El Gran Hermano controla y lo hace saber por Twitter

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La lamentable muerte del fiscal Alberto Nisman ha dado -y seguirá dando- para hablar, escribir, analizar y sobre todo investigar. Ojalá que esto último sea exitoso para el bien de la justicia.

Me quiero detener en un episodio lateral del caso, aunque nada menor: la persecución que sufrió el periodista Daniel Patcher. Y especialmente la demostración de poder supremo esgrimido desde la Casa Rosada.

Ante la noticia de que Patcher abandonaba el país sin rumbo conocido, víctima de presiones que ponían en riesgo su vida, la cuenta oficial de la red social twitter de Presidencia, publicó la información de los pasos del periodista.

¡Gravísimo!

El gran hermano orwelliano vive y lucha y escribe en la cuenta oficial de la Casa Rosada. El mensaje fue bien claro, no solamente lo persiguen, sino que se jactan de saber a dónde partió.

Hoy el periodista, que dio la primicia de la muerte del fiscal, está a salvo del régimen kirchnerista en Israel. Pero queda, blandiendo sobre todos los argentinos, esa sensación de contralor y persecución. Queda también, el siempre asqueante fantasma de la autocensura...

Terrorismo, que es imponerse por el terror, es lo que se advierte que está ocurriendo del lado occidental del Río Uruguay.

Por estas horas, en las que escribo esta columna, se informa de reuniones en Punta del Este, en las que participan agentes en retiro y en actividad, de la inteligencia argentina. Es desde allí que habría salido el aviso a Nisman que su vida corría peligro.

Una democracia liberal, en la que un fiscal que acusa a los principales dirigentes políticos de un país, pierde la vida; en la que el periodista que da la noticia del hecho debe abandonar ese país, acorralado por las presiones; cada día que pasa es menos democracia y es menos liberal.

Si se investiga, se reúne pruebas y se acusa a quienes gobiernan, se pone en riesgo la vida. Si se informa, también.

Como elemento de fondo está el atentado a la AMIA, la falta de verdad sobre el mismo luego de tantos años. Otra de las heridas abiertas de la historia de la Argentina reciente, a la que se le agregan oscuros capítulos.

A estos desgraciados fenómenos, los vemos desde Uruguay con mucha preocupación. No solamente porque sentimos especial aprecio por el pueblo argentino, sino porque, además, al ver las barbas de nuestro vecino arder, pronto debemos poner las nuestras a remojar.

El autor es diputado nacional por el Partido Colorado de Uruguay. Licenciado y Diplomado en Ciencia Política.