La historia de Sony: de rapear en el subte pasó a la televisión, y llegó a Barcelona

A los 24 años, es un referente del freestyle. Pero tiene un pasado difícil, de carencias y golpes fuertes: "Cuando mi mamá murió, no pude suspender una participación en la tevé", le contó a Teleshow

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Él es Gonzalo Rodríguez, pero en los últimos años trascendió bajo su apodo que ya es su nombre artístico: Sony. En 2011 participó del programa La Voz Argentina y tres años después se consagró como ganador de la Red Bull Nacional Argentina. Pronto se convirtió en un referente del freestyle con participaciones en distintas competencias en todo el mundo.

Hasta acá, la historia ideal de quien busca triunfar en la música y lo consigue. Pero el caso de Sony va más allá. Desde muy chico sufrió muchas carencias, y a los 14 años le tocó hacerse cargo de su casa tras la muerte de su papá, quedando a cargo de sus hermanas y su mamá.

Pero no apagó sus sueños. Comenzó haciendo rap en el subte y logró aparecer en varios programas de televisión, como Sin Codificar. Y hoy, a los 24 años, Sony deja en cada rap improvisado un mensaje claro: si lo puedes soñar, lo puedes lograr. Así como lo hizo él.

—¿Como fue que empezaste a rapear?

—A los 14 años, con la muerte de mi papá. Yo era un pibe re callado, no me juntaba prácticamente con nadie, no tenía amigos. La música me gustaba de chiquito pero no conocía el mundo del rap. Sí el big box, a través de una película que me había gustado, Canguro Shak.

—¿En ese momento dónde vivías?

—En Pontevedra. Familia de tres hermanas con mi mamá y mi papá, que en ese momento falleció.

—¿Te hiciste el hombre de la casa?

—Sí. Tuve que salir a trabajar. Y como todos, tuve problemas con el estudio. Hasta que descubrí que había otras personas que se sentían identificadas con lo que yo hacía: el rap. Decidí llevarlo a los subtes y vi que a otras personas les hacía bien escucharme. Les arrebataba un momento de su tiempo para sacarles una sonrisa o desconectarlos un poco de la rutina. Ahí entendí por qué lo estaba haciendo.

—¿Cómo era? ¿Subías al subte y cantabas?

—Me ponía en el medio de cualquier vagón. Imaginate lo que fue para mí las primeras veces irrumpir en el tren y ya toda la gente mirándote, esperando. "¿Qué hará este?". Hay distintas energías, distintas personas. Tenes que manejar todo.

—Siendo tímido, ¿cómo te animaste a cantar en esa situación?

—Me mandé. Primero no fui solo, sino que me acompañaba un muchacho de Mar del Plata que se llamaba "J". Yo hacía big box y él rapeaba. Después, decidí ir solo haciendo big box. Más tarde me conseguí un parlantito. Y cuando al parlantito le conecté una pista, ahí cambió todo.

—¿Mientras tanto trabajabas?

—Volvía de laburar en el subte y tenía un trabajo de chapista. También trabajé en una panadería y como ayudante de albañil. Trabajé de todos los trabajos forzados que te pueden salir en el conurbano.

—¿Cuál fue el punto de inflexión? ¿Cuándo el rap se convierte en tu trabajo?

—Cuando salí por primera vez en tele, en "Sin Codificar". Mi música era 100% callejera hasta ese momento. Jamás imaginé lo que era escuchar mi voz rapeada en un micrófono que no fuera en el subte. Ahí todo cambió.

—¿Cuales son los contenidos del freestyle?

—El freestyle no tiene un límite de sobre qué hablar. Hablás de todo lo que podés llegar a saber y de todo lo que podés llegar a sentir. Un ser humano en un día pasa por no sé cuantas sensaciones o cuántos pensamientos. Y yo sé que el freestyle es limitado en el sentido de que tantas ideas como tengas, es tanto lo que vas a soltar. Si vos sos un chabón que lee mucho, evidentemente tu freestyle será inteligente, correcto, con mucho léxico. Si sos una persona que vive en la calle vas a rapear la calle y la realidad, y te va a importar nada lo que te diga nadie de cómo es tu rap.

