El predominio del pensamiento concreto

Por Gustavo PerilliLuego de los primeros 100 días de la nueva política económica pocos "frutos" se han recogido. Los avances deberán constatarse en la estabilidad cambiaria, de tasas y precios, con fortaleza del empleo

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 iProfesional 162
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En economía es imposible condenar por "mala praxis" a los responsables de la política económica (aclaro: no interpreto corrupción como "mala praxis"). Si bien el plan económico refleja la impronta del policy maker (el responsable de la política económica), su efectividad estará siempre dominada por decisiones de familias y empresas operando en mercados que, con frecuencia, están expuestos a severas fallas. Un ejemplo puede ayudarnos. En los últimos meses, el pensamiento dominante recomendó trasladar recursos desde el trabajador (vía devaluación, aumento de tarifas, eliminación de retenciones y reducción de empleo, entre otros canales) al empresario con el propósito de potenciar su rentabilidad y, por este medio, el crecimiento económico. Después de más cien días de la implantación del modelo, pocos "frutos" se han recogido; sin embargo, se seguirá afirmando que, cuando se afiance la confianza entre los generadores de empleo (empresarios) y la estabilidad agregada (cambiaria, financiera y de precios) se consolide, el objetivo de "pobreza cero" (entre otros) se alcanzará. Si los resultados continuaran esquivos y el desempleo y la pobreza evolucionaran en una dirección no deseada, en cambio, esa "usina de ideas" seguramente argumentaría: 1) que ese era el camino, basado en un diagnóstico surgido de la situación encontrada y las teorías conocidas y 2) que siempre se propuso una depuración del empleo improductivo. En cuanto a responsabilidades por "mala praxis", en este caso hipotético en 1) podría señalarse que el responsable de la política económica no sería pasible de imputación porque no incumplió normas sino que se basó en recomendaciones de teorías formalizadas, mientras que en 2) tampoco sería objeto de proceso legal dado que siempre sostuvo que habría sacrificio de puestos de trabajo, que se le informó a la sociedad (cuando hablaba del Estado sobredimensionado) y que ésta los convalidó en las urnas. Habiendo hecha estas aclaraciones, véase lo absurdo que sería revisar la historia para juzgar en tribunales las decisiones tomadas en otros contextos (especialmente los más lejanos). Por lo tanto, el "qué hubiera pasado si" contrafáctico sólo reviviría conflictos (y "grietas") sociales y nada aclararía. Desde luego, este proceso, por ejemplo, es diferente al que enfrenta el médico. Si el paciente desmejorara y se comprobara que no se siguieron adecuadamente los protocolos (en el caso que los hubiera) y detectara negligencia, impericia e imprudencia, las responsabilidades instantáneamente emergerían.

Lo anterior no significa que ese think tank (conjunto de pensadores) y los policy maker no conozcan las consecuencias del escenario pretendido. Lo que no puede hacer es precisar si esa meta se alcanzará y cuál será el costo social que demandará. Por ejemplo, renombrados policy maker sostuvieron que ya en los primeros meses del año, producto de la contracción monetaria y el fortalecimiento de la confianza (cambio de expectativas), habría avances en materia de estabilización de precios, tasas de interés y tipos de cambio. ¿Por qué? Porque consideraron que sólo era suficiente para el reacomodamiento (e impulso) de las expectativas las señales emitidas por la desarticulación del "cepo" (y la determinación del tipo de cambio vía oferta y demanda o "mano invisible"), la eliminación de las retenciones, la propuesta de negociar salarios (paritarias) instando a firmar reacomodamientos de hasta 15 puntos porcentuales por debajo de la inflación, la ausencia de confrontación en la negociación con "los buitres" (y la búsqueda de un reingreso pasivo a la globalización financiera), la desregulación del comercio exterior (y el servicio puerta a puerta pedido por la clase media de la ciudad), la reducción esperada del déficit fiscal (y la salida del Estado de la actividad económica) y, entre otras políticas, la determinación de la distribución del ingreso vía mercado (de nuevo, por "mano invisible"). Con estas medidas que, como señalé, todavía no tuvieron demasiado éxito, no quedaron dudas acerca de la naturaleza de las preferencias de política y el protagonismo que tendrá el empresario (nacional e internacional) en la determinación de la riqueza y el bienestar interno. Ahora bien, ¿puede decirse si esta configuración será exitosa? No, porque, desde lo predictivo, la economía tiene "menos suerte" que la medicina.

