Enfrentar la frustración de las situaciones cotidianas es una habilidad que pocas personas suelen tener debido a que no se desarrolla resiliencia desde edades tempranas, la cual permite resistir la presión y las adversidades.
La resiliencia es una de las llamadas “habilidades blandas” o “del siglo XXI” y su enseñanza desde los primeros años de la educación causa una diferencia significativa tanto para la vida académica como para el desarrollo personal y profesional.
Desarrollar la resiliencia permite tener la capacidad para afrontar con éxito la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o incluso fuentes importantes de estrés. También puede ayudar a manejar los sentimientos de ansiedad e incertidumbre.
Asimismo, ser resiliente mejora la capacidad de aprendizaje además de que puede evitarse la baja autoestima o la falta de habilidades sociales.
Cómo desarrollar la resiliencia en niños y adolescentes
Aunque lo ideal es que esta habilidad, así como el resto de habilidades blandas, comiencen a inculcarse desde edades muy tempranas, nunca es tarde para trabajar y desarrollar la resiliencia ya sea desde los salones de clases o en los entornos familiares.
De acuerdo con la Asociación Americana Psicológica (APA, por sus siglas en inglés), el desarrollo de la resiliencia está ligado a diversas conductas, pensamientos y acciones que llevan a ese lugar.
En el artículo de la APA, se menciona que el aborde de la resiliencia es diferente dependiendo de en qué edad se encuentren las personas. En niñas y niños de cinco años o menos las situaciones de estrés que no se pueden manejar se expresan a través de comportamientos como chuparse el dedo, tener explosiones emocionales o incluso hacerse pipí en la cama, sin embargo, en lugar a los regaños debe hablarse con los menores, pasar más tiempo con ellos jugando, leyendo o compartiendo alguna actividad juntos.
Durante los años escolares de primaria algunas de las situaciones que pueden provocar frustración y complejidad emocional es el nuevo establecimiento social que se comienza a formar dentro de las escuelas, así como el conocimiento de nuevas formas de vivir y situaciones generales dentro y fuera del hogar. En ese sentido, la APA recomienda que tanto los profesores y los padres hablen con los niños y niñas y respondan las dudas que tienen sobre ciertos temas.
Por otro lado, la pubertad y la adolescencia se enfrenta una etapa especialmente compleja por el cúmulo emocional que conllevan las nuevas vinculaciones sociales, ya se enfrentan a problemas escolares de mayor trascendencia para el resto de su vida.
La Asociación Americana Psicológica sugiere el refuerzo de la empatía, así como ayudar desde casa a los jóvenes a no perder las dimensiones de las cosas.
“Ayúdelo a entender que los demás niños pueden sentirse igualmente solos y confundidos y a ver más allá de la situación actual; en la escuela intermedia las alianzas que cambian de una manera pueden volver a ser como antes a la semana siguiente”.
Hablar con los jóvenes sobre sus propios sentimientos ante situaciones de estrés extraordinario, como la muerte de un ser querido o o algún duelo por el término de una relación de amistad o amorosa, es uno de los pilares importantes para enseñar a ser resiliente.
“Haga que su hijo le ayude, ya sea en una tarea o dando su opinión acerca de una actividad familiar. Incluya a sus hijos en alguna actividad de voluntariado que usted realice. Asegúrese de que sus hijos sepan cómo sus acciones contribuyen al bienestar de toda la familia. Si sus hijos saben el papel que deben desempeñar, y pueden ayudar, sentirán que tienen mayor control y también se sentirán más seguros”, son algunas de las recomendaciones que da la APA.
La resiliencia no solo puede desarrollarse y trabajarse desde el habla, sino en el juego, los deportes o por medio de los retos y la resolución de problemas.
Si un niño o adolescente es resiliente se pueden evitar temas como el fracaso escolar o el absentismo por la falta de esta capacidad. Por el contrario, si una personas es poco o nada resiliente se enfrentan a problemas no solo no creen en sí mismos, sino que pueden desarrollar mayores miedos e inseguridades que el resto de las personas.