Esperando justicia mientras los talibanes construyen su sistema legal

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Una pequeña habitación cubierta con un tapiz sirve de improvisada celda para 12 "criminales" que esperan resignados a la justicia talibana que tarda en llegar.

En Afganistán, el sistema legal está en reconstrucción desde agosto, con la llegada del movimiento islamista al poder.

Ninguno de los presos en el distrito de Panjwai, en el sur de Afganistán, compareció por el momento ante un juez, ocupado en otra zona.

A la espera de su llegada, los combatientes talibanes de la unidad de la provincia de Kandahar hacen a la vez de juez de instrucción, de jurado y de ejecutor de penas, aplicando su interpretación de la ley islámica.

"Me van a retener aquí hasta que pague a la persona a la que le debo dinero", dice Haj Baran, un empresario de 41 años detenido tres días antes por una elevada deuda.

"Tenemos un buen sistema jurídico con la ley islámica de los talibanes", dice a la AFP bajo la atenta mirada de sus guardianes.

Después de 20 años de guerra, los talibanes tomaron en agosto el poder en Afganistán.

Pero desde mucho antes, los talibanes ubicaron su visión de la justicia en el corazón de su ideología y utilizaron a los tribunales "como medio para conquistar el poder", dice Adam Bazco, un investigador que estudió el sistema judicial talibán entre 2010 y 2016.

A partir de 2004, en las áreas bajo control talibán, "la gente acudía a ellos ante el creciente descontento con la interferencia de los grupos occidentales en sus disputas territoriales y ante un sistema judicial que parecía cada vez más corrupto y nepotista", dice Bazco.

En el contexto bélico, la severidad de los castigos talibanes eran bendecidos por algunos, asegura. Eran conocidos por su dureza, pero también por su imparcialidad, rapidez y predictibilidad.

Pero tres meses después de tomar las riendas, los talibanes no consiguen implementar este sistema en todo el país.

- 'No hice nada malo' -

En la cercana prisión central de la ciudad de Kandahar, el director adjunto Mansour Maulavi blande un largo cable eléctrico como látigo mientras enseña las fétidas barracas.

Una ala del edificio alberga a 1.000 drogadictos a los que someten una desintoxicación forzada, explica. Ahora, unos 200 "criminales" también están internados allí.

"Es mejor que la ley islámica decida" quién es criminal, dice Maulavi, que estaba antes a cargo de la prisión clandestina de los talibanes en la región. Con el ineficiente y a veces corrupto sistema anterior, "no lo sabíamos".

Mohammad Naeem, sentado con las piernas cruzadas en el patio de la prisión, es uno de los que espera juicio. Fue arrestado hace dos meses en su casa con su mujer y una chica de 14 años con la que quería casarse.

"La chica estaba de acuerdo, pero los padres no" y denunciaron a los talibanes una agresión sexual, relata el hombre de 35 años. "Pero yo no toqué a la chica, pueden hacerle pruebas y comprobarlo", asegura.

Si es declarado culpable de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, se arriesga a una condena a muerte por lapidación.

"Quiero que me juzguen bajo la ley islámica, porque no he hecho nada malo", asegura.

- Castigos violentos -

En algunas situaciones desde agosto, los jueces talibanes, temerosos de perder apoyos, han tratado de evitar penas demasiado duras.

Bazo recuerda un caso infame del primer régimen talibán en los años 1990 en que provocaron el derrumbe de una pared encima de un hombre condenado por sodomía, causando su muerte.

Ahora estos casos "no representan lo habitual en la justicia talibán", dice. De hecho, los nuevos dirigentes buscan cierto respeto internacional.

"Si alguien se toma la justicia por su mano y mata a una persona, aunque sea uno de los nuestros, es un crimen y lo llevaremos ante los tribunales para que se enfrente a la ley", dijo el portavoz gubernamental, Zabihullah Mujahid, después de que tres invitados fueran asesinados en una boda por talibanes durante una disputa por la música.

Aun así, el nuevo gobierno ha resucitado algunos de los instrumentos de disuasión más temidos en su primer régimen, como la policía religiosa o el ministerio de Promoción de la Virtud y Supresión del Vicio.

Y se siguen dando castigos violentos. En la ciudad occidental de Herat, cuatro hombres condenados por violación fueron colgados de grúas el 25 de septiembre para "dar una lección" a otros, dijeron las autoridades.

- Palabras versus hechos -

Los talibanes hacen equilibrios entre "su visión moral que puede llegar a los peores extremos" y una "voluntad de hacer concesiones, demostrar una burocracia operativa y un respeto a las normas, incluida la cuestión de los derechos humanos", dice Bazco.

El simple hecho de que discutan estos asuntos, aunque la distancia entre las palabras y los hechos sea enorme, es "la mayor evolución del movimiento" desde su primer régimen, asegura.

La prisión de Pul-e-Charkhi, la más grande de Kabul, está casi vacía porque los islamistas liberaron a decenas de miles de criminales en las últimas horas de su combate contra el derrocado gobierno apoyado por los países occidentales.

Internado por los anteriores mandatarios durante seis años en ese recinto, el ahora responsable talibán Asadullah Shahnan se prepara para reabrir la instalación.

De esa estancia le queda el recuerdo de los días de ejecución, todavía practicada por el anterior gobierno. Los prisioneros eran conducidos a las ventanas y forzados a mirar.

"Nosotros no haremos eso", asegura ahora.

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