Crítica | ‘Muertos S.L.’: Los creadores de ‘Aquí no hay quien viva’ firman para Movistar Plus+ una comedia en estado comatoso

La nueva serie de los hermanos Caballero demuestra la desidia de un género que se ampara en lugares comunes y chistes fáciles para configurar ‘gags’ sin pena ni gloria

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Trailer De Muertos S.L

En los últimos tiempos Movistar Plus+ ha ofrecido dos tipos antitéticos de comedia. Por una parte, Poquita fe, del tándem formado por Montero y Maidagán, una auténtica delicia en forma de píldoras cotidianas que nos acercaba a las miserias de nuestro tiempo desde un punto de vista ‘a pie de calle’, humilde, es decir, con las que todos nos podemos sentir identificados y a través de un humor que no necesitaba ser ‘elevado’ para resultar accesible e inteligente.

Por otro lado, Bellas artes, de otro dúo, el formado por los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, que llegará a la plataforma el próximo día 11 de abril y que apuesta por el elitismo y el chiste de raigambre cáustica y nihilista. Entre ambas hay un abismo. Una es cercana, la otra, distante, como una especie de entelequia disfrazada de modernidad.

Entre esos dos modelos de humor llega Muertos S.L., que podría situarse en el punto intermedio. O lo que es lo mismo, en el de la nada. Porque si las otras dos funcionan de acuerdo a sus modelos, en este caso, la serie creada por los hermanos Caballero, responsables de Aquí no hay quién viva y La que se avecina, parece un subproducto confeccionado con los desperdicios de ideas que podrían haber cuajado en algún gabinete de ‘brainstorming’ y que, puestas en práctica, no tienen ni gracia ni sentido.

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Una funeraria repleta de chistes añejos

Carlos Areces junto a algunos miembros del reparto de 'Muertos S.L.' (Movistar Plus+), firmada por los hermanos Caballero
Carlos Areces junto a algunos miembros del reparto de 'Muertos S.L.' (Movistar Plus+), firmada por los hermanos Caballero

Muertos S.L. gira en torno a una funeraria (en efecto, la referencia a A dos metros bajo tierra resulta inevitable e, incluso, hiriente) que se encuentra en crisis tras el fallecimiento de su director. Su actual gerente, Dámaso Carrillo (Carlos Areces, jamás sus capacidades habían estado tan desaprovechadas), intentará hacerse con el control después de ese vacío de poder mientras los hijos del fallecido intentarán convertir el espacio en un gimnasio y su esposa reivindicará su figura femenina denostada dentro de este engranaje.

Dentro del entorno encontramos empleados que ejercen la ‘tanatopraxia’ (Adriana Torrebejano y Gerard B. Filmore), un conductor de coches fúnebres con tendencia al alcoholismo (Salva Reina) o una recepcionista sentimental (Aitziber Garmendia). Para tocar temas contemporáneos, varias empleadas, incluida una ex becaria que se ha convertido en la competencia (Amaia Salamanca) tendrán que añadir casos de Me Too contra el fallecido.

Una pequeña licencia ‘contemporanea’ para pasar por alto el tono casposo y chusco que domina una propuesta que se caracteriza porque ningún ‘gag’ está bien tirado, o lo que es lo mismo, que ningún chiste hace ninguna gracia.

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Los hermanos Caballero, al mismo tiempo que han diseñado Muertos S.L. para Movistar Plus+, también se encuentran inmersos en Machos alfa, de Netflix, que ya ha confirmado su tercera temporada. Qué prodigio de fecundidad creativa.

Alberto y Laura Caballero creadores de 'Muertos S.L.' (Movistar Plus+)
Alberto y Laura Caballero creadores de 'Muertos S.L.' (Movistar Plus+)

Al menos, esa serie, aunque a nivel ideológico no se sepa por dónde cogerla (ni feminista, ni machista ni todo lo contrario), tiene cierta perspicacia al intentar analizar a través del humor el cambio de registro en los roles de género a la hora de hablar de la ‘masculinidad herida o tóxica’.

En definitiva, tiene algo de relevancia dentro dentro del panorama audiovisual, nos guste más o menos. Pero, ¿Muertos S.L.? Sencillamente demuestra una dejadez extrema a la hora de firmar un producto con un mínimo de entidad, en el que no encontramos ningún asidero para el regocijo, solo un batiburrillo de planteamientos desaprovechados en el que parece no hay correlación ninguna entre chiste y risa. Encefalograma plano.