El edificio de diez plantas se parece a un hotel. De hecho, es la mayor vivienda compartida del mundo y se encuentra en Londres.
Abierto en la primavera de 2016 en el noroeste de la capital británica, a unos diez minutos a pie de dos estaciones de metro, el edificio Old Oak es un pionero del alojamiento compartido a una escala tan grande, si bien el coliving ya tiene muchos adeptos, principalmente en los Estados Unidos.
"Tienes una bonita habitación espaciosa, con una gran ventana que deja pasar mucha luz", describe Ed Thomas, miembro del promotor privado The Collective, que gestiona el edificio, mientras le enseña a la AFP su habitación, de 12 metros cuadrados. El baño, con ducha, está reducido a la mínima expresión, con un pequeño lavabo, que casi se solapa con el inodoro.
Los pasillos, grises e impersonales, están flanqueados por otras 545 habitaciones similares o casi —dependiendo de si la cocina y el baño son comunes o no— y todas están ocupadas, según Thomas.
"Encontrar un piso de alquiler en Londres consume mucho tiempo y es muy costoso. Incluso después de haber encontrado, la probabilidad de caer en un grupo de gente con las que uno se entienda es extremadamente pequeña. Queremos responder a ese problema" y al de la soledad, otro escollo de la vida urbana, asegura Ed Thomas.
Según el gabinete inmobiliario Knight Frank, un habitación en un piso compartido cuesta, en promedio, 1.602 libras al mes (unos 2.100 dólares), en los barrios más elegantes del centro de Londres, y 954 libras (1.250 dólares) en zonas menos céntricas.
En el Old Oak, los precios se corresponden con el costo de vida de la capital británica. La mayoría de las habitaciones se alquilan por entre 850 y 1.100 libras mensuales (de 1.120 a 1.290 euros), pero todos los servicios están incluidos (energía, internet, limpieza, tasas e infraestructuras comunes, a excepción de bebidas y alimentos). El precio de las habitaciones más grandes supera las 1.400 libras (1.572 euros).
Es bastante corriente que los londinenses gasten "entre el 40 y el 50% de su sueldo neto" en la vivienda, apunta James Mannix, asociado en Knight Frank.
Para James Mannix, es "una buena solución" que permite vivir en la ciudad "controlando sus costes" y crear más viviendas.
También supone una respuesta, a priori rentable por parte del sector privado, a una crisis de alojamiento de la que las autoridades públicas no parecen encargarse lo suficiente.