¿Cómo es vivir en una casa pasiva? Así son los hogares sostenibles autosuficientes

“No tenemos gas, ni tenemos depósito de gasoil, ni tenemos caldera de pellets. Solamente tenemos suministro eléctrico”, cuenta la propietaria de una de estas viviendas

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Passivhaus de Belén y su familia en el barrio de El Pilar, en Madrid (Pedro Cobo)
Passivhaus de Belén y su familia en el barrio de El Pilar, en Madrid (Pedro Cobo)

Belén Villalvilla se convirtió en 2020 en la primera propietaria de una casa pasiva dentro del área de la M-30 de Madrid. Para quienes no están familiarizados con el término, una passivhaus en alemán, casa pasiva en español, es una edificación sostenible y autosuficiente que apuesta por el uso de fuentes de energías renovables como la solar o la aerotermia para su rendimiento. En 2024, según datos del Passivhaus Institute, en España ya existen 373 edificios certificados, de los cuales solo 63 están en la Comunidad de Madrid.

Pese a que a su pareja Jaime y a ella, arquitecta técnica y project manager de su propia vivienda, les costó un año hacerse con las licencias tras obtener la parcela en el año 2015 y finalizar la obra en 2020, hoy pueden presumir de que su residencia tiene un consumo casi nulo y un gran confort de temperatura tanto en invierno como en verano.

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Eso también se refleja en la factura: por ejemplo, este mes de febrero han pagado 37 euros de luz, pero en los meses de más horas de sol pueden pagar “cinco o seis euros”. De hecho, según datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), la factura media de un hogar con la tarifa PVPC durante ese mes sería de 51,64 euros, más barata que en enero (63,10 euros).

Hogares más frescos en verano y más calientes en invierno

La vivienda, ubicada en el barrio madrileño de El Pilar, es una parcela de 198 metros cuadrados que consta de tres plantas, además de un patio exterior y un pequeño huerto. La casa se sostiene por 11 placas solares con las que la casa es prácticamente autosuficiente. “No tenemos gas, ni tenemos depósito de gasoil, ni tenemos caldera de pellets. Solamente tenemos suministro eléctrico”, puntualiza.

“Decidimos hacernos una casa fascinados por la tecnología que conllevaba”, explica Belén a Infobae España. “Optamos por la opción de certificarla porque es una garantía de que la ejecución y el diseño del proyecto son correctos y están adecuados a los estándares fijados”, añade. Con esto se refiere a la certificación que acredita que esta edificación es una casa pasiva y cumple con los requisitos necesarios por el Passivhaus-Institut, que se obtiene a través de una auditoría externa validada por este instituto alemán.

Obtener este certificado cuesta 3.000 euros, pero lo más importante se encuentra en el precio del terreno, las licencias, proyectos, legalizaciones, acometidas y suministros, que hacen que el precio de construcción de una vivienda de autopromoción conforme a la normativa nacional del Código Técnico de la Edificación de 2016 (CTE) alcance los 1.650 euros por metro cuadrado.

Certificación Passivhaus de la vivienda de Belén, en Madrid. (Pedro Cobo)
Certificación Passivhaus de la vivienda de Belén, en Madrid. (Pedro Cobo)

Herméticas y con ventilación continua

El término se acuñó en la Alemania de los años setenta, con la llamada Philips Experimental House, una vivienda aislada, equipada con intercambiadores de calor de suelo, ventilación controlada, tecnología de bomba de calor y un sistema de aprovechamiento de la luz solar. Hoy en día, los principios que rigen la definición de casa pasiva son similares: según la Plataforma de Edificación Passivhaus, el diseño debe de ser bioclimático, contar con aislamiento térmico -controlar la transmisión de calor- y por consiguiente carecer de puentes térmicos -puntos débiles donde se pierde energía-, además de ventanas de altas prestaciones (para evitar estas pérdidas), así como ventilación continúa y protección solar para evitar que el edificio se sobrecaliente.

El salón de la casa pasiva de Belén. (Pedro Cobo)
El salón de la casa pasiva de Belén. (Pedro Cobo)

Lo que diferencia a las casas pasivas de los hogares tradicionales es precisamente que son herméticas, manteniendo las temperaturas más altas en invierno y más frescas en verano. “La técnica constructiva con la que se caracteriza a las casas pasivas es que son herméticas, no hay puentes térmicos ni fisuras. Están aisladas”, explica Mario Sánchez-Herrero, profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid. Otro de los puntos más característicos es la ventilación forzada: “No se abre la ventana para ventilar, sino que las casas tienen tubos en el falso techo por el que el aire entra filtrado desde el exterior”, finaliza.

Por este mismo motivo, la propietaria asegura que en un clima como el de España hay que controlar la entrada del sol en la casa. Mientras que en invierno es necesario el sol para reducir el consumo de calefacción, en verano es necesaria la sombra para evitar el sobrecalentamiento. “Hay que trabajar y estudiar muy bien el sombreamiento, porque en invierno las ganancias por el sol son muy sencillas, pero en verano, como no tengas bien estudiado el sombreamiento, hay un recalentamiento de la vivienda”, señala. Precisamente, la orientación de la casa es un factor a tener en cuenta a la hora de preparar la construcción, en caso de ser una obra nueva, de una casa pasiva. Esto se soluciona abriendo las ventanas por la noche y por la mañana para conseguir bajar la temperatura de la casa a 21-22 grados que igualar la temperatura con la calle”, añade.

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De igual forma, en las noches de verano en Madrid, en las que hace mucho calor, con temperaturas mínimas de entre 26 y 28 grados, tampoco se puede hacer ese refresco nocturno. Belén explica que su vivienda funciona con “techo radiante refrescante”, un sistema de climatización que mueve el aire caliente hacia la parte alta de la casa, y el frío a la parte baja.

Sala de calderas de la vivienda unifamiliar eficiente de Belén, en Madrid. (Pedro Cobo)
Sala de calderas de la vivienda unifamiliar eficiente de Belén, en Madrid. (Pedro Cobo)

De hecho, esto se refleja en la sala de calderas. En la parte inferior de la vivienda, se encuentra el “pulmón” de la casa, como lo llama Belén. Explica que este pequeño cuarto está formado por un inversor de placas fotovoltaicas, un recuperador de calor, un sistema de ventilación que extrae el calor residual del aire viciado y lo utiliza para calentar el aire exterior fresco que entra en el hogar. Además de los conductos de ventilación que se encuentran en el techo, predomina una bomba de calor (aerotermia).

Ahora, por los beneficios que presentan, cada vez hay más casas pasivas en España. Pese a que la primera que se edificó en el país fue en Lleida en 2011, según EL PAÍS, la de Belén y su familia fue de las primeras de la capital casi una década después. Esta tendencia continúa creciendo.