Desde que Chico César publicó su primer disco en 1995, grabado en vivo y producido de manera independiente, quedó claro que marcaría un hito en la música popular brasileña contemporánea. En esos creativos años 90, junto a Lenine, Otto, Zeca Baleiro, Chico Science y Marisa Monte entre otros, este cantautor nacido en el pequeño estado norteño de Paraiba encabezó un recambio generacional de cara al siglo XXI.
En tres décadas, ha construido una sólida obra musical. Algunos de sus temas fueron versionados por icónicas figuras de la música de su país, como Maria Bethânia, Elba Ramalho y Daniela Mercury, pero en Argentina y España una canción en particular, “A primera vista”, trascendió hasta convertirse en un mini clásico de la música popular de este tiempo. A través del cantautor canario Pedro Guerra y mucho más notoriamente en Argentina a través de Pedro Aznar, “A primera vista” -jugando con las palabras de una frase trillada- enamora.
En diálogo con Infobae Cultura, desde su casa en San Pablo (”la mejor ciudad del mundo para vivir, en mi opinión”, aclara), Chico César cuenta en un cadencioso portuñol la historia de esa canción y cómo llegó a lo que es. “Fico muito feliz. Cuando creé esa música todavía no tenía discos y no sabía que iba a grabar discos. Y creo que soñaba con tocar para un máximo de 200 personas en una sala. Estoy muy agradecido a los Pedros y, particularmente, a Pedro Aznar, porque esa canción se tornó una música icónica del repertorio suyo, ¿no? Siento que cuando él canta, el público lo agradece”.
La entrevista sucede a pocos días de que Chico César vuelva a Buenos Aires, esta vez para presentarse el sábado 14 de diciembre en La Trastienda con los músicos argentinos Rojobarcelo (la cantante y compositora Maria Barceló) y Blanca (el baterista y productor, integrante de La Bomba de Tiempo, Esteban Blanca) . Juntos, conforman el trío que dio a luz el disco Belezas Pra Nós, cuya génesis tuvo lugar en Uruguay, en plena primera cuarentena.
“Fuimos invitados para hacer un show benéfico, pero luego me quedé 10 días más en Montevideo y ahí me agarró la cuarentena. Nos conocimos y empezamos a ficar juntos, a juntarnos a comer y a tocar. Hicimos un pequeño núcleo. Así que fueron apareciendo unas canciones y creo que fue una manera que encontramos para vivir mejor la pandemia en aquel momento, en aquel aislamiento. Y vivir creativamente es una propia forma de negar la muerte traída por la pandemia. Era crear, dar vida a cosas que aún no existían, que eran estas canciones”.
Al margen de este disco, la vida y el relato que hace de ella este hombre de 60 años recién cumplidos, apasionado de la música y los libros, merece ser reflejado en los párrafos a continuación. Sus primeros empleos en una tienda de discos de Joao Pessoa, un extraño cruce con Nick Cave en pleno San Pablo y el recuerdo de la generación de los 90 en Brasil, resaltan en esta conversación.
—¿Es verdad que trabajaste en una disquería cuando eras adolescente?
—Sí, trabajé en una disquería y librería dos veces en mi vida. Una de los ocho a los 15 años en mi ciudad. Era un un niño, una crianza. Ahí tengo una parte muy importante de mi formación como lector de libros y también como una persona que escuchó música de todo mundo: desde Kraftwerk hasta Luis Gonzaga y Jackson do Pandeiro, los grandes de nordeste y Jackson Five, Donna Summer... Con nueve años, ya participaba de un grupo con amiguitos un poco más grandes. Se llamaba Super Mirim y éramos como una banda de baile.
Hay registro de eso, porque mi patrón -el dueño de la disquería- nos fotografiaba y grababa. Yo vivía con él y su familia porque yo era de una zona rural. Entonces eran varios kilómetros para ir y venir a la ciu.dad. Entonces mi patrón me invitó a vivir en su casa, quedaba a 200 metros de mi escuela. Viví ahí con él hasta los 14 años, porque a los 14 mi familia vino a vivir a la ciudad también. Luego trabajé en otra disquería aquí en San Pablo. Se llamaba RPM, en Vila Madalena.
—Lindo barrio.
— Sí, sí... Después conseguí un trabajo como jornalista, periodista, en la Editorial Abril como copydesk y revisor de textos.
—Y en esa época por Vila Madalena ¿No te cruzaste a Nick Cave? (N. de la R.: vivió en San Pablo entre 1990 y 1993 aproximadamente)
—Si! Vi a Nick Cave en el barrio. Yo estaba en casa con otros amigos y me tocó ir a comprar algo para comer. Entré y mientras estaba comprando, llegó el tipo muy blanco con pelo negro, jeans y una camisa blanca. No hablaba portugués pero tenía un papelito escrito y preguntó si tenían ensalada... Volví y les conté a mis amigos, no me quería creer. Después lo vimos un par de veces más, él manejando un Volkswagen, un Fusca azul (N. de la R: con ese nombre se conoce en Brasil al modelo llamado aquí “Escarabajo”). Una noche fuimos a un recital por ahí cerca, en Pinheiros, y ahí estaba en la puerta: ¡el mismo tipo flaco, alto, muy blanco y con el pelo negro y lacio! (risas). No lo dejaban pasar, y él les decía “Soy Nick Cave”. Tuvimos que hablar con el encargado de la puerta para que lo deje pasar...
—Formas parte de una camada de músicos y cantantes que en esos años 90 cambiaron el panorama de la música de Brasil: Chico Science, Lenine, Marisa Monte, Fernanda Abreu, Vitor Ramil... ¿Qué pasó en ese momento para que aparecieran todos juntos?
—Es una generación, mi generación, que trajo las regionalidades de Brasil y las llevó a un contexto universal. Tienes a Fernanda Abreu trayendo el funky de Río de Janeiro, a Vitor Ramil trayendo la música del sur desde Porto Alegre, a Chico Science trayendo el maracatú de Pernambuco y a Carlinhos Brown trayendo la música de Bahía. Y también a Lenine, que ya estaba en Río, pero que también trajo un modo nuevo de hacer canciones, con sus raíces pernambucanas. Todos teníamos una base regional muy fuerte, pero que a su vez quería dialogar con lo universal, en ese ambiente de una especie de world music. Ahí era donde entrábamos en los festivales de Europa, mediante la vía de la world music. Somos una generación que trajo una autoestima fuerte para la juventud: ser brasileños y parte de una cultura urbana global. Las músicas regionales, con sus vestidos y con los timbres de las canciones folclóricas se cruzaron con los grooves y las máquinas disponibles. Todo sucedió al mismo tiempo, fue mágico.
[Fotos: Gastón Gadda; archivo Red Hand Files; prensa Chico César]