Las estremecedoras voces de víctimas y testigos de los atentados del Estado Islámico en Bruselas

Distintos medios del mundo recogieron los testimonios de las personas que se hallaban en el aeropuerto y la estación de metro belga que sufrieron los ataques del grupo terrorista islámico

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En el aeropuerto de Zaventem

La edición europea de Politico mostró las manos ensangrentadas de un hombre que envuelve maletas en plástico, Alphonse Youla, de 40 años, quien se salvó inexplicablemente: "Escuché un ¡bam! y a un hombre que gritaba en árabe. Delante de mí, una pareja estaba sacando dinero de un cajero y pareció que la mujer estallaba; perdió las dos piernas. Su marido perdió una pierna, y también un oficial de la policía perdió una pierna. Al mismo tiempo estallaban los cristales de los comercios. Había sangre por todas partes. Traté de ayudar a sacar a la gente del lugar".

El blog también cito a otro trabajador del aeropuerto, Kallouchi Mohammed, de 28 años, quien se desempeña en la cafetería: "Vi sangre por todas partes allí donde estaba un hombre con el pecho completamente abierto. No tenía piernas. A su lado, el cuerpo de otro hombre, sin cabeza, temblaba. Había fragmentos de vidrio alrededor".

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El belga Jef Versele esperaba para hacer el check-in de su vuelo a Roma cuando escuchó un ruido que parecía venir de algún piso inferior del aeropuerto. "En principio no me di cuenta de que era una bomba. Pensé que había pasado un accidente en la zona de comida, algo así", dijo a CNN. Pero en esos pocos segundos comenzó a ver gente que corría y gritaba, y escuchó la segunda explosión, "mucho más poderosa que la primera", y que dejó unos 60 heridos cerca de él. "Las ventanas estallaron, los paneles del techo se cayeron, la gente quedó tendida en el piso, herida".

La corresponsal de la revista Time Charlotte McDonald-Gibson estaba en el aeropuerto en el momento de los ataques. Ya había pasado por la seguridad y esperaba en la puerta por la que ingresaría a su vuelo rumbo a Frankfurt. "Entonces un empleado de un restaurante corrió hacia nosotros y dijo: '¡Todos afuera, todos afuera!'. Nadie sabía qué pasaba". Por los altoparlantes comenzaron a repetirse las órdenes de evacuación. Escuchó a un miembro del personal que se desesperó: "Nunca pasó algo así, no sabemos qué hacer". Quedaron encerrados durante media hora en la Terminal A, hasta que se organizó el proceso de evacuación por medio de dos escaleras, que en 45 minutos sacó hasta la última persona. "Nos llevaron a la zona de cargas, esperamos una hora allí. La gente de DHL nos trajo agua. No había información sobre lo que sucedía. Los bebés lloraban".

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Un taxista de Bruselas, Luc Vanden Bussche, de 66 años, había llevado al aeropuerto a un hombre que debía volar a China. En el momento en que la fila de autos les permite acercarse para bajar las maletas, el pasajero abre la puerta y el taxista escucha una explosión. "¡Vuelva al auto, vuelva al auto!", le gritó, y mientras el hombre cerraba la puerta del vehículo una nueva explosión sucedió delante de ellos. "Las ventanas estallaban, se hubiera cortado con ese vidrio, que parecía de un centímetro de grosor. La gente salía del edificio corriendo, en pánico; vi a dos hombres arrastrarse de rodillas y llorar", declaró a Politico.

"Vi cómo la gente caía al piso y salí corriendo"

Un pasajero que esperaba su pase de abordo, Dries Valaert, comprendió que lo que había escuchado diez segundos antes había sido una explosión exactamente en el momento en que sucedió la segunda. "Fue una explosión enorme, enorme, el cielorraso se desplomó. Sucedió a 30 metros de donde yo estaba. Vi cómo la gente caía al piso y salí corriendo". El viajero de 30 años saltó las vallas de la seguridad hacia las puertas de salida porque temía que a continuación aparecieran atacantes con armas de fuego. En el camino vio más heridos y mucha gente que corría en una situación de miedo y confusión.

