por adaptar la novela de Candance Bushnell, Sexo en Nueva York y convertirla en la crónica de cuatro treintañeras a las puertas del nuevo milenio que se buscaban a sí mismas entre amantes, cenas entre amigas y zapatos de Manolo Blahnik.

Mujeres de éxito que hablan de tabúes

En efecto, Sexo en Nueva York marcaría una época y se adelantaría a muchas cosas, en concreto a las nuevas ficciones centradas en el público femenino. Que las protagonistas fueran mujeres adultas y profesionales de éxito en sus respectivos entornos laborales y que adueñaran de toda una ficción en la que, además, podían hablar sin tapujos de muchos de los tabúes que las habían acompañado, ya era todo un logro.

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Puede que en algún momento la serie se distorsionara y terminara perdiendo su sentido, pero volver a ver esa primera temporada 25 años después, aprovechando que Netflix acaba de incorporarla a su catálogo, confirma que nos encontramos ante un producto que, lejos de haber envejecido, continúa manteniendo algunas ideas de lo más pioneras.

Sarah Jessica Parker en el piloto de 'Sexo en Nueva York'
Sarah Jessica Parker en el piloto de 'Sexo en Nueva York'

Para empezar, el episodio piloto está dirigido por una mujer, algo que no era nada común en esa época. Se encargó de él Susan Seidelman, que siempre había arrastrado esa aura de modernidad gracias a su icónica Buscando a Susan desesperadamente, protagonizada por Madonna y Rosanna Arquette.

Un cuento de hadas sin príncipes ni princesas

“Érase una vez...”, así comienza un episodio en el que a, modo de cuento de hadas moderno con un punto subversivo en el que ya no existen los príncipes, conoceremos a Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker), escritora de columnas que abordan la relación entre las mujeres y el sexo y la voz en off que articulará toda la serie.

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Junto a ella, sus tres mejores amigas: Miranda (Cynthia Nixon), abogada de éxito y nihilista en el amor; Charlotte (Kristin Davis), galerista y la más chapada a la antigua en cuestiones sentimentales, y Samantha Jones (Kim Cattrall), un auténtico animal sexual. Tres estereotipos de mujeres que lograron prácticamente introducirse en el imaginario colectivo.

Sarah Jessica Parker en momento final del piloto de 'Sexo en Nueva York' (1998)
Sarah Jessica Parker en momento final del piloto de 'Sexo en Nueva York' (1998)

Visto con perspectiva, tenía algo de revolucionario que cuatro mujeres se sentaran para hablar de sus intimidades. Y sobre todo de cuestiones como las relaciones tóxicas, la crisis de la mediana edad o las relaciones de poder, la guerra de sexos en versión generación post-X o el machismo integrado en la sociedad.

Ideas que no han pasado de moda

En ese sentido, además de que Carrie fumara y todavía estuviera permitido hacerlo en los locales le da un aire de nostalgia casi antropológica, al igual que resulte curioso que se cite de forma específica una película tan ‘noventera’ como La última seducción, en la que Linda Firentino interpretaba a una especie de femme fatal que utilizaba a los hombres según su conveniencia. Precisamente, el piloto está impregnado de un delicioso aroma de cine ‘noir’.

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Hay muchos otros elementos que provocan ternura, como que no existiera los teléfonos móviles para las llamadas y solo se utilizara el fijo o que los ordenadores todavía parecieran cajas fuertes, pero en ese primer capítulo ya se cuestionaban las reglas del juego patriarcal, se reivindica el deseo femenino, se habla de sororidad, de empoderamiento, muchas nociones feministas que puede que ahora estén más interiorizadas, pero que, en su momento, para las jóvenes de la época, construyeron un pequeño terremoto: por primera vez, el amor romántico se hacía a un lado y se reivindicaba pasarlo bien con las amigas.