¿Los sensores de aire pueden mantener a salvo las oficinas durante las pandemias e incendios forestales?

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NUEVA YORK — Cuando el humo de los incendios forestales empezó a cubrir Nueva York en junio, los empleados de Skidmore, Owings & Merrill, un estudio de arquitectura y diseño del bajo Manhattan, tenían una vista panorámica de la crisis en progreso. Desde sus mesas, a casi 30 pisos del suelo, veían cómo el cielo pasaba de un azul pizarra brumoso por la mañana a un gris sucio al mediodía. A media tarde, contemplaban un horizonte de otro mundo.

“Era de un naranja apocalíptico”, comentó Charles Harris, arquitecto de la empresa.

Sin embargo, en el interior de la oficina, el aire fresco salía de los conductos de ventilación del techo y grandes pantallas tranquilizaban a los empleados: “La calidad del aire interior es muy buena”.

La evaluación se basaba en las lecturas de los sensores de calidad del aire interior que registraban en tiempo real los niveles de contaminantes, incluyendo las partículas finas que hacen tan peligroso el humo de los incendios forestales. Los sensores se habían instalado durante la pandemia, pero ahora estaban demostrando su eficacia en medio de una nueva emergencia de calidad del aire.

“Podemos decir definitivamente a todos los que trabajan aquí que pueden venir a la oficina sin peligro”, afirmó Chris Cooper, socio de diseño de la empresa.

En Estados Unidos, la calidad del aire interior está poco regulada y, una vez que el edificio está en funcionamiento, los ocupantes suelen tener poca información respecto a si el aire que respiran es seguro.

Los sensores de calidad del aire interior hacen visible lo invisible. Las empresas de diseño e ingeniería, de las primeras en adoptar esta tecnología, afirman que la pandemia despertó el interés de los clientes, que la utilizan para controlar la calidad del aire en tiempo real, optimizar el consumo de energía, y atraer a inquilinos y empleados cautelosos ante el coronavirus.

“Creo que surgió la idea de que los ocupantes querrían conocer los datos sobre la calidad del aire interior”, aseguró Gideon D’Arcangelo, diseñador de Arup, empresa mundial de diseño e ingeniería. “Y también estamos en un punto en el que la tecnología puede facilitar esa información”.

Aun así, para sacar el máximo partido de la nueva tecnología habrá que superar viejos obstáculos a la mejora de la calidad del aire interior, como el envejecimiento de las infraestructuras del país y la falta de reglamentación. El interés podría desvanecerse ahora que la fase de emergencia de la pandemia ha terminado, según los expertos.

Y un sistema de sensores no es una solución sencilla. “Es una gran herramienta”, afirmó Harris. “Pero aún estamos aprendiendo qué hacer con ella”.

Precauciones pandémicas

Skidmore, Owings & Merrill, conocida como SOM, no solo alquila espacio en el rascacielos del 7 World Trade Center, sino que diseñó todo el edificio después de que el World Trade Center original fuera destruido en los atentados del 11 de septiembre. Debido a esa historia, los arquitectos dieron prioridad a la salud y seguridad, incorporando elementos como escaleras muy anchas para evacuaciones de emergencia.

Este énfasis en el bienestar se extendió a la calidad del aire interior, y la empresa, que comenzó a diseñar su propia oficina en 2019, ya estaba investigando acerca de los sensores cuando llegó la pandemia de COVID-19. “La pandemia aceleró muchas de estas conversaciones”, aseguró Cooper, quien dirigió el diseño de la oficina.

La empresa instaló un sistema que rastreaba las partículas, los compuestos orgánicos volátiles y el dióxido de carbono, un indicador importante durante la pandemia. Dado que los seres humanos exhalan dióxido de carbono, los niveles de este gas pueden acumularse cuando las personas se reúnen en espacios interiores. Los niveles elevados de dióxido de carbono pueden ser señal de que un espacio no está suficientemente ventilado y de que, si hay una persona con COVID-19, también podrían acumularse partículas de coronavirus.

Cuando se inauguró la nueva oficina en 2021, Amy Garlock, arquitecta de SOM, estaba nerviosa por volver. Cada vez que se tomaba un café, comprobaba el panel de calidad del aire junto a la despensa de la oficina. “Siempre estaba bien”, relató. “Eso me hacía sentir mejor sobre el lugar en el que estaba trabajando”. Y añadió: “Es bueno tener pruebas de cosas invisibles”.

