Jugó en Boca y en San Lorenzo y hoy trabaja de noche como guardia de seguridad: “No me preparé para el retiro ni hice plata para salvarme”

Edilio Cardoso llegó a vestir la casaca del Xeneize en la era de Carlos Bianchi, aunque sus chances allí se diluyeron luego de que fuera apuñalado en una pelea a la salida de un boliche. Luego cimentó una carrera de 15 años en el fútbol argentino

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Tras el retiro trabajó como albañil y haciendo entregas para un camión de materiales
Tras el retiro trabajó como albañil y haciendo entregas para un camión de materiales

Jean Cardoso de Oliveira, conocido como Edilio, es un ex delantero brasileño con 15 años de carrera en el fútbol argentino. Llegó desde el Flamenghino de Alegrete a Boca Juniors en el 2001 con 18 años, para probarse en Cuarta División.

Su debut con la Azul y Oro fue en el 2003 en un equipo alternativo dirigido por Oscar Regenhardt que perdió 7 a 2 con Central en Rosario. El atacante integró el plantel campeón de la Copa Libertadores 2003 comandado por Carlos Bianchi. “Todo lo vivido en Boca fue maravilloso, prácticamente lo mejor de mi carrera”, cuenta Edilio Cardoso, que apenas disputó ese partido en la Primera del Xeneize.

Al tener competidores de alto nivel en su puesto como Marcelo Delgado, Guillermo Barros Schelotto y un joven Carlos Tevez hizo que fuera perdiendo terreno y debió regresar a la Reserva, donde competía con Mauro Boselli. Además, una lesión que sufrió en una de sus muñecas y el haber recibido una puñalada en una pelea a la salida de un boliche generó que el conjunto boquense lo marginara del plantel y le rescindiera el contrato.

Me apuñalaron en el hígado, me tuvieron que abrir y limpiar. Encima, me dejaron las tripas pegadas. Eso provocó que demorara un poco más la recuperación, ya que estuve ocho días internado y ocho meses sin poder jugar. La primera operación no sirvió para nada y prácticamente de la panza me sacaron un alien (risas). Gracias a Dios el médico me salvó la vida. Pero Boca me desacreditó totalmente”, revela en un mano a mano con Infobae desde Florianópolis.

Luego de su paso por el Xeneize, se desarrolló en Estudiantes de Caseros, Defensores de Belgrano, San Lorenzo de Almagro y Almirante Brown hasta que emigró por dos temporadas a Colombia para vestir las casacas de Boyacá Chico y Real Cartagena. En el 2011, regresó al Mirasol antes de pasar por el Pincha de Caseros otra vez, Barracas Central, Riestra, Midland y retirarse en Berazategui. “Se me acabó el fútbol y uno, a veces, no se prepara para cuando se termina”, remarca el hombre de 40 años.

- ¿Qué es de tu vida?

- Me retiré en el 2018 y con mi familia nos volvimos a Brasil, a vivir a Florianópolis. Trabajo de noche como vigilante de seguridad en un predio privado. Gracias al fútbol logré este laburo, ya que te va abriendo puertas. No me preparé para el final de mi carrera ni tampoco hice plata para salvarme. A esta altura, no queda otra que laburar.

- ¿Por qué elegiste Brasil?

- Unos amigos me dieron una mano y nos vinimos para Florianópolis. Hace tres años y medio que estoy viviendo acá. Me vine por un tema económico. Santa Catarina es una de las provincias que mejor está económicamente y está creciendo mucho. Cada vez viene más gente a vivir acá. Mis chicos no sabían lo que era jugar en la calle porque en Argentina no podían. Mi nene casi no vivió eso. Estuvo en un departamento, con un teléfono y la Play. Para mí, eso no era una infancia. Acá, juegan y salen a la calle todo el tiempo.

Cardoso, en la línea de los agachados, con la casaca de Boca
Cardoso, en la línea de los agachados, con la casaca de Boca

- ¿Pudiste hacer un buen colchón de dinero para vivir cómodamente un tiempo?

- No lo hice, porque en el Ascenso es complicado. Entre que te quedaban debiendo meses y te firman un contrato en negro es difícil hacer un colchón de dinero. Me retiré a los 35 años en Berazategui y fue una decisión un poco tempranera, pero ya estaba cansado del esfuerzo y la exigencia de este deporte. La plata ya no era la misma y me debían seis meses. Como no me alcanzaba, trabajé en un Uber para complementar. Cuando salí de Berazategui, hubo una posibilidad de renovación de contrato. Recibí ofertas, pero la plata era muy poca y no me convenía, así que no valía la pena continuar con futbolista.

