La historia de superación de Braian Toledo: de dormir en el piso y no tener para comer a ser uno de los deportistas más destacados de Argentina

El lanzador de jabalina sueña con estar en Tokio 2020 tras su lesión y repasa las dificultades de su infancia. “Encontré llorando a mi mamá con ocho años y me dijo: ‘Lloro porque no sé qué les voy a de comer mañana’. La abracé y le dije yo te voy a ayudar”, relata

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“No sé qué voy a darles de comer mañana”. Esa frase transformó la vida de Braian Toledo. El deportista argentino especializado en lanzamiento de jabalina todavía recuerda con claridad cuando a los 8 años espió una noche a su mamá y la encontró llorando desconsolada. “Le pregunté qué le pasaba y no me decía. Le insistí hasta que me dijo: ‘Lloro porque no sé qué les voy a de comer mañana, a vos y a tu hermana’. La abracé y le dije: ‘No te preocupes, estamos todos bien, estamos juntos, yo te voy a ayudar”.

Aquella casilla de madera sin agua corriente fue el refugio en el que se moldeó una de las grandes gemas del deporte argentino, que cuenta con una beca de la Secretaría de Deportes de la Nación y logró la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara en 2011. Las complicaciones en las que se crió no fueron una barrera: trabajó de albañil y hasta pasó noches en vela haciendo la tarea de sus compañeros de clase que le pagaban 25 centavos, dinero con el que él compraba el pan del día siguiente para su familia.

La jabalina lo descubrió a él. Un profesor de colegio le mostró el deporte y nunca se separaron. Con el tiempo se convirtió en el mejor lanzador de jabalina de la Argentina, en un atleta de elite. Y pudo construirle una casita a la familia. La jabalina le permitió transitar cosas impensadas, como los largos meses de entrenamientos en los que se traslada a Finlandia para estar bajo el ala del mejor técnico de su deporte del mundo, Kari Ihalainen. Al mismo tiempo, estudia a distancia Marketing y Publicidad Digital en la universidad. En Marcos Paz, a pocas cuadras de la precaria vivienda donde empezó todo, Braian dice que después de tirar de su familia y de sus pocas oportunidades hasta llegar a lo más alto, su nueva tarea es aprender a disfrutar. A pesar de los golpes y las ganas de abandonar todo, con un sacrificio enorme, el joven logró llegar a lo más alto.

A los 26 años, su historia de vida es sinónimo de superación. A pesar de que un esguince en el tobillo derecho lo dejó sin la chance de participar en los Panamericanos de Lima de este año, su objetivo está puesto en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

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— ¿Cómo estás después de la lesión?

— La verdad que muy bien. Muy feliz de la rehabilitación que vengo haciendo con el equipo médico de la confederación Argentina de atletismo. Ya llevo casi cuatro meses desde la cirugía y estuve 75 días con muletas. Después empecé a caminar y hace muy poco empecé a andar en bicicleta, natación, pero muy poco, cuando me molesta un poco el pie aflojo un poco y vuelvo a empezar.

— Habrá sido difícil...

— Sí, la verdad que sí. Como todo, es un balde de agua fría, creo que hasta que uno puede canalizar lo que te pasó y transformarlo en algo positivo lleva tiempo. Esta lesión me hizo estar más tiempo en Argentina, compartir con mis amigos, mi familia. Hace 15 años que solamente descansaba un mes por año y entrenaba 11 meses, y así todos los años hasta este año que voy a estar 6 meses, 7 meses, “descansando”, rehabilitando y recuperando.

(Crédito: Santiago Saferstein)
(Crédito: Santiago Saferstein)

— ¿Cómo fue tu infancia?

— La verdad que yo tuve una infancia muy feliz. De niño me la pasaba jugando a la pelota, trepaba a los arboles, andaba en bicicleta, pero cuando fui un poco más consciente de cómo vivía, la verdad que tuve una infancia muy difícil en la parte material, económica. Cómo vivíamos de ropa, de comida... Faltaba todo en casa. Mi mamá fue una mujer que laburó toda su vida, pero laburaba por el plato de comida, se iba a las seis de la mañana y venía a las diez de la noche.

— ¿De qué trabajaba?

— Limpiaba casas. Me di cuenta a los 10 años que éramos pobres. Generalmente yo no me daba cuenta porque casi todos los vecinos éramos iguales, excepto algún que otro que tenía mejor condición. Fue feliz mi infancia con estas carencias pero cuando me di cuenta que las tenía quise cambiarlas desde mi lado, ayudar a mi vieja de alguna manera.

— ¿Cómo te diste cuenta?

