La historia de la misteriosa isla que vigila las costas de Punta del Este: piratas, conquistadores y el homenaje a un prisionero

Frente a La Mansa, a dos kilómetros de la península, se extiende una superficie de 22 hectáreas. Sus orígenes se remontan al siglo XVI cuando fue descubierta por el navegante sevillano Juan Díaz de Solís. Allí, donde hoy se reúnen los yates más exclusivos, se esconde un amplio derrotero que va desde Charles Darwin hasta las invasiones inglesas

Tiene 22 hectáreas de extensión y dos costas: Puerto Jardín y Playa Honda, la última le da la espalda a la ciudad balnearia

Fue siempre una isla. Pero no siempre la misma isla. Tuvo un cementerio, una cárcel, un centro de investigación, un puerto, un foco de conquista colonial, escenarios íntimos de una producción de revista, paisajes de Instagram. Tiñe todos los atardeceres de la costa continental. De lejos es lo que está al fondo de las fotos, camuflada en el horizonte. De cerca se le distinguen fuertes y cañones. Es la Isla Gorriti, región fundacional del departamento uruguayo de Maldonado.

Hoy los turistas pisan las huellas que ayer dejaron piratas, expedicionarios y navegantes. Todos los días de temporada la disfrutan cerca de 500 turistas. Se detienen en sus orillas y bucean el interior de una terreno semi virgen de 22 hectáreas. Su capital, su acervo, ameritó la intervención de autoridades uruguayas al declararla Patrimonio Histórico Nacional por haber ambientado sucesos cruciales de la historia del país y de la región.

Quienes la visitan no cargan las mismas presunciones ni los invade el mismo propósito que tenía Juan Díaz de Solís hace 516 años. Se dirigen hacia las costas en embarcaciones -su acceso queda restringido al tránsito naval-. Allí encallan o desembarcan. Los impulsa el ocio y la naturaleza primitiva, casi virgen, explorada y respetada por miles, sin intervenciones humanas categóricas. Dos kilómetros de mar separan el continente de las costas Puerto Jardín y Playa Honda. Obra de puerto natural de los visitantes más distinguidos: el jet set o parte de ese núcleo privilegiado.

Pero hace más de cinco siglos, en su expedición, en 1516, el navegante sevillano registraba el avistamiento de un territorio peculiar. Lo consigna su diario de viaje: “Siguiendo la costa vieron una saliente de arena con una isla rasa al sur…”. El documento lo transcribió el doctor Fernando Cairo, historiador y subdirector general de Cultura de la Intendencia de Maldonado, quien la considera piedra basal en la comprensión de los orígenes: “Es un lugar geográfico muy importante para la bahía de Maldonado porque ha estado presente desde la conquista, desde el inicio mismo de la historia”.

Una imagen de siglos pasados: los cañones y las rocas de las fortificaciones custodian las costas de la Isla Gorriti

Su primer nombre fue “Isla de las Palmas” en referencia a las palmeras yatay que poblaban la zona. Lo certifican las expediciones de los navegantes Diego García en 1526 y Sebastián Gaboto del año siguiente. En 1531 los hermanos López de Souza se internaron ocho días en la isla donde grabaron en una piedra un escudo con las armas de Portugal. Antes de finales de siglo, en 1594, el Rey Felipe II exigió una exploración exhaustiva de islas y costas de la bahía. La Real Orden, un documento oficial emitido por el propio monarca, designó al sitio con el nombre “Maldonado”: en la isla aparece el antecedente más antiguo de una denominación que prevalecerá hasta 1771. En 1599, una nueva expedición: el holandés Hendrik Tosen al mando de la nave “Mundo del Plata” se aprovisionó de alimentos y dejó una carta oculta en una cruz de madera para informarle su rumbo a otro navío que se había extraviado en una tormenta. En ella le avisaba que iba a seguir camino hacia el Río de la Plata.