- ¿Cómo fueron tus inicios con la pelota?

- Arranqué en Flamenghino de Alegrete, mi lugar de nacimiento. En 1997 estuve un mes en el Club Juventud Unida de San Pablo, pero luego hubo un problema con la dirigencia y tuve que irme. Tras dos años sin jugar, a los 18 se generó la posibilidad de venir a Buenos Aires para probarme en Boca, club en el que no llegué a tener contrato porque era chico pero tuve el honor de debutar en Primera y luego sufrí varias lesiones.

- ¿Cómo llegaste a probarte en el Xeneize siendo brasileño?

- Cuando jugaba para Flamenghino participé en el torneo Efipan de mi país. En dicho campeonato competían equipos locales y argentinos traídos por el observador de talentos, Ramón Maddoni. Entonces, él trabajaba con Boca y le pidió al presidente del club brasileño dos jugadores para llevarlos a probar al Xeneize, uno categoría 83, por eso me mandaron a mí, y otro 84 que fue Eduardo Nunes, que terminó jugando en Gremio. Cuando llegamos en noviembre de 2001, nos mandaron a una pensión en Villa del Parque en la avenida Nazca y nos abandonaron por dos días.

- ¿Quién los abandonó?

- Resulta que nos tenían que venir a buscar para que vayamos a hacer la prueba pero no aparecieron y no teníamos un peso para comer ni para pagar el hotel. Así que estuvimos un par de días comiendo galletitas con guaraná que nos sobró del viaje. Por suerte, Nunes se acordó de que tenía una tía en Buenos Aires que estaba de vacaciones en Mar del Plata, la llamó y se vino en auto hacía Buenos Aires para recogernos y llevarnos a su casa. Cuando nos instalamos, ella se comunicó con Maddoni por teléfono para decirle que nos fuera a buscar.

- ¿Qué dijo Maddoni?

- “Fue un malentendido”, y nos preguntó sí todavía queríamos hacer la prueba en Boca. Le dijimos que sí. Fuimos a la Candela para hacer la prueba con Jorge Griffa. Recuerdo que terminamos el partido, éramos varios chicos y el Maestro empezó: “Vos servís, vos no servís para jugar al fútbol, vos dedicate a otra cosa”.

- Qué duro escuchar eso, ¿no?

-Sí. Imagínate que al muchacho que estaba conmigo le dijo “vos no servís para este club”. Cuando escuché eso dije “yo acá no me quedo sólo ni loco”. Entonces, cada vez que me tocaba jugar lo hacia sin ganas para que Jorge me diera salida. De esta manera, agarraba la pelota y no se la daba a nadie; hacia lo que quería, me rebelé. Es más, cuando perdía la pelota no la recuperaba ni corría.

- ¿Griffa qué te decía?

- Me gritaba: “Edilio, si no corrés, no servís para el club”. Yo lo miraba de reojo pero ni bola le daba. Terminó el segundo partido y me fui del club. A la salida, me crucé con mi representante, Pedro Vilariño, que me preguntó “¿qué pasó?”. Le respondí: “Jorge me dijo que no sirvo para este club”. Pero al otro día Griffa llamó a Maddoni y le dijo que fuera a buscarme porque me quería en Boca y al final terminé quedándome solo (risas).

- ¿Qué balance hacés de tu paso por Boca?

- Jugué un partido en la Primera, en la derrota contra Rosario Central por 7 a 2 por el torneo local. En ese momento era dificilísimo jugar en ese equipo porque tenía como competidores a Antonio Barijho, al Chango Moreno, al Pollo Herrera, al Chelo Delgado, a Guillermo Barros Schelotto, Carlos Tevez, Pipa Estévez y a Julio Marchant, entre otros. La verdad que se me hizo difícil hasta desarrollarme en Reserva. Pero siento que tuve oportunidades y las aproveché. Debuté contra el Canalla en Rosario y a pesar del desastre que éramos como equipo, entré, le di un pase a Jonathan Fabbro y anduve bien.

En el Ciclón lo tuvo como DT al Bambino Veira, que lo rebautizó "Idilio"
En el Ciclón lo tuvo como DT al Bambino Veira, que lo rebautizó "Idilio"

- ¿Qué entrenador te hizo debutar?

