Cuando aún no han alcanzado el estrellato, cuando su futuro es más grande e incierto que su pasado y cuando jugar en Europa todavía es un sueño que espera cumplirse, los futbolistas imaginan toda clase de posibilidades, siempre ligadas al éxito, sin saber que ese destino añorado tal vez no sea tan imposible como creen.
Esa realidad virtual a la que los jugadores viajan mientras entrenan en un pequeño club de barrio les ayuda a tener cada día más ganas de asistir a las prácticas y mostrar sus habilidades dentro del campo de juego, para algún día lograr que esa virtualidad sea una realidad.
Así, el joven James Rodríguez, de 18 años, cerraba los ojos y se veía a sí mismo levantando la Copa del Mundo con Colombia y demostrando todo su repertorio futbolístico en el verde césped del Campo Nou.
"Recuerdo una anécdota en la que lo llamé a la Argentina y le dije si quería ir a un equipo de los Emiratos Árabes. Me respondió que no, 'Yo quiero jugar en el Barcelona'. Así de claro", relata Juan Carlos Grisales, ex preparador físico de Envigado FC, institución que vio nacer al colombiano.
James no estaba equivocado, su destino le depararía glorias y éxitos, tanto con el combinado cafetero como con sus clubes, campeón con Banfield en Argentina, campeón con Porto en Portugal, un breve paso por el Mónaco francés y finalmente el histórico rival del club de sus sueños se interesaría en sus servicios.
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El volante de 24 años lleva la 10 en la espalda y según el trascendió, Zinedine Zidane lo ha declarado intransferible para el próximo mercado de pases, por lo que James Rodríguez seguirá al menos por una temporada más defendiendo los colores del Real Madrid.