Era abogada en México, se enamoró de un argentino y dejó su profesión para poner un restaurante en Buenos Aires

María Barrera tiene 48 años y hace 19 se enamoró de Sebastián Peña Martínez, un porteño. Al principio vivieron en Jujuy (”mi pequeño México aquí”, dice ella), donde nacieron sus dos hijos. Ahora, totalmente dedicada a las hornallas, se dedica a divulgar la cocina y cultura de su país

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Con Sebastian Peña Martínez, que conoció en las redes sociales de ese momento, fue un amor a primera vista. Jamás se había imaginado casada con un argentino. Tuvieron dos hijos. En la foto, con su primera hija, María José
Con Sebastian Peña Martínez, que conoció en las redes sociales de ese momento, fue un amor a primera vista. Jamás se había imaginado casada con un argentino. Tuvieron dos hijos. En la foto, con su primera hija, María José

Cuando María tenía 5 años, en el sexto aniversario de casados de sus padres, vio cómo su papá le llevó una banda de mariachis a su madre. En ese momento supo cuál sería su destino. ”Un mariachi me cantó una serenata a mí y le dije ‘no me gustan los mexicanos, yo me voy a casar con un extranjero’. Lo dije y lo cumplí”, cuenta entre risas María Barrera, quién lleva 19 años en pareja con un argentino.

Para muchos, María es una reconocida chef mexicana de 48 años radicada en Buenos Aires; para otros, una abogada que se dedicó a los litigios es su casi nativo Michoacán. Pero quienes ponen la lupa sobre ella saben es muchísimo más que todo aquello y la vez es parte de ambas. Mezcla las culturas: lo argentino y lo mexicano, lo ´argenmex´ es parte de su historia. Un mensaje que recibió en el 2003 le cambió la vida: “Llego el 6 de agosto, espérame en el aeropuerto”. Sin verse las caras se animó, y de esta manera construyó una nueva vida, lejos de los libros de derecho y cerca de la cocina.

El bautismo de María José en Michoacán
El bautismo de María José en Michoacán

Hija de padres mexicanos nacida en Ciudad de México, a los 10 años se mudó al pueblo de su abuela, de quién aprendió a cocinar, ya que le enseñaba sin miedo. “A mí me encantaba la cocina, me fascinaba, la abuela tuvo que ver, nos cuidaba desde que soy bebe. Vivía con nosotros, me subía a una silla a voltear tortillas cuando tenía 4 años, apenas era niña, la abuela nunca tenía miedo a que te quemes, no tenía miedo a quemarnos ni hacernos, cuando se iba de viaje lloraba porque no me dejaban cocinar. Así es que aprendí a cocinar con mi abuela, las primeras recetas, las tortillas, todo con ella: Maura vivió 103 años y murió hace 14″, cuenta María. En la adolescencia, el primer plato que aprendió fue un buen arroz, él mismo que le enseñó a preparar a su hija, transmitiendo la receta familiar por generaciones, y que con mucha felicidad le preparó a su enamorado.

A pesar de tener un amor tan marcado por la cocina, se dedicó al derecho después de recibirse como abogada en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en 1998, la misma donde estudió Miguel Hidalgo, el padre de la patria mexicana. Mientras que en la cocina pasó por varios maestros, y tomó centenares de clases, incluso a sus 17 años dictó su primer curso de pastelería para 10 vecinas y se certificó como profesional. En un despacho, comenzó la fantasía, una historia de amor, de aquellas estremecen y dan esperanza. Comenzó en la virtualidad, María y Sebastián se conocieron por un chat, las redes sociales de aquel momento, más específicamente: una plataforma de principios de los años 2000. “Hay muchas mexicanas en Argentina, que se vinieron conociendo a algún en esos chats”, se ríe y aclara que en su caso fue al revés, ya que fue él quien la fue a ver a su país. Una tarde, mientras que María hacía amparos desde la computadora, él le decía de verse. Sin conocer la cara, primero fueron palabras, y frases. Le contó que quería hacer una maestría, pero dónde vivía ella no había opciones.