- Carlos Bianchi era el entrenador de la Primera boquense, pero ese partido lo dirigió Oscar Regenhardt porque el Virrey estaba festejando con los titulares la obtención de la Copa Libertadores 2003 en La Bombonera. Al mes de mi debut no jugué ni en Cuarta ni en Reserva porque los partidos fueron suspendidos por el clima hasta que jugamos contra Vélez, empatamos 0 a 0, marqué un tanto pero me lo anularon y sobre el final del partido me rompí los ligamentos de una de mis muñecas, aunque seguí jugando igual. En la semana siguiente me hice estudios médicos porque se me había salido de lugar el huesito semilunar y me operaron de urgencia. Entonces, estuve más de tres meses sin jugar. De esta manera tuvo oportunidades de subir a Primera Mauro Boselli y yo fui perdiendo terreno.

- Al final, ¿por qué te fuiste de Boca?

- Luego de la lesión en una de mis muñecas me fui de vacaciones a mi casa de Alegrete y un día fui a bailar a un boliche junto con un amigo y nos peleamos con otros muchachos. En la trifulca recibí una puñalada en el hígado. A partir de ese momento, Boca dijo “ya está”.

- ¿Estuviste al borde de la muerte?

- Sí. Me apuñalaron en el hígado, me tuvieron que abrir y limpiar. Encima, me dejaron con las tripas pegadas. Entonces, debieron volver a abrirme y nuevamente pasé por el quirófano para acomodarme el estómago. Al dejarme la tripa pegada provocó que se demore un poco más la recuperación, ya que estuve ocho días internado. Según el médico, la primera operación no sirvió de nada y prácticamente de la panza me sacaron un alien (risas). Gracias a Dios, ese médico me salvó la vida pero Boca me desacreditó totalmente.

- ¿Boca te dejó de lado?

- Sí, estuve ocho meses sin jugar y me dejó libre. Por intermedio del empresario Eduardo Rosetto recalé en Estudiantes de Caseros, donde llegué a jugar 10 partidos y marqué cinco goles. En ese club cobraba dentro de todo bastante bien, porque mi agente ponía una plata para incrementar mi sueldo y de cierta manera con la idea de fomentar mi trabajo.

- Luego, ¿tuviste revancha en Primera División al llegar a San Lorenzo de Almagro?

- Sí. A los seis meses pasé a San Lorenzo, donde cobré linda plata, pero era chico y capaz que no estaba con los pensamientos ajustados (risas). Tuve revancha, pero también jugué un solo partido en la máxima categoría y varios en Reserva. Me faltó un poco suerte porque al principio Héctor Veira no me dio bola ya que me llevaron como una apuesta y el entrenador prefería apostar a los experimentados. Cuando empezó a verme jugar se dio cuenta de que tenía condiciones. El día que me puso ya era tarde porque el equipo pasaba un mal momento y no le ganaba a nadie. Me hizo debutar contra Argentinos Jrs en la derrota por 2 a 0. Estuve en cancha durante 60 minutos pero cuando el Santo pierde por la Copa Libertadores queda eliminado, echan al Bambino y asume Gabriel Rodríguez, a quien tuve en Reserva. Cuando asumió, lo primero que hizo fue separarme del plantel y me tuve que ir.

- ¿Es cierto que tras tu salida del club de Boedo dejaste de cuidarte físicamente?

- Sí, no me cuidaba tanto y encima me agarró una especie de rebeldía. Cuando llegué a Boca era chico y me cuidaba. Ese club me pagaba 300 pesos, mi representante otros 300 y con esto me alcanzaba para las cosas del día a día, pero para nada más. En Boca nos daban de comer pero necesitaba ropa, jabón por ejemplo. En tanto, en el Ciclón estaba enfocado y metido pero me decepcionó; Rodríguez me limpió de una manera que me dolió anímicamente. Luego, me fui a Defensores de Belgrano y los entrenadores Ricardo Giusti y Eduardo Lagunas me sacaron cuando estaba bien. A partir de ese momento, me agarró una rebeldía y comencé a hacer cagadas. Llegaba a entrenar amanecido porque me empezó a gustar la joda, salía mucho hasta qué conocí a mi esposa y me acomodé bastante. Pero fueron dos o tres años en los cuales no fui tan profesional, los regalé.

