Exceso de consumo, la gran amenaza del futuro

La paradoja sin solución de vivir en sociedades que necesitan consumir cada vez más, pero en un planeta que va a colapsar si no se reducen los niveles

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Reuters
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Entre 1961 y 2007, la población conjunta de los Estados Unidos y Canadá creció un 39 por ciento. En el mismo período, su huella ecológica, que es una medida de impacto ambiental elaborada a partir de la superficie de tierra o agua necesarios para sostener su nivel de consumo, creció un 160 por ciento.

Ambos países reúnen un 5 por ciento de la población mundial, pero generan un 17 por ciento de la huella ecológica global, según datos presentados por Frédéric Julien, investigador del Departamento de Geografía del King's College London.

"Esto es una bomba de tiempo. Vivimos en un planeta que tiene límites y que no puede transcender su propia finitud. Ya estamos en los bordes del planeta, consumiendo un 150 por ciento de la capacidad de carga del ecosistema. Se están socavando las bases biofísicas de nuestra sustentación", asegura a Infobae América Antonio Elizalde Hevia, sociólogo por la Pontificia Universidad Católica de Chile y doctor en Desarrollo Humano y Participación Social por la Universidad de Valencia.



Por qué no podemos dejar de consumir

Ningún país es viable económicamente si no crece su producto. Tanto que, según Julien, de aquí al 2050 el tamaño de la economía mundial podría triplicarse.  ¿Cómo se produce ese crecimiento? De distintas maneras, pero principalmente consumiendo más.

"Si se paraliza el consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía, aparece el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros. Pero ese híperconsumo está agrediendo al planeta. (…) Una lamparita eléctrica no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar 100 mil horas encendidas! (…) Tenemos que sostener una civilización del "úselo y tírelo", y así estamos en un círculo vicioso", resumía José Mujica, presidente de Uruguay, en el discurso que pronunció el 20 de junio de 2012 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable Río+20.

Bajo el sistema económico actual, los países necesitan consumir más para prosperar. Esa necesidad permitió a las empresas poner a disposición de los consumidores una cantidad y variedad descomunal de bienes y servicios.

"Esta sociedad nos provee de un confort material que no existía en el pasado. Gracias a un impresionante aporte de la tecnociencia se abarataron los costos de producción. Así, por ejemplo, el precio de elaboración de las pantallas LCD puede reducirse en un 80 por ciento en sólo tres o cuatro años", explica Elizalde Hevia.

Pero la economía no explica todo. Importantes transformaciones sociales ocurridas en las últimas décadas favorecieron el desarrollo de sociedades compuestas por individuos antes que por grupos humanos.

Esto permitió una libertad de elección si precedentes, pero al precio de relaciones más inestables y cambiantes. En un mundo así, las personas le dan una importancia creciente a la satisfacción de sus placeres individuales. El consumo permite eso como ninguna otra actividad.

"En una sociedad en la que los vínculos son precarios, en el que se buscan salidas fáciles para poder escapar, comprar es el mejor ansiolítico".



El impacto del exceso de consumo sobre el planeta

"El ciclo económico se acelera en detrimento del ciclo ecológico, lo que se manifiesta en el agotamiento de la biocapacidad del planeta, y de los bienes naturales. El modelo actual no puede sostener ese ritmo de uso de los recursos, que se van desgastando en beneficio de pocos y en detrimento de todos", dice Róger Martínez Castillo, Doctor en Agroecología y Profesor de educación ambiental en la Universidad de Costa Rica, en diálogo con Infobae América.

"La huella ecológica nos sirve para darnos cuenta de que el consumo de una persona puede tener un cierto impacto sobre el medio ambiente, pero el de otra puede ser mayor o menor. Por ejemplo, si una tiene un auto que utiliza gasolina degrada la salud, el ecosistema y todo lo demás, pero si otra usa un automóvil con celdas solares, eólico, el impacto es menor. Hoy existe la ciencia, la tecnología y el capital para usar ese tipo de energía, lo que no hay es voluntad política de cambio. Ni las grandes automotrices ni los Estados están interesados", agrega.

Lo más preocupante es que el daño provocado por esta depredación de recursos naturales es consecuencia del sobreconsumo de apenas un 20 por ciento de la población mundial. Es decir que la mayor parte de la humanidad debería tener capacidad de acceder a bienes y servicios de los que hoy carece.

"¿Sería posible universalizar esos niveles de consumo?", se pregunta Elizalde Hevia. "No tendríamos planeta suficiente".



¿Se puede controlar el consumo?

"La gran crisis no es ecológica, es política. (…) Tenemos que darnos cuenta de que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir", decía Mujica en su discurso.

"Si no tenemos suficiente para todos debemos compartir -sugiere Elizalde Hevia-. Hay indignidad en el subconsumo, pero también la hay en el sobreconsumo. Por eso el ejemplo moral que nos está dando Mujica es impresionante. Por ejemplo, recientemente viajó a la cumbre de la Celac con avión de línea, no con un jet privado".

Si cada presidente viaja en un avión privado, son decenas de naves gastando combustible y contaminando. Pero si todos viajan en aeronaves comerciales, no habría ningún impacto extra para el medio ambiente.

"Hay que producir de acuerdo a lo que se necesita. China está produciendo para el mundo y ya se ven las consecuencias: si la edad promedio allí era de 75 años, va a bajar a 70-68 años. Los europeos también bajaron su edad promedio de80 a 78-79. De nada sirve tener mucho dinero si las condiciones de vida del aire, del agua y de la comida están contaminadas", explica Martínez Castillo.

La gran pregunta es si efectivamente podría controlarse el consumo de manera que nadie acapare más de lo necesario, en un mundo que tiende a una libertad y a una desregulación cada vez mayores.

Producto del avance del individualismo, los habitantes de las grandes ciudades se resisten con mucha fuerza cuando un gobierno o cualquier entidad superior intenta controlarlos, limitarlos.

Por eso, parece muy difícil que este modo de vida, con todas sus consecuencias, pueda modificarse en el corto plazo.

"El actual modelo no nos permitirá resolver el problema. La solución se verá más adelante, cuando ante la inminencia de un colapso ambiental la humanidad tenga que buscar un modelo de vida diferente, que sea sustentable, en el que se consuma lo necesario y donde los mercados locales sean más importantes que el mundial", concluye Martínez Castillo.