Ed Wood: la extraña vida, el fracaso y la triste muerte del peor director de cine de todos los tiempos

El hoy director de culto realizó una serie de películas disparatadas, con diálogos infantiles y sin ningún cuidado por el detalle o la continuidad. Un repaso por las características y las historias que lo convirtieron en la celebridad que nadie deseó imitar jamás

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Ed Wood en “Glen or Glenda”
Ed Wood en “Glen or Glenda”

Poco después del ataque japonés a Pearl Harbor (7 de diciembre, 1941), Ed Wood, un joven nacido en Poughkeepsie, suburbio de Nueva York, que se ganaba la vida como acomodador de una sala de cine…, se alistó en los marines como combatiente.

Tenía apenas 17 años, pero luchó como un veterano en las Islas Marshall y en Naumea, sobrevivió por milagro en la sangrienta batalla de Tarawa –allí perdió todos los dientes delanteros en un cuerpo a cuerpo contra un soldado japonés–, pasó a Inteligencia en el Pacífico sur, fue ametrallado, y casi pierde una pierna por la gangrena en las heridas.

Impedido de volver al frente, trabajó como mecanógrafo en una oficina militar hasta el fin de la guerra.

Licenciado con honores, llevaba en su uniforme las estrellas de plata y de bronce, dos corazones púrpura, y la muy especial medalla "Al tirador certero".

Ed Wood durante el servicio militar
Ed Wood durante el servicio militar

En realidad, esos bravíos años de su vida bien pudieron ser tema de una película. Por ejemplo, como El Sargento York, héroe de la Primera Guerra Mundial, encarnado por Gary Cooper, y Oscar 1941 al mejor film…

Pero a sus 11 años, los padres del héroe le regalaron una cámara. Más que un regalo, su destino…
Porque Edward Davis Wood Jr. –tal su nombre– vivía hechizado por las películas de aventuras, y más de una vez les imploró a mother and father Wood:
Quiero hacer cine. Es lo único que quiero.
Y, para bien o para mal, lo logró.
En 1948, a sus 24 años, hizo pié en Hollywood: el dios Moloch de la industria. El devorador…

Ed Wood (Wikipedia)
Ed Wood (Wikipedia)

Ganó algunos dólares como extra a veces y como actor secundario otras, y contra viento, marea y bolsillo flaco escribió, produjo, actuó y editó su primera criatura: The streets of Laredo, algo así como un western de media hora al que no llegó a ponerle música…

Un primer paso más que olvidable, pero no para él.

Al nacer los años 50 encuentra trabajo en los estudios Universal, se hace amigo de Lou Costello (sí, el de Abbott y Costello, el gordo y el flaco), Tony Curtis, Danny Kaye –estrellas–, se enamora de la ignota rubia Dolores Fuller –luego actriz y compositora–, y le asigna los protagónicos de Jalbait y de Glen o Glenda: históricamente, sus dos primeros films…

El segundo, Glen…, aborda la cuestión del travestismo, nada en boga en esos años. Pero no por casualidad. Según propia confesión, Ed Wood (su nombre para Hollywood) combatió contra el Imperio del Japón… con ropa interior de mujer, en especial de seda y rojo furioso. Hábito que nunca perdió, aunque se declaraba "heterosexual y muy mujeriego".

En 1955, siempre como hombre orquesta, desde el guión hasta la edición, produjo La novia del monstruo: su entrada al género de terror, con protagonistas tan disímiles como Béla Lugosi, estrella de los años 30 en el ocaso, adicto a la morfina, y célebre todavía por su rol de Drácula, y el luchador sueco, ¡de 180 kilos!, Tor Johnson.

Béla Lugosi y Tor Johnson en “La novia del monstruo”
Béla Lugosi y Tor Johnson en “La novia del monstruo”

Béla, al que Ed admiraba por su pasado, murió antes del estreno. Duro golpe: el insólito cineasta lo consideraba su mejor amigo…

Después de un paso por la tevé y proyectos de menor cuantía, llegó el Día D de quien pasaría a la historia del cine como El peor director del mundo y de todos los tiempos: en 1959, siempre como bastonero total, creó Plan 9 del espacio exterior. Un esperpento…

Ciertos extraterrestres ponían en marcha el diabólico Plan 9: convertir cadáveres humanos en zombis asesinos, porque el Hombre y sus invenciones atómicas amenazaban con destruir la armonía de la galaxia. Sobre todo con la "solaronite", un explosivo aun no inventado que… ¡destruiría el sol!