— Una madrugada yo me levanto a hacer pis y la encuentro a mi mamá llorando en el comedor de la casilla que vivíamos. Le pregunté qué pasaba y no me quiso decir hasta que insistí tanto que me terminó diciendo, y me dijo que no sabía qué iba darme de comer a mi hermana y a mí al otro día. Creo que era un sábado o un domingo, y ahí fue que la abrace y le dije que la iba a ayudar, que no se preocupara, que cuando sea grande le iba a hacer una casa, etc. Mi mamá se reía porque tenía 9 años, no lo tomas tan en serio, pero bueno ese día me lo tomé totalmente en serio.

— ¿Qué cambió dentro tuyo?

— La responsabilidad, querer salir adelante, querer ayudar a mi mamá a que no sea ella sola la que empuje esto. Ayudarla con 9 años con lo que pudiera. En ese entonces lo que hacía era vender dibujos en la escuela. Completaba la carpeta de dibujo de mis compañeros, trabajos prácticos que hacía, me pagaban 25 centavos o 50. Compraba el pan, la azúcar, la yerba, lo que podía cuando volvía de la escuela, mi mamá se enojaba un poco pero me sentía feliz de hacerlo, después jugaba al fútbol, quería ser el mejor en lo que hacía.

(Crédito: Santiago Saferstein)
(Crédito: Santiago Saferstein)

— ¿Recordas esa noche que dijiste “quiero cambiar mi estilo de vida”?

— Lo que agarraba lo veía como una oportunidad. El fútbol lo veía como una oportunidad, el dibujar también, el estudiar claramente que también. Trabajar era una opción también, pero mi mamá quería que estudiara y que no trabajara. Así que en todo lo que hacía quería ser el mejor. Y me acuerdo que mi abuelo me había dicho una frase cuando yo era muy chico que ahora, de más grande, la entiendo: que haga lo que haga tengo que ser el mejor. Si soy el barrendero, ser el mejor barrendero; que valga por lo que haga no por qué posición. Todo trabajo es digno. Destacarte en lo que hagas. Lo tomé muy en serio mientras fui creciendo y quería ser mejor en lo que sea. En ese transcurso a los 10 años se cruza el atletismo en mi vida y dije bueno…

— ¿Cómo se te cruza?

— Por medio de un profesor en la escuela que daba clases de atletismo. Vio las condiciones mías en lanzamiento y me dijo tenés que venir, tenés que venir. Me volvió loco hasta que me convenció para ir y terminó atrapándome. Me encantó hacerlo y hoy en día es mi pasión. Ahí dije quiero ser el mejor en jabalina para poder ayudar a mi familia. Eso se volvió real a los 15 años; le pude hacer la casa a mi vieja.

— ¿Fue un sacrificio todo lo que hiciste?

— No lo veo como un sacrificio, lo veo como inversión, lo veo como una cuota de inversión hacia el futuro. Tenía solamente 10 años pero era consciente de lo que quería y qué quería cambiar en mi vida. Valía más ver a mi familia en una mejor condición que perder tiempo con mis amigos. Lo digo bien, sin ofender a mis amigos el día de hoy. Saben por qué lo digo y, la verdad, que ponía lo mejor en mí y perdía el tiempo con ellos. Tiempo que perdí, que no vuelve, pero valió la pena. Hoy en día a todos los jóvenes que estén del otro lado queriendo seguir un sueño y piensan que pierden algo, que no lo vean así, que lo vean como una inversión hacia el futuro. Están invirtiendo en ellos mismos. En mi caso es una cadena de consecuencias. Puedo ayudar a mi familia a vivir mejor, a que no les falte nada, hoy le pude pagar el estudio a mi hermana, en un futuro a mi hermano. Si yo no hubiera sido un soñador desde joven, desde los 8 ó 10 años, no hubiera sido posible. Teniendo la misma condición capaz que hubiera intentado trabajar, ayudar de otra manera sin perseguir mi sueño. Mi hermana tampoco hubiese podido estudiar. Solamente no son personajes que cambian su estilo, sino que cambian generaciones. Ya la generación de mi hermana va a ser una generación con un título, para una docente va a trabajar. A los hijos de ella, les va a inculcar el estudio. No cambié mi vida solamente, sino que cambié la de mi familia entera.

— ¿Te imaginabas cómo iba a cambiar tu vida?

