
No hacía falta que se estrenara The Last Dance para conocer el perfil competitivo de Michael Jordan. Lo que sí mostró a corazón abierto la serie documental es cómo uno de los mejores atletas que tuvo el deporte en todas las épocas se nutrió de todo lo que tuvo a su alcance para saciar la sed que le generaba ganar. Esa fue la adicción que lo llevó a ser una figura que traspasó los límites de los Estados Unidos. Amado por casi todos. Odiado por aquellos rivales que supo vencer.
Como había sucedido en las finales de la NBA en 1992, cuando le tocó enfrentarse a otro gran jugador con el que compartió posición como Clyde Drexler, y Jordan se alimentó del duelo que generó la prensa entre ambos para salir a la cancha y anotar seis triples en la primera mitad del juego 1 de la serie; en la parte final de la temporada siguiente ocurrió una extraña situación que utilizó el número 23 de los Chicago Bulls para marcar su condición de competidor extremo.
El 19 de marzo del 93, ya en la parte final de la fase regular, el equipo de Jordan recibió a los Washington Bullets en el viejo Chicago Stadium. En plena contienda por ser el mejor de la Conferencia del Este, los Bulls se enfrentaron a uno de los peores conjuntos de la liga. Tuvieron que luchar para quedarse con la victoria, pero el 104-99 final quedó como una anécdota.
En aquella ocasión, el gran protagonista de la noche no fue el propio Jordan, sino un joven jugador de segunda año que tuvo el mejor partido de su vida ante el hombre que se transformó en leyenda. LaBradford Smith, el número 22 de la franquicia de la capital de EEUU, disfrutó de su noche soñada en la NBA: marcó 37 puntos con una sorprendente efectividad en tiros de la cancha: anotó 15 de sus 20 lanzamientos. Además sumó 5 rebotes, 3 asistencias y 1 robo.
Más allá de su repertorio en ofensiva, el escolta de 1.90 metros de Washington contuvo en varias ocasiones a Jordan en defensa, lo que provocó la ira del 23 de los Bulls, que terminó el juego como el máximo anotador de Chicago con 25 puntos, pero con un pobre 9-27 desde la cancha para redondear un 33 por ciento. Una vez que terminó el encuentro, ambos planteles se saludaron. Rápidamente, los equipos se subieron a un avión con destino a la casa de los Bulls, ya que la noche siguiente volvían a enfrentarse. Pero según los compañeros de Jordan, algo sucedió con Michael en el final del primer encuentro.
Una vez que llegaron al vestuario, MJ les contó a sus laderos que ese tal Smith le había dicho “buen juego, Mike” de manera despectiva por su gran actuación personal, superior a la de la máxima estrella de la NBA a principios de los 90’s. También les avisó a los medios que se prepararía para anotar la misma cantidad de puntos que su némesis de turno, pero sólo en la primera mitad del juego. Todos y cada uno en el plantel de los Bulls sabían que, a las 24 horas, el volcán Jordan iba a hacer erupción en Washington.
Una vez que llegaron a la ciudad, Michael siguió con la rutina del equipo, pero a las 4 de la tarde se fue al estadio a tener una sesión personal de tiro. “Él nos dijo que nos tomemos el día libre, así que espero que hayas descansado", le dijo B.J. Armstrong, el base titular de Chicago en esos tiempos, a LaBradford, el chico que se hizo famoso en pocas horas, cuando salieron a la cancha. ¿Y Jordan? Estuvo incandescente en los primeros 24 minutos de juego. Tal como él lo había prometido, se hizo cargo del ataque de su equipo y terminó con 36 puntos en la primera parte del juego. Sí, uno menos de los que había prometido.
El resultado del partido fue una paliza para Chicago, que triunfó 126-101. Michael terminó con 41 puntos en 31 minutos y, más allá de ser el goleador de sus Bulls, se encargó de atosigar durante toda la noche a Smith en defensa. El joven, que la noche anterior había tocado el cielo con las manos, conoció el infierno de batir a duelo al legendario 23: sólo pudo convertir 15 unidades en la derrota de su equipo.
En uno de los nuevos capítulos de la última entrega de la serie The Last Dance, Jordan aprovechó para desenmascarar su venganza más cruel. ¿Qué ocurrió aquella noche de invierno en la ciudad de Chicago? “Lo inventé todo”, recuerda Michael en un fragmento del documental que lo tiene como protagonista excluyente. Es más, en una entrevista que le brindó al periódico USA Today en época de playoffs de 1997, MJ revivió ese día y se explayó en lo que realmente lo impulsó a tomar la decisión de crear una historia falsa. “Él me enseñó que no hay que subestimar a nadie en este deporte. Realmente me gustó él, pero el punto fue que me avergonzó en mi propia casa".
La historia quedó en el recuerdo, lo mismo que la carrera del número 22 de los Bullets. Tras esa temporada, Smith fue canjeado a Sacramento Kings. En la franquicia californiana disputó su tercer y último año en la NBA. De ahí se fue a jugar a la vieja CBA, la primera liga de básquet en los Estados Unidos, desaparecida hace una década. Tras un corto tiempo en Europa, LaBradford se retiró en el 2000.
Cómo ocurrió decenas de veces, sin importarle la trayectoria o la calidad de estrella de su rival, lo mismo que con sus propios compañeros de equipo, a los que llegó a hostigar para que entendieran su mensaje ganador, Jordan se aprovechó de una situación inédita para un deportista del montón y marcó su condición de hombre ultra competitivo. Capaz de inventar una historia para motivarse y buscar superarse. Así lo hizo. Una y mil veces en su gloriosa carrera.

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