Tuvo dos etapas en Almirante Brown
Tuvo dos etapas en Almirante Brown

- ¿A qué edad fue?

- A los 23 reencaucé mi vida. Pero estaba gordo y tuve una relación de amor y odio con Blas Giunta, entrenador de Berazategui. Éramos cinco que estábamos pasados de peso, y antes de la pretemporada nos dijo “quiero que vuelvan con cinco kilos menos y el que no adelgace, acá no va a jugar”. Pero yo volví con cinco kilos de más (risas) y me bajó de la pretemporada. Estuve un mes entrenando solo con un preparador físico del club y en 30 días, bajé 10 kilos porque estaba re gordo. Después por mi forma fisica me mantenía dos kilos por arriba de mi pase porque mi cuerpo había cambiado y no era el mismo.

- ¿Por qué llegaste a tener tantos kilos de más?

- Por mi mala vida, por los excesos, la comida y el chupi. No comía balanceado como debía ser. Más allá de ir y correr una pelotita, como profesional debés cuidarte físicamente y en esos tres años no lo hice. Además, con lo poco que cobraba, ayudaba a algunos amigos que lo necesitaban. Encima, no tomaba buenas decisiones porque me patinaba el dinero, ya que lo usaba para mí pero no ahorraba. Por suerte, luego encaminé mi vida y volví a jugar. Me fui a Colombia donde pude disfrutar y vivir varios años del fútbol, hasta qué regresé para jugar en el Ascenso y retirarme en el 2018.

- ¿Cómo atravesaste el post retiro?

- Se extraña jugar, y encima veo a ex compañeros como Sebastián Penco y Martin Ríos que siguen jugando, pero la verdad que cuando tomé la decisión de colgar los botines ya lo venía pensando con mucho tiempo de antelación. Cuando te encontrás arriba de los 30 pirulos y ves que el fútbol mas que un contrato anual no puede darte, decís “¿que hago ahora?”.

- ¿Y con qué te encontraste?

- Con mi familia. Mi esposa fue un pilar muy importante como sostén, mostrándome el camino y que el fútbol no se acababa ahí, aunque era lo único que sabía hacer. Empecé a los 5 años a patear la bola. A los 18 me fui a la Argentina para jugar en Boca, que es un mundo espectacular pero por malas decisiones que tomé y lesiones que sufrí fui decayendo. Igualmente, no me quejo de la carrera que tuve y de los clubes en los que jugué porque la pasé muy bien, pude vivir del fútbol, y lo disfruté mucho.

- ¿Ni bien colgaste los botines, a qué te dedicaste?

- Me retiré en agosto 2018 y me quedé en Argentina hasta diciembre del mismo año. Terminó mi contrato con Berazategui y no renové. Posteriormente, me fui a jugar a la liga de Luján a un equipo amateur, entrenábamos dos veces por semana y la exigencia no era la misma que en Primera por obvias razones. Al mismo tiempo ya tenía la decisión tomada que iba a volver a Brasil, donde me habían prometido un trabajo en una empresa como arreglador de gas, sabiendo que no existe el gas natural, allá sino todo en botellas. Cuando llegué a Florianópolis, mi amigo me falló y fue muy difícil acomodarme. Todo lo que tenía en Buenos Aires lo vendí, ahorré algo plata para aguantar tres meses y me lo fui gastando para sobrevivir.

- ¿Qué pasó luego de ese tiempo?

- Comencé a trabajar en una obra en construcción de albañil durante un año. Luego, ingresé como ayudante en una empresa de camiones, haciendo entregas para un corralón de materiales. Allí estuve durante 15 meses hasta que me contrataron como vigilante. Hoy, gano mucho mejor en un trabajo que es más tranquilo y laburó 12 x 36. Además, junto a mi mujer y dos socios más abrimos un bar.

- ¿Te cambió la vida el hecho de volver a tu país?

- No pensaba volver. Soy brasilero y es un orgullo mi país, pero a la Argentina la sentía como propia y Buenos Aires es mi ciudad. Mi mujer es radióloga y en ese momento estaba sin trabajo, y las cosas estaban difíciles. Así que decidimos probar suerte en Florianópolis. Al final mi amigo me incitó a venir pero no cumplió con su palabra, aunque me hizo un favor, porque si nos hubiésemos quedado en la Argentina con la pandemia hubiera sido toda más complicado.

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