Ginebra, 26 jul (EFE).- Suiza, un país tolerante con la eutanasia y al que viajan personas de otros países para someterse a suicidio asistido, ha vivido en las últimas semanas un intenso debate sobre la cuestión debido al nuevo nivel que esta práctica podría alcanzar si finalmente se permite usar en su territorio la cápsula "Sarco", diseñada para dejar este mundo sin dolor.
La cápsula fue inventada hace ya siete años por el activista proeutanasia australiano Philip Nitschke y desde principios de julio circulan noticias de que Suiza podría ser el primer país donde sea puesta en funcionamiento, lo que ha generado dudas, protestas y hasta vetos para usarla en la nación centroeuropea.
En el cantón alpino de Valais (sur de Suiza), donde las informaciones apuntaban a que podría estrenarse este aparato, el jefe médico de las autoridades locales impuso a mediados de mes una prohibición temporal de su uso, e incluso la asociación del país más conocida para el suicidio asistido, Exit Switzerland, ha expresado dudas sobre la conveniencia del nuevo método.
La cápsula "Sarco", abreviatura de "sarcófago", es un receptáculo de líneas aerodinámicas, en el que la persona decidida a dejar este mundo es encerrada, aunque la tapa es transparente para que pueda ver el exterior en sus últimos momentos.
Presionando un botón, se expulsa en el interior gas nitrógeno que le va adormeciendo hasta fallecer por asfixia, una muerte según su inventor "agradable" y sin dolor.
Una nueva asociación surgida para promocionar esta cápsula en Suiza, "The Last Resort" ("El Último Recurso"), dio este mes una rueda de prensa para informar en Suiza del controvertido aparato, del que al parecer se está diseñando una versión de dos plazas para aquellas parejas que quieran fallecer juntas.
También señalaron que las razones de su iniciativa son humanitarias y no económicas: a los eventuales usuarios de la cápsula sólo se les cobrarían 18 francos suizos (19 euros o 20 dólares), el coste del nitrógeno líquido utilizado en la operación, por lo demás gratuita.
Según estos promotores, la utilización de "Sarco" no requeriría ninguna autorización especial en Suiza, donde reformas en el código penal efectuadas en 1942 dejaron de considerar el suicidio asistido como un delito en el país, y unas 1.600 personas recurren a él al año, en su mayoría por padecer enfermedades incurables y dolorosas.
Entre ellos figura el célebre director de cine francés Jean-Luc Godard, quien en 2022 falleció por suicidio asistido en Rolle, una localidad a orillas del lago Lemán y a unos 35 kilómetros de Ginebra, con 91 años y sufriendo de diversas patologías incapacitantes.
Con todo, en Suiza este suicidio asistido tiene regulaciones específicas, y para que sea legal se exige que la persona que desea morir demuestre capacidad de discernimiento; debe ser evaluado por especialistas para confirmar que esta aquejado de un grave sufrimiento sin perspectivas de mejora.
Es por ello que la asociación Exit Switzerland ha puesto en duda la viabilidad de "Sarco" en el país, teniendo en cuenta que ya no se requeriría asistencia alguna y una persona por sí sola podría dejar este mundo voluntariamente sin evaluación exterior (incluso en el caso de personas discapacitadas físicamente podría sustituir el presionado de un botón por movimientos cono un mero pestañeo).
El diario local Blick también destacaba las diferentes circunstancias que entrañaría el uso de la cápsula para el suicidio: habitualmente los casos asistidos fallecen junto a seres queridos que a menudo les dan la mano en sus últimos momentos, algo que sería imposible con este nuevo aparato que les aísla del exterior.
Otro debate en torno a la cápsula descansa en el hecho de que utiliza la hipoxia con hidrógeno, un método que también este año ha sido probado por primera vez en ejecuciones en Estados Unidos y no está exento de controversia.
Frente a sus promotores, que defienden que es una forma indolora de morir, hay quienes aseguran que la persona sufre antes del fallecimiento, como al parecer ocurrió con un ejecutado en Estados Unidos cuya agonía se prolongó varios minutos.
La ley suiza diferencia entre "eutanasia" (ésta sí prohibida por ley) y "suicidio asistido", en el sentido de que el paciente tiene que tener un papel activo en el momento en que se practica: por ejemplo, debe ser él quien, con sus propias manos, tome una dosis letal de los barbitúricos habitualmente administrados en Suiza para estos casos.
Otros requisitos que tiene que probar es que la decisión haya sido muy reflexionada y no producto de un impulso, y que nadie ejerza una influencia indebida sobre ella. EFE
abc/ig
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