Con menos de 60 mil dólares, en parte recaudados por una iglesia bautista a cambio de que Ed y todo el elenco abrazaran esa fe, se lanzó a la que juzgaba como "mi mejor película".

Aunque Béla Lugosi había muerto, usó cinco minutos sobrantes de La novia del monstruo y, sin ton ni son, la metió en el rollo. Lo único aterrador eran los efectos especiales, toscos, precarios: "Los platos voladores parecen los de la cocina de mi madre", sentenció un crítico.
No recaudó más que un puñado de dólares, y las salas la levantaron en un chasquear de dedos…

Pasó al cementerio –los archivos de Hollywood– como una curiosidad zoológica, y alcanzó una nueva categoría: la Z, en el más bajo nivel de la B, y a siglos-luz de la A.

La cruda verdad es que el desdichado soñador cuyo apellido –extraña simetría– está compuesto por las últimas cuatro letras de Hollywood, carecía en absoluto de talento, y por supuesto, de productores: ¿quién, en su sano juicio, pondría una moneda al servicio "del loco Ed", como lo llamaban? Un francotirador que rompía (de la peor manera, no como Orson Welles en Citizen Kane), todas las leyes de la narración cinematográfica. Que escribía diálogos infantiles y disparatados. Que armaba decorados absurdos. Que filmaba persecuciones en las que los autos cambiaban de marca y modelo… ¡en la misma secuencia! Que en La novia del monstruo incluyó como actor a un tal Criswell, psíquico y hazmerreír (jamás se cumplió una de sus muchas predicciones), cadáveres hechos de burdo material plástico, y un demonio negro con sombrero de explorador.

Pero pese a todo, Ed Wood dejó un legado –o antilegado– increíble. Entre 1948 y 1971, diecinueve films cubriendo desde la dirección hasta la edición, y en doce de ellas, también actor.

Tuvo tres parejas: Dolores Fuller (1948 a 1955) y sus esposas Norma McCarty (1955 a 1956) y  Kathleen O'Hara (1956 a 1978).

Hasta sus últimos días siguió aferrado a la ropa interior de mujer, a las pieles de angora, y a la incursión en films semipornográficos.

Dolores Fuller y Norma McCarty, ambas fueron dirigidas por Wood, y Kathy O’Hara
Dolores Fuller y Norma McCarty, ambas fueron dirigidas por Wood, y Kathy O’Hara

Pero el fracaso lo derrumbó lentamente. Lo poco que ganaba iba a parar a los dueños de los bares. Vendió su máquina de escribir para comprar whisky. Se mudó a una casa barata en un suburbio de Los Ángeles. Poco después, al no poder pagar el alquiler, se mudó a la casa de un amigo…

El 10 de diciembre de 1978, a sus 54 años, mientras veía por tevé un partido de fútbol americano, un infarto masivo lo borró de la desdicha y la vida.

Sus cenizas fueron esparcidas en el mar.

No volvió a hablarse de él hasta que, un año después, el libro The Golden Turkey Awards lo instaló en el sombrío trono de peor director de todos los tiempos.

Pequeña gloria tardía. Para unos pocos miles de fans, sus películas son de culto. Y algunos lo reinvindican. No como hombre de cine. Como un soñador irredento que no alcanzó su cielo.

(Post scriptum. Pero en 1994, dieciséis años después de su muerte, y cuando su memoria era menos que una sombra o un borroso fantasma, se estrenó el film Ed Wood, la lujosa, genial contracara del peor de todos. Una deslumbrante película dirigida por el no menos genial Tim Burton, y un elenco millonario: Johnny Depp como Ed, Martin Landau como Béla Lugosi, Sarah Jessica Parker, Patricia Arquette, Bill Murray, en glorioso blanco y negro. Presupuesto: 18 millones de dólares. Más de lo que el verdadero Ed imaginó en pleno delirio. El film fue nominado para los Globos de Oro, y Martin Landau ganó el Oscar a mejor actor de reparto. Al fin y al cabo, un acto de justicia para todos aquellos que, sin talento o sin suerte, viven y mueren aferrados a una obsesión, y yacen en el campo de los sueños.)

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