Los sensores están conectados al sistema de ventilación, que responde automáticamente cuando cambian las condiciones. Ojiakor Obinani, arquitecto de SOM que colaboró en la evaluación y selección de la plataforma de control de la calidad del aire, explica: “Recibimos avisos cada vez que se produce una situación en la que los niveles de CO2 alcanzan su punto máximo. Cuando esto ocurre, el sistema de ventilación se activa”.

Es difícil saber si el sistema evitó la transmisión del virus durante la pandemia. SOM también estableció otras precauciones, como requisitos de vacunación y protocolos de distanciamiento social.

“Estornudo mucho menos en esta nueva oficina”, señaló Garlock. Pero no está segura de que se deba a la calidad del aire. “Quizá venga menos gente resfriada a trabajar”, especuló.

No obstante, la empresa siempre consideró el sistema como una inversión a largo plazo con beneficios más allá de la pandemia. Los estudios sugieren que una buena calidad del aire interior puede aliviar los síntomas del asma, reducir el absentismo e incluso mejorar la función cognitiva.

También puede suponer un ahorro. El sistema permite a SOM suministrar aire fresco cuando y donde sea necesario, en lugar de tener que mantener la ventilación a un nivel alto todo el tiempo, aclaró Obinani. Por eso, aunque la compra e instalación del sistema costó 150.000 dólares, con 8800 dólares de costos anuales de mantenimiento, la empresa espera ahorrar casi 250.000 dólares en costos energéticos durante la próxima década, lo que supone una reducción del 25 por ciento.

El sistema también ayudará a la empresa a responder cualquier crisis de calidad del aire que pueda surgir en el futuro, aunque no tenga nada que ver con enfermedades infecciosas.

Un mundo en llamas

Mientras el humo llegaba a Nueva York el 6 de junio, SOM vigiló de cerca las lecturas de los sensores. Durante el día, el sistema de ventilación hizo pasar el aire ahumado a través de filtros de alta calidad, que atraparon los contaminantes y mantuvieron bajas las lecturas de partículas en el interior.

Sin embargo, al día siguiente, cuando las condiciones exteriores empeoraron, se palpaba la ansiedad en la oficina, según Cooper. Los empleados se reunieron junto a las ventanas, observando el cielo cada vez más oscuro, y se agruparon en torno a las pantallas de visualización de los sensores, que no emitieron ninguna alarma sobre el aire de la oficina.

“Dentro estábamos cómodos”, comentó Cooper. “Lo que resultaba incómodo era mirar hacia fuera”.

Hacia las tres de la tarde, se produjo una irregularidad: un sensor detectó niveles crecientes de partículas. El equipo determinó rápidamente que el sensor estaba junto a la escalera de emergencia, donde el aire olía inconfundiblemente a humo. El aire contaminado del exterior se estaba infiltrando claramente por la escalera, por lo que la empresa advirtió a los empleados que no la utilizaran.

El día transcurrió de manera diferente en la oficina de la empresa en Washington, D. C. Allí, cuando se puso en marcha el sistema de ventilación, aumentó el nivel de partículas en el interior. Eso sugería que el edificio podía estar aspirando demasiado aire exterior o que carecía de filtros lo bastante buenos para atrapar las partículas.

Cuando SOM vio que la calidad del aire evolucionaba en la dirección equivocada, avisó al gestor del edificio, que modificó los ajustes del sistema para reducir la cantidad de aire contaminado que aspiraba del exterior y, en su lugar, recircular más aire del interior. “Podíamos llamar la atención y hacer un cambio”, afirmó Cooper. Los niveles de partículas descendieron.

Una fotografía facilitada por S.O.M. muestra la vista desde la oficina un día en que el cielo de Nueva York estaba cubierto de humo procedente de los incendios forestales de Canadá. (S.O.M. vía The New York Times)

Ojiakor Obinani, arquitecto de S.O.M., que ayudó a evaluar y seleccionar la plataforma de control de la calidad del aire, en las oficinas de la empresa en el Bajo Manhattan el 3 de noviembre de 2022. (Hiroko Masuike/The New York Times)