Últimos días para ver la exposición ‘Bowie Taken by Duffy’: la leyenda detrás de las imágenes más icónicas del camaleón del rock

La muestra inédita recorre las distintas personalidades artísticas que adoptó David Bowie a lo largo de su década dorada, desde 1972 a 1980, acompañado detrás de la cámara por su fotógrafo fetiche, el irreductible Brian Duffy. Se puede ver hasta el 25 de julio.

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'Bowie Taken Duffy', exposición sobre la relación entre el cantante y el fotógrafo
'Bowie Taken Duffy', exposición sobre la relación entre el cantante y el fotógrafo

Los caminos de David Bowie y Brian Duffy estaban destinados a cruzarse en algún momento, pero su encuentro se fraguó precisamente en el instante adecuado, cuando la carrera del cantante estaba a punto de despegar gracias a la creación del que sería el primero de los grandes personajes de su carrera, el de Ziggy Stardust.

Su mánager en aquel momento, Tony Deffries, organizó varias sesiones con tres fotógrafos diferentes y finalmente con el que surgió verdadera química fue con Brian Duffy, considerado como uno de los mejores retratistas del Swinging London y uno de los miembros del llamado ‘Los terribles tres’ junto a Terry O’Neill y David Bailey.

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Tras la mítica actuación de Bowie en el programa Top of the Pops en junio de 1972, en la que interpretó el tema Starman y presentó en sociedad su nueva imagen, la de un extraterrestre de sexualidad ambigua que había caído a la Tierra con su guitarra, se produjo su verdadero despegue y a partir de ese momento la colaboración entre el cantante y el fotógrafo fructificó llevándolos a ambos hacia cotas de creatividad conjunta que forman ya parte de la historia de la cultura popular gracias a su espíritu rompedor y vanguardista.

Qué ofrece la ‘Bowie Taken by Duffy’

La exposición ‘Bowie Taken by Duffy’, ubicada en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) y que permanecerá abierta al público hasta el 25 de junio se encarga ahora de mostrar cómo fue esa relación artística que se generó entre ambos, coincidiendo precisamente con el 50 aniversario de la que continúa siendo considera una de sus obras cumbre, la portada del álbum Aladdin Sane que, como no podría ser de otra manera, se convierte en el icono oficial de este recorrido por las entrañas de este tándem que contribuyó a convulsionar la escena musical y cultural del momento, a través de un sentido muy preciso de la imagen, y que ha quedado en el imaginario colectivo como símbolo de rebelión, androginia y fantasía glam.

David Bowie en la época de la Trilogía de Berlín
David Bowie en la época de la Trilogía de Berlín

Se trata de una muestra inédita creada por la productora de eventos Sold Out en asociación con el Duffie Archive y cuenta con más de 160 piezas que aportan luz a los procesos creativos que llevaron a la configuración de las distintas identidades camaleónicas que David Bowie adoptó durante la década de los setenta, de Ziggy Stardust a Tin White Duke, pasando por Lodger, Scary Monsters y Aladdin Sane. Siempre se dice que fue precisamente Duffie el que dio título al álbum después entender mal ‘A Land Insane’ que rebautizó como Aladdin Sane, un juego de palabras que fue celebrado por el cantante y quedó para siempre incrustado en el universo pop.

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A través de este recorrido podemos acceder a la intrahistoria de cada una de estas míticas sesiones de fotos, al mismo tiempo que se sitúa al espectador en el contexto en el que tuvieron lugar a través de todo un nutrido conjunto de materiales (obras de arte, bocetos, notas, dibujos y fotografías junto a música, videoclips, impresiones Chromadelux de gran formato y entrevistas, incluso las cámaras con las que se captaron las instantáneas) que ayudan a sumergirnos en las personalidades de ambos artistas, así como en las decisivas piezas que pasarían a la posteridad, entre las que se puede ver la impresión original de Aladdin Sane Dye Transfer, la única copia original de la imagen del álbum.

La creación de un icono de la cultura popular

Y es que Brian Duffy, justo después de terminar su última colaboración con Bowie, no solo abandonaría la fotografía para siempre, sino que, en un ataque de furia, quemó la mayor parte de su valioso material, que no se ha podido recuperar, ya que incineró los negativos, según dijo más tarde, porque se sentía hastiado de todo ese mundo.

La exposición, además de constituir una joya para los amantes de David Bowie, también se interroga sobre un aspecto fundamental: ¿de qué forma se plasma una imagen icónica? ¿Qué hay detrás de todo ese proceso? ¿Cómo se alcanza la esencia de un artista a través de una instantánea? Y todavía más, ¿cómo podemos nosotros interpretarla? Quizás por esa razón, la imagen de Aladdin Sane ocupa una parcela casi totémica, como una pieza de arte que quizás debería estar en un museo por la cantidad de significados que encierra, entre ellos, un símbolo para la comunidad LGTBI. Ese rayo rojo a modo de flash que atraviesa uno de los ojos de Bowie es ya parte de la cultura popular. El propio Duffy se encargó de trazar el esbozo sobre su rostro con un pintalabios rojo, y el maquillador Pierre Laroche y el artista Philip Castle, autor del cartel de La naranja mecánica, terminaron de darle forma.

Ziggy Stardust, el alter ego de David Bowie durante los '70
Ziggy Stardust, el alter ego de David Bowie durante los '70

Más tarde, Duffy viajaría a Estados Unidos donde Bowie se encontraba rodando El hombre que cayó a la Tierra, la obra de culto de Nicolas Roeg, y a partir de ahí surgiría El Duque Blanco, durante la gira de Station to Station. Con un mínimo equipo, en el desierto de Nuevo México, dieron un paso más allá en su permanente estado de experimentación, que llegaría a sus más altas cotas con la imagen de Lodger, decididamente performática, con el artista suspendido y deformado, tirado por hilos en un baño público.

Después de su etapa berlinesa, los dos amigos se reunirían una última vez para crear al payaso Pierrot de Scary Monsters. Ya había comenzado la época de los nuevos románticos, se iniciaba una nueva era para ambos y si Duffy abandonó la fotografía, Bowie también su afición por el disfraz y con Let’s Dance se abriría definitivamente hacia nuevos estilos que dejarían a un lado su parte más teatral. Pero eso ya es otra, e igualmente apasionante, historia.

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