Los diez países del mundo con más inmigrantes

Entre 1990 y 2013 el número de personas viviendo en el extranjero pasó de 154 a 232 millones, y la tasa de crecimiento de esta población se aceleró en la última década. El panorama en América Latina

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El 3,2% de la población mundial no vive en sus países de origen. La proporción se elevó un 14% en lo que va del siglo XXI, según estadísticas de la ONU en sus Tendencias en la Migración Internacional Revisión 2013, la más actualizada.

A pesar del incremento, parece un número bastante bajo. Sin embargo, en algunas regiones se siente bastante más que en otras.

Europa es el continente que concentra el mayor número de inmigrantes. A pesar de que alberga al 10% de la población mundial, aloja al 31,3% de los hombres y mujeres que decidieron vivir en el extranjero.

La relación se invierte en Asia, que concentra al 60% de los habitantes del globo, pero al 30% de los migrantes internacionales. En tercer lugar está Norteamérica -excluyendo a México-, que a pesar de tener a sólo el 5% de los habitantes, da asilo al 22% de los inmigrantes.

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En África y América Latina ocurre algo similar a lo de Asia: el porcentaje de población es claramente inferior al de extranjeros. En el primer caso, 15 contra 8%; en el segundo, 8,6 contra 3,7 por ciento.

Como se ve, parte importante de las migraciones internacionales se producen desde las regiones más pobres del mundo, hacia las más ricas, donde hay mayores oportunidades de alcanzar un nivel de vida digno.

"Un país no se convierte de golpe en un destino privilegiado de inmigrantes. Se trata de un proceso largo en el tiempo, por el que personas extranjeras van llegando progresivamente", explica a Infobae la politóloga española Gemma Pinyol, consultora senior especializada en políticas migratorias y movilidad internacional en la organización InStrategies e investigadora del think tank catalán CIDOB.

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"Hay muchas razones que explican los procesos migratorios. De modo general, podríamos decir que las oportunidades en el mercado laboral, bien sea este regular o irregular, son clave para entender la capacidad de atracción de algunos países", agrega.

Si se considera las migraciones según el origen, los datos corroboran lo anterior. El 38,4% de los que decidieron o se vieron obligados a irse a vivir a otro país son asiáticos. En segundo lugar están los europeos, con 26,3 por ciento.

En el caso europeo, hay que tener en cuenta que es muy frecuente la migración intraeuropea, considerando que, al tener una frontera común, la UE facilita la movilidad interna.

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En tercer lugar están América Latina y el Caribe, de donde sale el 16,4 por ciento. Luego vienen África, con 13,8%; Oceanía, con 3,2%; y Norteamérica, con 1,9 por ciento.

India es el país con más ciudadanos repartidos por el planeta, con 14,1 millones de personas. Segundo está México, con 13,2 millones; y tercero Rusia, con 10,8.

Completan el ranking China (9,3 millones), Bangladesh (7,8), Pakistán (5,7), Ucrania (5,6), Filipinas (5,5), Reino Unido (5,2) y Afganistán (5,1).

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¿Cuáles son los países que reciben el mayor número de inmigrantes? El primero es Emiratos Árabes Unidos, donde el 83,7% de la población nació en el exterior.

Después vienen Qatar (73,8%), Kuwait (60,2%), Baréin (54,7%), Singapur (42,9%), Jordania (40,2%), Hong Kong (38,9%), Arabia Saudita (31,4%), Omán (30,6%) y Suiza (28,9%).

No es casualidad que seis de los primeros diez estén en el Golfo Pérsico, que reúnen una serie de condiciones. Son países con baja densidad de población, cuya economía está estructurada básicamente a partir de la extracción y exportación de petróleo. Ese trabajo lo realizan empresas transnacionales, que trasladan allí a miles de trabajadores desde sus casas matrices, ubicadas en Europa y Estados Unidos.

Singapur, Hong Kong y Suiza también tienen algo en común: son tres de los mayores centros financieros del mundo. La profusión de los intercambios comerciales con el resto del planeta también invita a muchas compañías y profesionales a radicarse allí.


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Las migraciones en América Latina

El país latinoamericano con el mayor número de inmigrantes es Puerto Rico. Representan el 8,7% de su población. Completan el podio Costa Rica, con 8,6%; y Argentina, con 4,5 por ciento.