El coronel estadounidense Chuck Helms, médico que también asistió a las víctimas el 11 de septiembre de 2001, estaba en el aeropuerto para volar a Kampala. "Junto con otro médico belga, dimos los primeros auxilios a unas 15 personas", dijo a Time. "Mucha gente trataba de ayudar: estaban la policía, los militares, pero había vidrios rotos en todos partes, y la mayor parte de los oficiales no se daban cuenta de que estaban heridos, que tenían cristales incrustados en las manos, porque estaban tratando de ayudar a la gente".

En el Hotel Sheraton del Aeropuerto de Bruselas, ubicado directamente frente a la terminal afectada, Anthony Barrett escuchó un ruido que le hizo pensar en movimientos de muebles en la habitación debajo de la que él ocupaba. "Cuando abrí las cortinas y miré, vi que la gente escapaba del edificio", dijo a CNN el británico, que había asistido a una conferencia y se disponía a volver a su casa. "Vi docenas de heridos: los llevaban en camillas y hasta en carritos de equipaje hacia las ambulancias. Un hombre llevaba solo a otro que parecía muy mal herido".

Inclusive los miembros de los equipos de emergencia necesitaron ayuda, en su caso apoyo de psicólogos: Jean-Louis Vanoverschelde, un cardiólogo del Hospital de Saint Luc, donde llegaron varios heridos, dijo a Politico: "Estaban muy afectados. Uno no está acostumbrado a ver personas que han volado en pedazos, aun si es un profesional".

En la estación Maalbeek del metro

"Yo estaba en el tren que ingresaba en la estación", dijo a Politico un empleado de la Comisión Europea que iba hacia su trabajo. "Hubo una explosión enorme. Las luces se apagaron, había humo por todas partes. Todo el mundo cayó al piso. Por suerte logré escapar al forzar la apertura de las puertas del vagón con la ayuda de otros pasajeros, y corrimos hacia la salida". Fue lo más aterrador que le sucedió en la vida, dijo, porque los ruidos seguían, y no se podía saber si eran disparos, más explosiones o qué.

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Cinco adolescentes estaban en la estación, habían llegado antes del atentado porque tenían una actividad escolar con oficiales de la Unión Europea. "Escuchamos una explosión cuando salíamos a la calle para buscar el punto de encuentro", recordó Meava, de 16 años. "Me di vuelta y vi que la gente detrás de mí tenía sangre en la cara. Fue terrible. Nos asustamos muchísimo".

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Un gerente de la agroquímica estadounidense Monsanto, Brian Carroll, le dijo al Financial Times que había dudado antes de tomar el metro. Había escuchado las noticias sobre la explosión doble en el aeropuerto. El tren en el que viajaba ingresaba en la estación cuando "hubo varias explosiones, se apagaron las luces y el tren tembló", dijo. "De inmediato todos caímos al piso. La gente lloraba y gritaba". No le pareció un tiroteo; sospechó que era otro ataque y se preguntó si iba a morir en ese momento, en ese lugar. Por inercia, el tren detenido había avanzado hacia la estación; Carroll y otros pasajeros lograron abrir la puerta y avanzar hacia el andén. "El humo lo llenaba todo; había vidrios rotos por doquier".

Sander Verniers estaba en el tren, en los túneles, cerca del coche que llevaba la bomba. "Sentimos una especie de viento fuerte que atravesó el vagón y escuchamos unos sonidos que no correspondían", dijo a CNN. "Entonces el tren frenó, abrimos las salidas de emergencia y nos evacuaron. Había mucho humo".

Evan Lamos estaba en un vagón ya cerca de la estación de Maelbeek cuando su tren se detuvo. "Sentimos un golpe de aire, sentí que los oídos me estallaban", le dijo a BBC. "Las luces se apagaron, dejamos de escuchar el motor. Por el intercomunicador nos dijeron que había sucedido un problema en la línea y que estaban trabajando para resolverlo. Así siguieron por tres o cuatro minutos. Pero había mucha aprensión y desconfianza, creo que muchas de las personas habían estado leyendo sobre las explosiones en el aeropuerto. Entonces alguien abrió la puerta desde fuera, instaló una escalera y comenzó a evacuarnos".

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