— No, claramente que no, para nada, ni cerca, pero sí estaba convencido de que podía hacer algo diferente. Más en un país tan futbolero como el nuestro, un lanzamiento de jabalina ¿qué hace este loco, por qué no se va a patear una pelota? Sí, pateaba la pelota también pero quería hacer algo distinto al resto y bueno cuando Gustavo, mi ex entrenador, me propone este proyecto ambicioso, creí en él, él creyó en mí y lo volvimos real. En mi casa cuando fui creciendo tenía una cama que era chica, obviamente, tuve que bajar el colchón al piso porque no podía dormir más en la cama porque tenía dos soportes en las esquinas. Entonces a partir de ahí en los viajes yo bajaba el colchón al piso porque no podía dormir en la cama y los entrenadores ahí empezaron a conocer un poco más mi historia, mis compañeros también. Ya con el tiempo cuando yo iba a los viajes ellos me sacaban la cama y dejaban el colchón en el piso cuando yo llegaba. Yo sabía que ellos mismos hacían eso por mí, bueno hoy en día me acostumbré a dormir en una cama normal, pero tampoco me hace mal dormir en otro lugar.

—¿Que aprendiste estos años?

— Se trata de sentirse feliz primero, de superarse y eso te va a llevar a darte la posibilidad en un lugar diferente. Entonces yo pienso que el que es albañil es igual, cualquiera puede llegar a donde quiere llegar y no se trata de recorrer el mundo ni ser famoso, se trata de otras cosas. Se trata de ser feliz y de poder dar una mano al que tenés al lado tuyo, a esa persona que necesita algo, ayudarlo con lo que puedas. Yo creo que ayudar cuando no tenés mucho es ayudar realmente, porque si vos ayudas cuando te sobra realmente ayudas porque te sobra, pero cuando ayudas cuando tenés lo justo, cuando llegas ahí, eso es realmente ayudar con el corazón y eso lo vas a sentir adentro tuyo como algo tan gratificante que no se compara con nada. Cuando veo cualquier trabajo, todos son dignos, no es fácil nada como vos decís claramente. Muchos chicos que están en la situación que yo estuve hace muchos años –y peor también lamentablemente–, que crean en ellos y que persigan un sueño. Que se aferren a lo que más amen como si fuera lo único que tienen en la vida y así van a poder salir. Fue lo que yo hice y me funcionó. Estoy seguro que a todos les va a funcionar es la única manera, con sacrificio, dedicación, disciplina y constancia. Lamentablemente, en el camino vas a perder muchas cosas. Yo perdí mucho tiempo de muchas personas que quiero, que amo, pero que hoy en día valió la pena porque gracias a ese esfuerzo no solamente ayudo a mi familia, sino que a muchas más familias. Lo que te decía: los merenderos que colaboro o casas, la verdad que son muchos más. 100, 200 nenes que puedo ayudar, cuando el sacrificio fue mío ¿no? De sacrificar amistades, tiempo con mi familia, con mis hermanos, mis ahijados... Veo a mi ahijada cada vez que la veo y cada vez está más grande, dentro de poco la voy a ver y va a tener 15 años. Entonces es muy importante el tiempo, creo también es invertirlo bien, yo no creo que sea perder sino inversión.

— ¿En algún momento te cansaste ?

— No, nunca desistí de lo que quería. Muchas veces hay muchas frustraciones hasta llegar. Con los años entendí que tenemos más fracasos que éxitos en la vida y la verdad que el que llega es el que es constante. Que un fracaso no sea lo que te desilusiona o te desmotive, sino que sea todo lo contrario, que sea algo que te motive y te impulse más. En mi caso un ejemplo de lo que yo hago: 10 torneos al año en 7 me va mal, en 2 más o menos regular y con suerte en el mundial me va bien. Una marca es la que vale. Sacas un poco el promedio de que somos animales de constancia, de disciplina, de dedicación, de no renunciar cuando todo va mal, pero capaz que estás ahí nomás de llegar a lo que vos querés y abandonaste. No, seguí y seguí que tarde o temprano va a llegar, va a llegar porque toda constancia tiene un resultado.

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— ¿Te cambió que te reconozcan y ganar dinero?

— No, porque la verdad que de no tener nada a después tener todo creo que yo siempre tuve todo adentro mío. Nunca fui pobre de mente, siempre creí en mí, fui agradecido, siempre amé a mi familia. No me faltaba mucho más que lo material o una condición de vida más digna, pero con respecto a eso no, porque siempre traté de mantener los pies sobre la tierra y como te dije antes somos todos iguales. A mí no me diferencia. Yo no me siento diferente a nadie, pero sí soy muy agradecido por estar acá charlando con vos, las oportunidades que me brinda la vida, porque sé que del otro lado seguramente esté escuchando algún joven y diga “bueno, mañana voy a superarme en esto”, porque alguien lo pudo hacer y yo soy una realidad de que se cumplen las cosas cuando uno se ensaña en hacerlas bien.

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