¿Por qué se mueren nuestros jóvenes? ¿Cuáles son las causas? ¿Qué podemos hacer desde el Estado para prevenirlas? Esas fueron algunas de las preguntas que nos planteamos con Daniel Scioli en el inicio de su gestión al frente de la provincia más importante del país. Buscamos las respuestas y nos pusimos en acción para evitar tantas tragedias familiares.
La Organización Mundial de la Salud lo indica con claridad: el trauma es la primera causa de muerte y discapacidad entre las personas jóvenes, menores de 45 años.
Se trata de una enfermedad que se define como "el daño físico que sufre una persona cuando se expone a una cantidad de energía mayor a la que puede tolerar". Este daño puede ser de origen intencional (homicidios, suicidios o grandes actos de violencia) o no intencional (caídas, choques vehiculares, atropellamientos). También se habla de trauma cuando una persona padece la ausencia de elementos esenciales para la vida, como el calor (hipotermia o congelamiento) o el oxígeno (asfixia).
El trauma figura además entre las primeras causas de discapacidad y se ha convertido en una endemia que afecta sobre todo a la población de los países en vías de desarrollo. De hecho, sabemos que son las enfermedades cardiovasculares y el cáncer las principales causas de muerte en nuestra población general. Hoy conocemos también que la tercera es la enfermedad trauma.
A partir de ese diagnóstico, la abordamos como un severo problema de salud pública y decidimos que no podíamos quedarnos de brazos cruzados ni ser testigos silenciosos de este fenómeno destructivo y doloroso. Sobre todo, porque es posible trabajar e intervenir desde distintas áreas del Estado para prevenirla o reducir su impacto. Pero también para asistirla, con equipamiento y recursos humanos idóneos que ofrezcan la atención adecuada, en tiempo y forma, porque cuanto antes se aborda al paciente traumatizado, más posibilidades tendrá de sobrevivir sin secuelas.
Fue entonces cuando creamos una alianza estratégica con la Fundación Trauma, que encabeza un médico experto en el tema: Jorge Neira. Juntos fundamos Red de Trauma, que no solamente asiste, sino que releva y analiza los datos en el ámbito hospitalario y prehospitalario a través de un Registro de Trauma.
Contar con información precisa nos permite conocer qué impacto tiene el trauma en nuestra provincia, por qué, quiénes la padecen y qué consecuencias provoca. Pero, además, un registro es como el cerebro de un sistema integral de atención de esta enfermedad, porque si no conocemos en detalle por qué ingresa el paciente y qué pasos hay que seguir desde el inicio del trauma, no lograremos atenderlo en el lugar adecuado, con el pronóstico justo. El riesgo de discapacidad será mayor y nos estaremos privando de información clave para que el Gobierno tome las decisiones correctas.
Hoy, la Red de Trauma de la provincia de Buenos Aires está conformada por los equipos sanitarios de 12 hospitales públicos de la provincia, que ya han estudiado 47 mil hechos.
Comparto algunos de los datos significativos relevados por el Registro: las lesiones ocurridas en el tránsito, sobre todo las que afectan a motociclistas que no utilizan casco son las más frecuentes. Abarcan el 24% de todos los traumas. En segundo lugar, aparecen las agresiones, con el 23% de los casos analizados. En este último grupo se incluyen las situaciones de violencia de género, sexual, familiar y las peleas callejeras, entre otras formas de agresión.
También nos llamó la atención que el 37% de los ingresos a hospitales pediátricos por trauma fue producto de caídas. No menos sorpresivo resultó que, tanto en adultos como en niños, las muertes de peatones en la vía pública ascienden al 11% del total de muertes por trauma.
Por eso, comenzamos a pensar y poner en marcha políticas activas para reducir el impacto del trauma en la provincia.
De esta manera, construimos redes de atención hospitalaria, con equipamiento y recursos humanos idóneos para dar respuesta a las emergencias. Y decidimos crear una Unidad de Pronta Atención (UPA24) sobre la Autovía 2, especializada en trauma, que se puso en marcha en marzo de 2014, para realizar una asistencia inmediata y evitar así secuelas graves y salvar vidas.
Es que en la enfermedad trauma es vital la primera hora después de sucedido el accidente, lo que se conoce como la "hora de oro". La posibilidad de poseer un sistema prehospitalario eficiente en esa primera hora no sólo disminuye la mortalidad, sino fundamentalmente la morbilidad, es decir, las alteraciones tanto fisiológicas como anatómicas del paciente traumatizado y las complicaciones quirúrgicas.
La UPA trauma permite cumplir con los principios básicos del manejo: rápida valoración (triage), manejo apropiado de la vía aérea, control eficiente de la hemorragia, estabilización de fracturas, iniciación de reemplazo de volumen sanguíneo en su trayecto al hospital y traslado en el menor tiempo posible. De esta manera, las acciones básicas del manejo de la enfermedad se realizan en la UPA, y a los hospitales sólo llegan los casos más complejos, ya estabilizados.
En la provincia de Buenos Aires, la constitución de una red sanitaria para la atención del trauma es una realidad en marcha. Pero el problema, como se dijo, no es privativo de los bonaerenses. Hoy más que nunca sostenemos la esperanza de que el pueblo argentino acompañe al gobernador Daniel Scioli para expandir a todo el país la experiencia del registro, la prevención y el abordaje óptimo del trauma, con el firme propósito de reducir la discapacidad y las muertes prematuras, evitables de los jóvenes argentinos.
Tenemos la herramienta, la experiencia y la voluntad política de llevarlo a cabo. Esperamos que nuestros compatriotas nos den la oportunidad de hacerlo realidad en La Gran Argentina.