El exitoso plan de alfabetización de Mendoza: tres de cada cuatro estudiantes de 3° grado leen por encima del nivel esperado

El ministro de Educación de la provincia habla del impacto positivo del programa de alfabetización, que mejoró todos los índices de lectura y comprensión de texto desde los primeros grados de la primaria. “Encontramos que los chicos que están por arriba del básico en fluidez lectora tienen 50% más de posibilidades de que les vaya bien en matemática”, dice

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José Thomas, ministro de Educación de la provincia de Mendoza (foto: Juan Pablo Baliña)
José Thomas, ministro de Educación de la provincia de Mendoza (foto: Juan Pablo Baliña)

La lectura no es un proceso natural, no se aprende a leer por simple contacto con las letras. Esta es la hipótesis que siguen los investigadores y alfabetizadores que trabajan con el método fónico, un método que sostiene que se aprende a leer siguiendo una serie de técnicas muy dirigidas que llevan a la comprensión de la relación entre fonema y grafema. El método fónico se opone al método global, que propone un aprendizaje menos guiado, donde el estudiante desarrolla el conocimiento a través del tanteo y la intuición. Los defensores de un método y del otro mantienen un largo debate que lleva muchos años de discusión.

Sin embargo, la provincia de Mendoza, que eligió el fónico, puede mostrar la evidencia de no haberse equivocado: el censo de Fluidez Lectora que se realizó hace unas semanas mostró un descenso notable en la cantidad de alumnos en condición crítica de lectura y que incluso son cada vez más los que superan el nivel básico. En una comparación interanual, en las escuelas públicas y considerando a los estudiantes de tercer grado que asisten regularmente a clases, los niveles de desempeño por encima del básico pasaron de 74,6% a 81,2%: es decir, un aumento de 6,6 puntos porcentuales.

“Hay chicos que no tienen dificultad para aprender”, dice José Thomas, ministro de Educación de Mendoza, “pero la escuela tiene que enseñarles a todos. Y lo antes posible. Porque de eso depende el resto de los aprendizajes”. Con una escuela centrada en la lectura y la comprensión lectora, el chico que aprende más tarde a leer perdió gran parte de los aprendizajes de años anteriores. “¿Cómo hace para resolver una ecuación en matemática?”, sigue Thomas, “¿Cómo hace para reflexionar?”.

En una educación en crisis, que haya datos promisorios para mostrar es motivo de, si no esperanza, al menos de expectativa. Después de casi cuatro años de mandato, Thomas está llegando al final de su gestión y trata de ser cauto con los objetivos alcanzados, pero no puede evitar el entusiasmo.

Con la premisa de evaluar para mejorar, el Ministerio ha empezado a tomar datos en los grados inferiores. “Encontramos que en primer grado no hay brecha de nivel socioeconómico ni de gestión pública o privada, todos nos dieron arriba del 75%”, dice Thomas, y sigue: “Eso quiere decir que las políticas que estamos haciendo son para todos”.

José Thomas, ministro de Educación de la provincia de Mendoza (foto: Juan Pablo Baliña)
José Thomas, ministro de Educación de la provincia de Mendoza (foto: Juan Pablo Baliña)

¿Por qué se censa en tercer grado?

—Porque es la última opción, es el último momento para remediar. Todos los chicos después de tercer grado deberían leer. El chico que a principios de tercer grado está por debajo del nivel esperado, tiene todos los recursos de disposición: tiene contraturno, hora extra, un docente alfabetizador particular, todo lo que garantiza la ley. Desde que empezamos a medir, no hay un solo indicador de fluidez lectora que no haya mejorado. Una cosa que vimos es que, si sacamos los datos de los chicos que faltan mucho a clase, todos los demás aprenden con buen nivel. El gran problema, entonces, está con los chicos que no asisten regularmente a la escuela, por lo que empezamos una campaña de concientización con las familias para mejorar la alfabetización.

Muchas veces los porcentajes pueden mostrar información que en números absolutos no representan grandes cambios. ¿Cómo hacen el seguimiento para verificar que la lectoescritura en la provincia se mantiene y crece?

—Si alguien quisiera dibujar un número, podría hacerlo. Pero lo que no puede dibujar es que, cuando entremos a un cuarto grado —y esto lo hacemos con el registro de los chicos— veamos si cada chico lee cómo se dice que lee. La Ley de Alfabetización de la provincia, que es algo que no está en ninguna otra jurisdicción, nos obliga a medir todos los años en forma censal y luego mostrar en la legislatura cómo fue la inversión y cómo los resultados. Por lo tanto, tenemos la nominalidad de los chicos y cada vez que vamos a una escuela, lo primero que hacemos es preguntar qué pasa con Pepe, qué pasa con Juan. En el censo ninguna escuela miente porque tiene que ver con los recursos; no les conviene mentir. Llevamos cinco mediciones y los resultados son sólidos, ya podemos ponerle un poco de inteligencia y hacer una estimación sobre qué se necesita para el presupuesto del año próximo para que todos lleguen a donde queremos llegar.

¿Cómo impactó en el resto de las materias cuando los chicos empezaron a leer mejor?

—Tenemos algunas posibles correlaciones, aunque requerimos de una investigación más precisa que pueda fundamentarla en profundidad. Pero, por ejemplo, encontramos que los chicos que están por arriba del básico en fluidez lectora tienen 50% de posibilidades de que les vaya bien en matemática.

