
México y Colombia guardan una relación bastante cercana en cuanto al fenómeno del narcotráfico. Para la mala fortuna de estos países latinoamericanos, la desigualdad económica y social en sectores menos favorecidos de la población, periodos de inestabilidad política, la cercanía geográfica con el mayor consumidor de drogas del mundo y la falta de preparación por parte de los cuerpos de seguridad, son condiciones que guardan en común y repercuten en favor de los grandes capos de las drogas.
Ambos Estados han incurrido en políticas de materia de seguridad que no han podido frenar el trasiego de drogas ni la violencia inherente en la naturaleza de esta actividad.
Para entender el marco jurídico sobre el cual se justifica la militarización de un país, hace falta realizar una revisión histórica de cómo se fue acrecentando la crisis de seguridad en ambas naciones, así como la similitud del discurso oficial que legitimó el uso cada vez mayor de las fuerzas armadas para atender un aliciente que no ha dejado descansar a ambas naciones.

Para el doctor Oswaldo Zavala existen tres momentos históricos, al menos para el caso mexicano, en el que la dinámica del narcotráfico se vieron alteradas en el país, mismos que se vieron manifestados en el contenido de distintos discursos que circularon en diversas plataformas mediáticas, informativas y políticas:
“1) el poder soberano del Estado del PRI que disciplinó al narco entre las décadas de 1970 y 1990; 2) el vacío de poder generado por la presidencia de Vicente Fox del Partido Acción Nacional (PAN), de 2000 a 2006, cuando el poder soberano del Estado fue desafiado por ciertas gubernaturas y sus policías estatales y municipales con la consolidación del neoliberalismo; y 3) la estrategia concebida por el gobierno de Calderón entre 2006 y 2012 como una ‘guerra’ contra el narcotráfico que tuvo como objetivo real, en mi opinión, recobrar la soberanía del Estado sobre el narco a través de lo que Foucault denomina como el ‘golpe de Estado’”, aseguró el egresado de la Universidad de Texas en Austin en su libro “Los Cárteles no existen. Narcotráfico y cultura en México”.
En otra revisión y de acuerdo con el estudio “Radiografía de la ominosa presencia de los cárteles mexicanos” de la Fundación Paz & Reconciliación (Pares), se señalan tres elementos como determinantes en la transformación de la relación entre narcotraficantes de Colombia y México. “El primero de ellos ha sido el fin de la guerra contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARCEP) [...] El segundo elemento refiere al fortalecimiento de los carteles mexicanos en la regulación del mercado del narcotráfico en Latinoamérica [...] El tercer elemento corresponde a las políticas de seguridad que han venido desplegando los gobiernos de los Estados afectados por el narcotráfico”.

El estudio también apunta que en estos dos países se implementaron cambios en las leyes del sector seguridad para resolver la creciente violencia; no obstante, señalan sus diferencias derivado de la superación del conflicto armado en la nación de Sudamérica.
“En Colombia, la superación del conflicto armado ha llevado a una reestructuración, lenta y en muchas ocasiones errada, de las políticas de seguridad para hacer frente a los retos que trae consigo la consolidación de los fenómenos del crimen organizado en el país. En México, por su parte, los gobiernos han venido aplicando distintas medidas de contención del fenómeno del narcotráfico a nivel nacional y federal, lo que ha traído como resultado expresiones territoriales disímiles en estados como Coahuila, Michoacán o el mismo Sinaloa”.
Para los investigadores Fernando Estrada, Fabio Fernando Moscoso Duran y Nelson A. Andrade Valbuena encuentran una coincidencia en la metodología securitaria fallida, en donde al incrementar los recursos del Estado en políticas coercitivas, se incrementa la violencia en esos mismos Estados.

“En Colombia la guerra contra las drogas se ha desarrollado desde extremos de confrontación entre el Estado y los carteles hasta formas nuevas de violencia concentrada en zonas estratégicas de ciudades intermedias y principales.
En México después de su posesión en el año 2006, el presidente Felipe Calderón, con la esperanza de reducir el aumento de violencia de los cárteles, lanzó lo que se convertiría en el despliegue militar más grande de México durante los tiempos modernos. Ni siquiera sus más duros críticos previeron que para el final de su mandato, los cárteles incrementarían el crimen en un orden de magnitud superior, hasta producir unos 60,000 homicidios en general, un aumento concomitante de homicidios y ataques contra tropas del ejército y una violencia generalizada contra del Estado”, publicaron los investigadores en “Políticas de seguridad contra el narcotráfico: México, Brasil y Colombia”.
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