—¿El callejero es el que te identifica?

—Sí, es el que más me identifica. Me considero alguien que es under porque estuve en Barcelona, en todos los escenarios grandes.

—¿Del subte pasaste a España?

—Sí. Es una locura. No imaginé jamás que mis piecitos iban a aterrizar en otro país. Pero volver a conectarse con la gente de la calle, eso es lo que hace diferente al artista. Considero que es lo más sanador que hay porque sigo estando en conexión con la gente de la calle, sigo estando con mi familia, manejándome como siempre.

—¿Qué aprendiste en la calle?

—Me dejó demasiadas enseñanzas, tanto buenas como malas. De bueno te puedo decir que aprendí a distinguir a las personas, las intenciones, saber cuándo una persona está mal intencionada, saber dónde meterse, dónde no. Saber dónde va a haber quilombo, dónde no. Saber dónde va a haber pelea. Saber cuándo una persona es heavy, cuándo no. Lo malo es que te deja en conexión con todo lo que rodea a la calle: las drogas, la gente delincuente, la que te propone entrar en negocios malos; y uno elige. Gracias a mi música tuve todo en bandeja, la gente me ofreció muchas cosas. Y uno elige.

—¿Nunca te metiste en el mundo de la droga, del alcohol?

—No, no lo elijo. Soy una persona que vive de transmitir y no puedo transmitirle a una persona un mensaje limpio teniendo el corazón, el alma o la consciencia sucia. Hay que estar lo más limpio posible.

—¿Cuál es tu mensaje?

—El que más trato de dejar es que todo lo que uno quiere lograr se puede lograr a pesar de los golpes y de lo que sea. Un mensaje de superación. En mi corta experiencia, en lo que viví hasta ahora, considero que la vida es una pelea constante de altibajos: peleás con la frustración, con la decepción, con muchas cosas, y hay personas que no saben cómo salir de eso y se ahogan. Y que alguien a través de un tema te diga una salida, o te dé una opción, eso es algo.

—¿Qué golpes tuviste que afrontar a lo largo de tu vida?

—Son bastantes. A los 14 falleció mi papá. Antes de eso, la crisis de 2001 fue muy golpeadora para mi familia: hemos trabajado desde muy chiquitos por muy poca plata, nos costaba tener para los estudios, nos costaba tener ropa, nos costaba tener todo. Con mis hermanas salíamos a pedir, no nos quedaba otra cuando éramos chicos. Y son cosas que uno tiene que pasar. Viví un montón de frustraciones cuando los planes no te salen, cuando tenes más criterio que otras personas pero siguen triunfando, , cuando ves que se te cierran las puertas y ves que tenes todo para cruzar esa puerta. Son muchas cosas. Otro golpe cuando fallece mi mamá, que se me va justo cuando yo estaba en un programa de tevé, y no pude decir que no podía ir al programa. Son cosas que uno tiene que afrontar y que te hacen fuerte.

—En esos momentos tan tristes, tan duros, ¿confiabas en vos, en un Dios? ¿Qué era lo que te sostenía?

—En la música. Era lo único que tenía en ese momento. Cuando conozco el rap, mi primera impresión con el freestyle fue hacer llorar a una persona: fueron mis hermanas. Transmitir, al punto de hacer emocionar a otra persona, era lo único que tenía. La música era mi medio de desahogo. Escribía todo lo que sentía, todo lo que me pasaba: siempre me salía soltar todo eso que me hacía mal.

—¿Es como una terapia?

—Sí. Hacer freestyle es muy terapéutico. Cuando empecé a hacer esto había gente que no confiaba en mí, que se reía, que pensaba que yo era un bohemio, un loco, se reían de cómo me vestía. Hoy en día, vienen a verme al show.

—¿Qué otra cosa te gustaría hacer en los medios?

—Actuar. La actuación está muy ligada al freestyle. Y en la Argentina tenemos una rama de improvisación muy fuerte. Ya desde los payadores. Tenemos una raíz de improvisadores, poetas, muy fuerte.

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