¿Por qué se decidieron por el método fonológico?

—No hay un método infalible, pero hay métodos con mejores resultados que otros. Entre esos, la comprensión fonológica funciona bien. En Mendoza, se lo eligió en la gestión anterior. Con buen criterio, [el gobernador] Alfredo Cornejo y [el ministro] Jaime Correa entendieron que la alfabetización era un problema y buscaron a una investigadora del CONICET…

Ana Borzone.

—Si, pero no se buscó un nombre, sino que se buscó a una investigadora del CONICET que durante 40 años estudió cómo se enseña a leer. Fue una gran medida que, al principio, tuvo resistencia, pero que se empezó a perder a medida que se veían los resultados. Hoy en Mendoza ya no hay debate sobre la metodología que se usa.

¿Tuvieron contacto con otras provincias? ¿Se puede exportar a otros distritos?

—Hemos hecho cosas con CABA, con Entre Ríos, con Córdoba, con Corrientes.

Este año hay cambio de gestión en Mendoza: ¿cómo va a ser la articulación con el próximo ministro?

—Va a ser buena, como lo fue con la gestión anterior. El gobernador que viene tiene clarísimo el tema de la alfabetización, y le va a sumar matemáticas con el mismo concepto. Tenemos un sistema nominal de seguimiento y tenemos una unidad de evaluación con la que hacemos evaluaciones propias. Eso va a continuar. Pero también, la Ley de Alfabetización dice qué hay que hacer; no hay tanto margen para moverse. Hay puntos neurálgicos de los sistemas educativos que tienen que estar garantizados por ley.

José Thomas, ministro de Educación de la provincia de Mendoza (foto: Juan Pablo Baliña)
José Thomas, ministro de Educación de la provincia de Mendoza (foto: Juan Pablo Baliña)

Hay un informe de Argentinos por Educación que dice que solo el 16% de los estudiantes terminan en tiempo y forma el secundario, y que el distrito que mejores resultados tiene, que es CABA, no supera el 35-36%. No quiero relativizar el logro de la mejora en la fluidez lectora, pero ¿cómo se hace para mejorar en esas cuestiones?

—Primero, hay que reconocerlo. No deberíamos esperar a que venga una ONG a decirnos que estamos mal. Ahora, no nos olvidemos que la obligatoriedad de la secundaria es recién del 2006. Para un sistema nuevo en obligatoriedad, no es un mal número. Por otro lado, hay que ver cómo crece la cobertura. Sí, en el siglo pasado “todos terminaban la secundaria”, pero ¿cuántos entraban? La secundaria del siglo pasado era elitista. Hoy en Mendoza entra casi el 100%. Y también hay que aceptar que el problema no es solo del sistema educativo. El mundo muestra que es difícil educar en la pobreza. Hoy, en la Argentina, tenemos una pobreza estructural por arriba de los dos dígitos y 50% de pobreza en niños.

Bueno, ahí entra otro factor: el asistencialismo. Hoy un chico que va a la escuela va a comer.

—Absolutamente. Y está bien que así sea, porque, si no, tampoco aprende. No podemos romantizar la escuela. El Estado tiene que lograr suplir el 100% de las condiciones de educabilidad que hoy, en la pobreza, son muchas más que antes y tienen que ver con la alimentación, con el tiempo de descanso, con el hacinamiento. Esos chicos, ¿dónde estudian? Solo en la escuela. Por eso, la jornada completa es determinante para suplir todo eso que no hay.

Hace unos años estuve en unas escuelas rurales de Mendoza y era muy conmovedor el trato de los docentes y alumnos. Pero me acuerdo que estaba la última hora junto a un profesor de Historia y los chicos se iban antes de que terminara la clase porque pasaba el colectivo y, si no se lo tomaban, tenían que caminar muchos kilómetros para volver a las casas.

—Mendoza tiene más de 60 escuelas albergue, en las que, depende del formato, los chicos van una semana y una semana, o van quince días y quince días. Hay escuelas con sala de cuatro que tienen ese formato. El tema del transporte en la ruralidad es muy importante. Hay un porcentaje bastante alto de escuelas en la ruralidad que tienen el transporte cubierto, pero, donde no es así, como el caso que has puesto, tenemos un problema. Y es grave con una jornada de cuatro horas y media. Por eso esas fueron las primeras 200 escuelas que pasamos a jornada completa: en siete horas, quince minutos no son tan determinantes: pueden achicar el horario de almuerzo, por ejemplo.

Si todo se da según plantean las encuestas, el próximo presidente sería Javier Milei, que, tanto en Salud como en Educación, propone implementar un voucher para que los padres elijan a qué escuela mandar a sus hijos. ¿Cómo impactaría esa medida en una provincia como Mendoza?

—No puedo ni contestar porque es de un amateurismo técnico absoluto. Primero, porque la educación pública la dirige y la financia cada jurisdicción. Segundo, porque en Mendoza hay cientos de escuelas que son oferta única, con lo cual, con o sin voucher, los chicos van a seguir yendo a la misma escuela. Y tercero, porque las secundarias casi no tenemos vacantes. Por lo tanto, qué va a hacer: ¿va a cambiar de lugar los chicos? Ninguna escuela va a quedar vacía.

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