¿Dónde deberían constatarse avances? Mínimamente en materia de estabilidad cambiaria, financiera (tasas de interés), precios de bienes y servicios, fortaleza del empleo (y poder de compra del salario), fluidas liquidaciones de divisas (no proveniente de eufóricos endeudamientos), profusa aceptación de pasivos financieros en pesos por parte del mercado (sin tasas de interés de 40% anual), reducciones voluntarias de los niveles de "economía no registrada" (evasión y elusión fiscal) y, esencialmente, en materia de estabilidad de expectativas. ¿Cuándo sucedería? En algunos casos, afirman que empezaría a ocurrir a partir de la segunda mitad del año aunque, seguramente, la erosión del empleo, del poder adquisitivo del salario (no aceptada por el trabajador por la rigidez a la baja del salario) y la permanencia de inflación en elevados niveles, obligaría a estos pensadores a admitir que, con sólidos ingresos de divisas (ahorro del resto del mundo), la apreciación real sería el camino más viable para estabilizar la economía e infundir bienestar a la clase media (la típica receta para no exponer capital político). En el interregno, sin embargo, el contexto lucirá confuso. La negociación con "los buitres" (y el movimiento político asociado) no será tan pulcra si sólo se compara con la propaganda previa y las herramientas quirúrgicas que se exhibían. Pese a que se le haya asegurado ganancias sólo por conservar tenencias de bonos argentinos adquiridos en condición "de basura" (no porque estos inversores confiaron y financiaron al país), no se eliminó por completo el funcionamiento de ciertos procesos. La concreción del pago en las próximas semanas no neutralizaría el riesgo de la aparición de presentaciones judiciales de quienes ya habían arreglado con el país en 2005 y 2010. Actuando de este modo, este "pensamiento concreto" no se interesa en buscar soluciones más autóctonas (adecuadas a la realidad de la región), se empecina en diseñar medidas estándares para abordar el "problema buitre", se concentra en la inflación, instala crudas ideas antitéticas como: "paritarias de 25% o desempleo" (rebaja salarial real) y "arreglo con buitres o inminente ajuste fiscal/monetario" (deuda y pérdidas de puestos de trabajo) y rubrica severas subas de tarifas que reducirán la demanda de servicios.

La desregulación del mercado no debe ser punto de partida del desempleo y la pobreza

Este think tank no plantea diseñar un Estado moderno, desprecia la efectividad de sus capacidades regulatorias y esboza soluciones alineadas a las finanzas de la empresa cuando exhorta evaluar toda la actividad sólo por productividad (la sociedad no es una empresa, aunque todo el tiempo se trate de convencer acerca de lo contrario). Al ubicarse en el mundo de los deseos y planes, omite contribuciones como la del profesor Aldo Ferrer (fallecido recientemente) quien sostenía que, "la experiencia de los países emergentes revela que el empresariado local y los Estados nacionales lideran el proceso de acumulación de capital y tecnología (Ferrer, 2010)". Es deseable que la inversión (y la creación de empleo) evolucionen aceptablemente sin intervenciones pero la experiencia demuestra que el monitoreo siempre es necesario. La regulación (bien concebida y aplicada) es un llamado a la reflexión social, no un cuestionamiento de la "libertad de elegir" del individuo y el empresario. Si el punto de partida supone desempleo y pobreza, "los poderes curativos" de la confianza y la productividad impulsarían, en el mejor de los escenarios, sólo un crecimiento económico deficitario en materia de inclusión. Si no interactúan las nociones de Estado, mercado y mantenimiento de precios relativos en el diseño de una solución tendiente a reafirmar un proceso de una distribución ecuánime del ingreso (entre salarios, beneficios y rentas), la economía como ciencia continuaría haciendo aportes sociales mezquinos. Es necesario entender que "el problema principal de la economía política es determinar las leyes que regulan la distribución del ingreso" (Sraffa y Dobb, 1953)" y comprender también que el mantenimiento de la equidad debe ser preservado de las amenazas provenientes de las fuerzas de la naturaleza.

Ensalzar "la imagen mística" del empresario inversor creador de empleo (al que se le debe asegurar infinitos niveles de rentabilidad y confianza e, incluso, admitir "descuidos fiscales") es, como mínimo, adherir a una visión social superficial. Es fascinante el modo en que las imágenes orientan la dirección del voto, fomentan el cuestionamiento salvaje carente de reflexión y no explican que "la reproducción de una percepción como imagen no es siempre su repetición exacta y fiel, puede estar modificada por omisiones y alterada por la fusión de distintos elementos (Freud, 1925)". Que "el pensador concreto y mediático prescriba" confianza para que ingresen inversiones (y divisas "en cataratas") sin debates conexos, ubica a la capacidad del razonamiento social en un permanente esquema de inmadurez. Estos contenidos se originan en los libretos especializados en hacer análisis vía títulos que no explican la naturaleza de los fenómenos (como el del desempleo, por ejemplo) y circulan fugazmente por foros y redes sociales. Hace 15 años recomendaban dolarización, hoy políticas de shock que la sociedad digiere dialogando como niños que "mientras trabajan en la misma habitación o en una misma mesa, hablan cada uno para sí creyendo escucharse y comprenderse unos a otros, consistiendo esta especie de monólogo colectivo en una excitación mutua a la acción y no en un intercambio de pensamientos reales (Piaget, 1991)".


Gustavo Perilli es socio en AMF Economía y profesor de la UBA

Twitter: @gperilli

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