Qué le pasa a Christopher Nolan con las mujeres en sus películas, ¿es que no sabe construir buenos personajes femeninos?

El director vuelve a confirmar en ‘Oppenheimer’ que a él lo que le gustan son las películas con hombres y que las presencias femeninas, no son lo suyo

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Emily Blunt como Kitty Oppenheimer, una mami alcohólica. (Universal Pictures)
Emily Blunt como Kitty Oppenheimer, una mami alcohólica. (Universal Pictures)

El cine de Christopher Nolan es profundamente masculino, lo que no quiere decir que sea misógino, solo que a él solo le interesan las historias de hombres. No es una suposición, es un hecho constatado. Ninguna de sus películas ha estado jamás protagonizada por una mujer pero, el problema, es que cuando aparecen quedan absolutamente a merced de una construcción narrativa patriarcal que las engulle y anula y terminan por convertirse en meras comparsas de sus partenaires.

Las mujeres de ‘Oppenheimer’, desequilibradas y alcohólicas

En su última película, Oppenheimer, este aspecto vuelve a quedar en evidencia. El director se muestra como pez en el agua a la hora de moverse entre las intrigas políticas (que llevan a cabo los hombres) y en todo el ambiente científico de la época (en el que por supuesto todos son hombres) y solo queda espacio para dos presencias femeninas: la de Florence Pugh que encarna a Jean Tatlock, que se convertirá en la amante del protagonista y la de Emily Blunt, Kitty, su esposa.

En el primer caso, la figura de Jean Tatlock resultaba bastante interesante. Era una mujer que había estudiado física y psiquiatría, que ejercía el periodismo y el activismo político y que era miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos. Pero a Nolan solo le interesa el aspecto sexual del personaje y la relación erótica y tóxica que emprende con Oppenheimer. Por esa razón, Florence Pugh aparece desnuda en la mayor parte de sus escenas, alcanzando momentos bochornosos, como cuando la esposa Kitty, imagina durante el interrogatorio de su marido que su antigua amante se encuentra a horcajadas encima de él follándoselo.

Florence Pugh, ardiente y desequilibrada en "Oppenheimer". (Universal Pictures)
Florence Pugh, ardiente y desequilibrada en "Oppenheimer". (Universal Pictures)

Como no podía ser de otra manera, las mujeres que rodean a los personajes de Nolan tienen algún problemita y, aunque en este caso se trate de seres reales, no deja de integrarse a la perfección dentro de su concepción del mundo. Jane tiene trastornos psicológicos, está desequilibrada y terminará suicidándose. Además, será una de las armas que utilicen en la caza de brujas para involucrar al protagonista con el eje comunista.

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En el caso de Kitty, más bien Katherine Oppenheimer, también era una mujer con estudios, era bióloga y botánica y también miembro, durante una época del Partido Comunista. Por supuesto, nunca se pone de manifiesto que estas mujeres trabajaran en sus respectivos campos, porque solo las veremos en relación al mundo masculino en el que se encuentran. Kitty se casa con Oppenheimer, tienen un hijo, después otro, y se convierte en alcohólica casi de inmediato. Y más o menos ese sería su resumen dentro de la película, aunque en algunos momentos tenga instantes de claridad y le diga a su marido, más o menos, que es un ‘calzonazos’. A pesar de sus continuas cogorzas, siempre se mantendrá muy digna.

Marion Cotillard tampoco tuvo mucha suerte en sus participaciones en las películas de Christopher Nolan. Su muerte en la saga de El caballero oscuro fue motivo de burla (por cierto, todas las mujeres de sus películas terminaban falleciendo, qué casualidad) y en Origen casi llegó a considerarse la culpable de todos los traumas del protagonista. Scarlett Johansson en El truco final pasea el palmito y en Tenet, Elizabeth Debicki era una mujer que sufría violencia de género, algo que se ponía de manifiesto en buena parte del film, visualizando esas palizas de manera un tanto sensacionalista.

Oppenheimer es una gran película, pero no pasará precisamente a la historia por la construcción de sus personajes femeninos, que caen en el más absoluto ninguneo. O directamente en el ridículo.

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