Al año siguiente, en 1600, el Gobernador de Buenos Aires Diego Rodríguez Valdés de la Banda cumplió con las órdenes de Felipe II: la carabela “Sanvento” conducida por Antonio Fernández Camiña e integrada por veinte mosqueteros y arcabuceros realizó un expeditivo reconocimiento de la isla. Elevaron un informe al rey con una minuciosa descripción de su vegetación, geografía, recursos; trazaron el primer plano de la costa, isla y bahía de Maldonado que aún se conserva en el Archivo General de Indias en Sevilla, España; y recomendaron fortificar la isla por su ubicación estratégica: habían hallado los mensajes que develaban la presencia impertinente de portugueses y holandeses.

Vista de la península de Punta del Este con un fondo inalterable: detrás aparece el verde de la isla Gorriti

Sobre todo cuando el 29 de abril de 1673 el capitán Juan Miguel de Arpide, al mando de la nave "San José", tomó posesión oficial de la isla en nombre del Rey Carlos II. Colocó tres insignias reales -un escudo, una cruz y un rollo con su cadena o argolla- para celebrar la toma entre la solemnidad de un escenario silvestre. Antes de embarcarse, plantó carozos de durazno y melocotón, y halló una cruz que decía, en holandés, "aquí está enterrado Enrique de Venterrusqui malogrado el 3 de octubre de 1670".

Los conquistadores cercaban la isla. Urgía un gesto de consolidación de la soberanía. Lo reconstruye en un escrito el historiador Cairo: “En 1755 se dio inicio a la población de Maldonado, en las inmediaciones de la Laguna del Diario, mudándose en 1757 a su emplazamiento actual. Precisamente la razón principal que llevó al Gobernador de Montevideo José Joaquín de Viana a la fundación de Maldonado fue el detener el avance portugués al Río de la Plata”. Con la amenaza latente y las hostilidades en auge, en 1762 comenzaron a edificarse sobre la isla un cuerpo de fortificaciones defensivas a pedido del Gobernador de Buenos Aires Pedro de Cevallos. Los restos de piedra de las estructuras aún se conservan, como las baterías y los cañones de artillería que sirvieron para bombardear al enemigo y custodiar la isla.

El ingeniero Rómulo Rubbo se dedicó a las plantaciones de los miles de pinos que inundan el paisaje de la isla

En 1792 fue un modesto puerto. Tres años antes el Rey Carlos IV fundó la Real Compañía Marítima con el propósito de optimizar los recursos marítimos de todos los mares con dominio español. Montó una sucursal en la Isla Gorriti de Maldonado donde se explotaba la industria de la ballena y la pesca, y donde construyó un gran edificio denominado “Casa de la Compañía”, además de almacenes y barracas para almacenar la mercancía y resguardar la curtiembre de los cueros de los lobos marinos.

La cronología de sucesos que albergó la isla continuó a comienzos del siglo XIX. Su geografía privilegiada, una suerte de aduana del Río de la Plata, fue tentación para los excursiones coloniales inglesas. En 1806 la isla estaba defendida por cien hombres al mando del capitán de infantería Agustín Leyes. El 29 de octubre de ese año, los ingleses tomaron la ciudad de Maldonado. El almirante Home Riggs Popham envió a un oficial a la isla para que izara la bandera británica y consiguiera la rendición de los soldados. “No teniendo motivos para entregarme a discreción por no carecer de nada, sería poco honor para las armas españolas”, le respondió el capitán Leyes. “Rechazada la propuesta de capitulación, sin víveres ni embarcaciones, la guarnición española de la isla debió rendirse a los tres días. Los ingleses entonces asaltaron la isla, saquearon el cuartel, inutilizaron la artillería y tomaron prisioneros a los españoles, a quienes confinaron en la isla de Lobos, la que se encontraba desierta”, recapituló Soria.