En torno a la media mundial están Panamá (4,1%), República Dominicana (3,9%), Venezuela (3,9%), Paraguay (2,7%), Trinidad y Tobago (2,4%), Ecuador (2,3%), Chile (2,3%) y Uruguay (2,2%).

Con un nivel bajo de inmigrantes están Bolivia (1,4%), Jamaica (1,3%), México (0,9%), Nicaragua (0,7%), El Salvador (0,7%), Guatemala (0,5%), Haití (0,4%), Perú (0,3%), Honduras (0,3%), Brasil (0,3%), Colombia (0,3%) y Cuba (0,1%).

Si se observa el otro lado de la ecuación, los países con más emigrantes, el primero es por lejos México, segundo a nivel mundial. Con 13,2 millones de personas viviendo en el exterior, principalmente en Estados Unidos, concentra el 38% del total de latinoamericanos en esa situación.

En segundo lugar está Colombia, con 2,4 millones; y tercero, Brasil, con 1,8. Siguen Puerto Rico (1,7 millones), El Salvador (1,5), Cuba (1,5), Perú (1,4), República Dominicana (1,2), Haití (1,2), Ecuador (1,1), Jamaica (1,1), Guatemala (1), Argentina (981.000), Paraguay (770.000), Bolivia (765.000), Honduras (660.000), Nicaragua (655.000), Venezuela (631.000), Chile (604.000), Trinidad y Tobago (374.000), Uruguay (337.000), Panamá (150.000) y Costa Rica (130.000).


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Retos y desafíos de las migraciones

"Como todos los fenómenos sociales, la inmigración en la sociedad receptora supone oportunidades y retos. Una buena gestión pública del fenómeno migratorio es aquella que convierte los retos en oportunidades de cohesión social y desarrollo en la sociedad de destino. Los impactos en la sociedad están íntimamente relacionados con el modelo de gestión tanto de flujos como de la denominada 'integración de los inmigrantes'", dice Pinyol.

"En muchos países -continúa- las migraciones se han desarrollado fuera de los marcos normativos legales. Eso permite identificar tres problemas graves: en primer lugar, uno político-administrativo, pues implica que las políticas y las leyes no responden a las demandas migratorias existentes, y no son capaces de canalizar este flujo de manera regular. En segundo lugar, un reto social y económico, en la medida que pueden crearse espacios con ausencia de derechos, tanto laborales como sociales, en las sociedades democráticas. Y finalmente, es un problema de derechos individuales, pues afecta a la persona individualmente en la medida que no tiene sus derechos garantizados".

Según los datos de EUROSTAT, a lo largo de 2013, un total de 3,4 millones de personas emigraron a uno de los países de la UE. De estos, 1,4 millones eran ciudadanos de terceros países, mientras 1,2 eran nacionales de otro Estado miembro.

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Los países que mayor número de inmigrantes recibieron fueron Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España, con flujos de entrada que van desde los casi 700.000 de Alemania a los 270.000 de España.

"Durante la crisis económica en Europa, han surgido diferentes corrientes de cambio, canalizadas a través de partidos que recogen el malestar de gran parte de la población ante la situación económica y su gestión. Entre ellas, destacan los movimientos antieuropeistas, que reclaman volver a las políticas nacionales, en contra del proyecto europeo común. Para estos movimientos de refuerzo nacionalista, la inmigración se ha querido interpretar como uno de los efectos 'nocivos' de la globalización, y se considera que los países no tienen suficientes competencias para frenar este fenómeno, lo que no es cierto, pues ésta sigue siendo una competencia estatal en el marco europeo", sostiene Pinyol.

"En un contexto de crisis, el discurso de los recursos reducidos y la idea de 'primero los de casa' han ido calando con mayor facilidad, especialmente en esos colectivos más desfavorecidos. Además, muchos países europeos

no han planteado debates reales sobre lo que significa ser sociedades diversas

, en las que cada vez mayor número de ciudadanos tienen condiciones diferentes. Intentar responder a estos retos con los modelos de sociedad tradicionales no ha funcionado, generando un

sentimiento de exclusión por parte de la sociedad de origen migrante

, y un sentimiento de rechazo por parte de la sociedad autóctona", concluye.