La brecha de ingresos entre los hogares más ricos y más pobres de Argentina se redujo levemente, aunque la desigualdad y la insuficiencia de ingresos siguen afectando a gran parte de la población. La diferencia entre lo que perciben los sectores más pobres y los más ricos supera los $2.200.000.
A partir de los datos del Indec, la consultora LCG señaló que en el tercer trimestre de 2025 la diferencia de ingresos per cápita entre el 10% de los hogares con mayores recursos y el 10% con menores recursos se redujo levemente respecto al mismo período del año anterior, ubicándose en 17 veces, apenas 0,1 puntos porcentuales por debajo.
El ingreso per cápita del 10% de los hogares con mayores recursos superó los $2 millones mensuales contra apenas $139.324 del 10% más pobre, medido a precios corrientes del tercer trimestre.
Según el informe, todos los deciles mejoraron su poder adquisitivo frente al tercer trimestre de 2024. En promedio, los ingresos crecieron en términos reales un 14%, con un máximo del 16,5% en el segundo decil. En contraste, los hogares de mayores ingresos (deciles 9 y 10) registraron subas más moderadas —un 12,5% promedio entre ambos—, lo que contribuyó a una reducción de la brecha y a una mejora en la distribución del ingreso.
“Hay que recordar que la magnitud de la recuperación de los ingresos es la contracara de las caídas que sufrieron estos en el primer semestre 2024, cuando la aceleración de la inflación y la caída de la actividad afectaron particularmente más a los primeros deciles que a los más altos por esto la recuperación sería mayor ahora en los primeros”, señaló LCG.
“El Coeficiente de Gini, una medida más amplia de la distribución de los ingresos, sigue en niveles algo más elevados que los de 2022 y comienzos de 2023″, resaltó LCG.
Dicho indicador mide la desigualdad en la distribución del ingreso o de la riqueza en una sociedad. Fue desarrollado en 1912 por el estadístico italiano Corrado Gini y se utiliza en todo el mundo para cuantificar la diferencia entre los ingresos de los más ricos y los más pobres en una población.
El coeficiente va de 0 a 1, donde:
- 0 representa igualdad absoluta, es decir, que todos los miembros de una sociedad tienen exactamente los mismos ingresos.
- 1 representa desigualdad absoluta, donde una sola persona tiene todo el ingreso y el resto no tiene nada.
En Argentina se encuentra en 0,431, por debajo del promedio histórico de 0,455 y de los últimos dos años, pero por encima de los niveles registrados en 2021 y 2022.
De todos modos, para muchos argentinos la situación económica se torna cada vez más compleja, en un contexto de falta de creación de empleo registrado, aumento de la informalidad, paritarias por debajo de la inflación e incremento de “costos fijos”, principalmente de tarifas, lo cual deja menos margen para otros consumos. Por caso, desde diciembre de 2023 la canasta de servicios públicos en el AMBA subió 561% en promedio y alcanza los $183.410, según el Observatorio de Tarifas y Subsidios del IIEP (UBA-CONICET).
Como reflejo de ellos, un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) revela que aproximadamente el 47% de la población sufre estrés económico, es decir, percibe insuficiencia de ingresos para cubrir necesidades básicas, cifra que supera el piso histórico del 35%.
Aunque la estabilidad económica y la desaceleración de la inflación mejoraron ligeramente la situación, el estrés económico se mantiene en niveles similares a 2022-2023. Esta condición afecta principalmente a los hogares de sectores bajos, especialmente en familias con niños.
A su vez, según un informe del Instituto Gino Germani, el 72% de los trabajadores argentinos gana menos de un millón de pesos mensuales, un ingreso insuficiente para cubrir la Canasta Básica Total (CBT).
El estudio indica también que el pluriempleo afecta al 12% de los ocupados, reflejando la necesidad de ingresos adicionales.
En este sentido, Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA, dijo a Infobae: “Hoy el escenario está planteado de modo tal que ya no se identifica al Estado como el responsable directo de la crisis o de la inflación, y mucho pasa por el equilibrio que cada familia logra entre ingresos y gastos, por el acceso al empleo y por la lucha cotidiana para conseguirlo. Para ciertos sectores, eso implica recurrir al cuentapropismo. Hay una ‘uberización’ del mercado de trabajo”.