El sábado 12 de agosto de 2023 recibí un mensaje por WhatsApp. Era un audio de Roque Di Pietro, editor de Vademécum. Fue al hueso: quería un libro sobre Enrique Villegas, que funcionara como una biografía del Mono, pero que estuviese construida en base a testimonios de un amplio abanico de personas; que el perfil del protagonista fuese apareciendo a través del relato de gente que alguna vez se vinculó con él o que fue impactado por su música. Roque me preguntó si quería hacerme cargo del proyecto (que lujo, ¿no?).
Lógicamente, acepté enseguida.
Lo primero que hice fue armar una lista con posibles entrevistados. Luego, entre mis archivos, encontré charlas relacionadas a Villegas con personas ya fallecidas (Alfredo Radoszynski, Nano Herrera, Horacio Chivo Borraro y Selma Henry) que podría utilizar en el proyecto. Poco después, empecé con los mensajes y llamadas. Algunos me enviaban un audio con sus historias, otros me pedían un cuestionario para responder; hubo también numerosos encuentros en persona y comunicaciones al Uruguay (Julio Frade, que cuenta una experiencia con Enrique en Montevideo casi desconocida en Argentina) y Estados Unidos (Lalo Schifrin, Fernando Gelbard y Carlos Franzetti).
De a poco, y a través de múltiples voces, iba a emergiendo una biografía (una de las tantas posibles, quizás) de Enrique Villegas.
No conocí personalmente al protagonista de este libro y nunca presencié uno de sus conciertos. Como cualquier persona interesada en el jazz que haya vivido en este país durante el último medio siglo, conozco la música de Enrique Villegas y la mitología que lo rodea. Sin embargo, ni bien comencé con esta investigación, me encontré con un artista y un personaje que —a pesar de que ya pasaron casi cuarenta años de su muerte— todavía despierta tanto cariño y adhesiones como rechazo a su personalidad sin filtro y cierto menosprecio hacia su música. No obstante, unos y otros, en algo coincidían: Villegas era un personaje con todas las letras, alguien que trascendía el terreno de lo musical a través de sus monólogos en medio de los conciertos, su corrosivo sentido del humor y el modo totalmente incorrecto en que expresaba sus opiniones, imposible de pensarlo en el siglo XXI.
Fui descubriendo que, de alguna manera, Villegas inventó su propio marketing, algo inédito para un músico de jazz argentino (de hecho, ningún artista de nuestro jazz ha sido tan popular como él; estas páginas intentarán ser, entre otras cosas, una muestra de eso). El Mono ejerció el stand-up sin saberlo y mucho antes de que el concepto esté plenamente consolidado en el mundo del espectáculo.
Otra sorpresa fue ahondar en el “período norteamericano” de Villegas, gracias a un contrato con la Columbia para grabar en Estados Unidos. Un episodio —otro más— sin precedentes en el jazz argentino. Aunque a veces se intente minimizar esta historia debido a la escasa repercusión de sus discos made in USA, el Mono estuvo ahí, involucrado en la primera línea y en la edad de oro del género, intentando hacer lo suyo en Nueva York, el lugar donde se cocinaba aquella música con resonancia planetaria. Este libro también quiere ser un testimonio documental del paso de Villegas por el corazón del negocio del jazz a mediados de los 50 en Estados Unidos.
De regreso a la Argentina, en el primer lustro de los 60, comenzaron sus presentaciones en la avenida Corrientes. También tocó en el Colón y, ante 20 mil personas, en la cancha de Vélez (Rhapsody in Blue junto a la Sinfónica Nacional dirigida por Jacques Bodmer).
El Mono logró lo imposible para un músico de jazz que desarrolla su carrera en Argentina: lo seguía mucho público. Creó la necesidad de que “hay que ir a ver a Villegas”. La gente lo saludaba en la avenida Corrientes o mientras viajaba en subte. Lo reconocían personas que no necesariamente estaban familiarizadas con su música.
Tenía —lo dicen los especialistas en las páginas que siguen— una sólida formación académica. Podía tocar jazz, tango, folklore o música clásica. Era cinéfilo (una película por día en una sala a oscuras, ¿por qué no?) y le encantaban las mujeres (pero su vida sentimental era un misterio). Un gran bohemio abstemio que no fumaba y anotaba cada peso que gastaba. Una personalidad austera que vivía con dos pianos de cola, pilas de diarios viejos, libros y partituras.
El retrato de Villegas que presenta este libro quedó conformado por una polifonía de opiniones, reflexiones y anecdotario en la voz de familiares, amigos e hijos de amigos, músicos, ingenieros de grabación y periodistas. Además, se incluyeron reproducciones facsimilares de piezas periodísticas aparecidas entre las décadas del 40 y 80: un pantallazo acerca del interés que el pianista despertó en medios gráficos musicales (Sintonía, Jazz Magazine) y generalistas (Gente, Humor) prácticamente desde el inicio de su carrera.
Por último, y a modo de apéndice, reproducimos un puñado de artículos de los principales diarios porteños publicados los días posteriores a la muerte de Villegas. La intención fue, por un lado, graficar de qué manera el Mono estaba presente en la agenda mediática del país; por otro lado, estas líneas se están escribiendo semanas después de la muerte de Santiago Giacobbe y Néstor Astarita. Causa estupor enterarse que ningún diario de Buenos Aires dedicó unos centímetros impresos a comentar el fallecimiento de estos músicos. La nostalgia por la época en que la música popular era comentada y debatida en medios masivos es inevitable.
Disfruté mucho en la realización de este libro; desde que me sumergí en su historia, esta leyenda de nuestra cultura llamada Enrique Villegas tomó una nueva dimensión para mí. Ojalá que algo de ese perfume llegue a los lectores y los conduzca a la música del Mono.
[Fotos: Gentileza editorial Vademécum]
* El libro Mono. Buscando a Enrique Villegas se presenta el sábado 6 de julio a las 15.30 hs. en Bebop Club (Uriarte 1658, C.A.B.A.), con la participación del autor junto a Manuel Fraga, Carlos y Humphrey Inzillo.