María en una de las participaciones en la feria del chocolate, en Tabasco. A su lado, el gobernador Andrés Granier Melo
María en una de las participaciones en la feria del chocolate, en Tabasco. A su lado, el gobernador Andrés Granier Melo

Una tarde le avisó que tenía el boleto para ir a conocerla, algo así, llegó el 6 de agosto del año 2003, y María fue a buscarlo al aeropuerto de Ciudad de México. “Hasta que conocí a Sebastián, nunca me imaginé casada con un argentino, fue amor a primera vista, desde ahí no se separaron más”. En los detalles, agrega: “venía por los 3 meses con visa que le dan a los extranjeros, con la idea en la cabeza de hacer una maestría, que tardó 5 años en comenzar. A los 6 meses nos casamos, al año ya teníamos una bebé, María Jose que hoy tiene 18, a los 4 años el segundo hijo y en 2005 nos casamos por iglesia en Jujuy”. El licenciado en administración de empresas y la abogada comenzaron una nueva vida juntos, y ante la dudas, siempre aclara: “No es chef pero le encanta comer todo lo que hago, y mi suegra dice que se fue a México por mí y no por la maestría. Dos hijos después y dos casamiento en dos países y seguimos juntos”.

Cuando llegaron a Argentina, se radicaron en Jujuy. Viajaron por avión desde Bolivia, y pasó dos años allá antes de llegar a Buenos Aires. Al principio pensaba que todo era como en Jujuy, lugar que conoció en el 2005, y aclara: “El norte me pareció muy parecido a México, me encantó, la gente es súper amable. Buenos Aires lo conocí en 2009 cuando bautizamos a mi hijo. Para mí Argentina era Jujuy. Es mi México chiquito, amo ir, hay todo lo que en este lado no hay: chiles, maíz blanco, ese cariño de México, el convivir, todo ello”.

María Barrera junto a la cocinera Narda Lepes, en la inauguración del restaurante que abrió con su marido en Buenos Aires
María Barrera junto a la cocinera Narda Lepes, en la inauguración del restaurante que abrió con su marido en Buenos Aires

Acompañada por su marido, inició una nueva aventura, luego de tener una escuela de cocina en Hidalgo, decidió formarse en el IAG, y se despidieron del norte, donde nacieron sus dos hijos. Radicados en Argentina, María se tituló y continuó su carrera de chef, cocinó para varios embajadores, incluso vendía tortillas a los restoranes más importantes del país.

Hoy, con 19 años junto a Sebastián, sumergidos en la moda, abrieron el primer restaurante temático mexicano, con su nombre “María Barrera” en el que cada cena tiene historia y sabores, una experiencia donde se mezclan las culturas. Incluso, su hija forma parte del staff, y comenta: “Mi hija es mi asistente en la cocina, es una niña muy prolija que aprendió desde muy chiquitita, sus primeras incursiones en la cocina fueron haciendo ella solita cuando fui a hablar para retirar un pedido y como no me podía interrumpir empezó sin saber y sin saber nada a pesar las bolitas y hacer los huesitos del pan de muerto y le quedo perfecto, María José me dice que tenía los panes hechos y que solo había que ponerlo al horno, hacerlo en un pan de muerto no es fácil, yo la felicité y le pague 700 pesos de esa época y como no se los podía gastar le compre un juego de lápices en un cambalache, tenía 10 años, hoy trabaja conmigo”.

Sus hijos María José y Santiago Peña Barrera, con la camiseta argentina
Sus hijos María José y Santiago Peña Barrera, con la camiseta argentina

En el auge de los restaurantes mexicanos, el agregado de Cultura de la Embajada de México en Argentina, Héctor Orestes Aguilar Cabrera, opina: “hay unas cuantas buenas opciones que se acercan a la realidad de la comida mexicana, como locales donde se pueden comer tacos al pastor, y locales con cierto sabor mexicano pero que aún deben mejorar su oferta. Pero incluso en ciudades pequeñas, como Bariloche, de repente aparecen restaurantes mexicanos con cierta oferta atractiva, lo que le da un impulso muy estimulante a la gastronomía mexicana en Argentina”. Mientras que el especialista en relaciones internacionales y medios digitales, Lic. Rodrigo Safdiye, agrega: “Cada vez más la comida tradicional tiene un lugar en la gastronomía argentina, hay un auge en la incorporación de locales, y educación al respecto: ya sabemos que es realmente un taco mexicano, y lo podemos distinguir del antiguo tex-mex”.

María, mientras prepara la cena de esta noche, cada vez que habla de su esposo se sonroja, emocionada, y concluye: “Me enamoró que tiene un corazón más grande que su tamaño, es muy noble y compañero. Jamás pude encontrar a alguien mejor que él. Ninguno quería ir jalando a nadie, siempre me dio la mano y nos acompañamos. Y no puedo tener mejor socio que él, siempre apoyó mis locuras”.

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