La Isla Gorriti le da la cara a La Mansa y al puerto de Punta del Este. Solo se accede allí en embarcaciones

La Isla Gorriti fue testigo de las invasiones inglesas, de las esfuerzos británicos por controlar el comercio legal y contrabando, y también de su final. Los tripulantes que fallecían en las expediciones al Río de la Plata eran enterrados allí. El “Cementerio de los Ingleses” se llamó el sitio donde las lápidas se distribuían sin lógica ni orden. La más antigua data de 1826 y correspondía a un marino inglés, tripulante de la nave de guerra “Doris”, y fallecido ese año. En 1874, enviaron allí el cuerpo del sastre Carlos Mills, residente de Maldonado, para ser inhumado en la Isla porque al ser de religión protestante su entierro estaba vedado en una ciudad continental de raíces católicas. Las celebraciones fúnebres concluyeron años después, en 1892, cuando ordenaron el traslado de las tumbas al cementerio local: el último entierro fue del marino irlandés Patrick Noonan, fallecido de un ataque al corazón ese 28 de febrero.

La remoción de las tumbas encubre una disputa de soberanía y patrimonio. El gobierno dispuso su traslado para resolver un conflicto diplomático que trabó con los Estados Unidos, que había solicitado autorización para adquirir, intervenir o embellecer las parcelas donde yacían marinos estadounidenses. La petición fue interpretada como un menoscabo a la integridad soberana del país. Inmediatamente las autoridades uruguayas coordinaron el destierro de todos los cuerpos de la isla y su traslado al cementerio de Maldonado, allí donde el país nórdico no podía exigir jurisdicción.

Una de las ilustraciones de época, cuando se instaló una sucursal de la Real Compañía Marítima

La historia de la isla admite vestigios de exclusión, de páramo apartado a la intemperie, de confinamiento natural. Antes de ser un espacio fúnebre, en la isla hubo una cárcel. Los comandantes de Maldonado la utilizaron como desecho humanitario: trasladaron allí a contrabandistas, desertores, indios, ladrones de caballos. Estuvieron quienes cumplieron su condena y quienes escaparon, sin saber qué habrá sido de ellos. En la isla Gorriti quedó detenido el hombre que le dio su nombre: el capitán Francisco Gorriti estuvo preso dos años, de 1751 a 1753, por haberse negado a pagar la cantidad estipulada para sufragar los gastos de guerra que generaba el enfrentamiento contra los indios minuanes. Lo dispuso el Gobernador de Montevideo José Joaquín de Viana castigando a quien fuera el último Comandante Militar de la ciudad hasta la designación del primer Gobernador.

Gorriti fue sistemáticamente atacada y conquistada por excursiones militares de distintas nacionalidades. "Pasó de mano en mano. La tuvieron españoles, portugueses, brasileñas, inglesas y de todos ellos han quedado vestigios que hacen a la historia local", apuntó el doctor y historiador Fernando Cairo, en diálogo con Infobae.

De lejos, es la isla que está al fondo de las fotos, camuflada en el paisaje. De cerca, tiene fuertes y cañones

Su historia no se reduce solo a conflictos de conquistadores. En 1818 se levantó un hospital denominado “de la Misericordia”, bajo la dirección del cirujano español José Benito Pereyra. Hay quienes aseguran que el naturista Charles Darwin participó en 1829 de un centro de investigaciones científicas. En 1843 los hermanos Samuel Fischer Lafone y Alejandro Ross Lafone compraron la isla; les duró poco: el Estado la recuperó años después en una operación de sucesión. En 1869 se efectuó en la isla una corrida de toros con tripulantes de dos fragatas españolas ancladas en la bahía haciendo de toreros. Unas dos mil personas estuvieron internadas en un hospital provisorio de la isla como consecuencia de una epidemia de cólera que azotó a Europa en 1885: recién pudieron irse cuando se levantó la cuarentena. A finales del siglo XIX, las tripulaciones de barcos de guerra extranjeros usufructuaron su follaje para realizar práctica de tiro.

Cuando hace 516 años Juan Díaz de Solís descubrió una tierra donde confluyen el Atlántico con el Río de la Plata, no imaginaba que iba a albergar tal secuencia de hitos históricos. Hoy en su enigmático escenario habitan el peso de su prontuario y la liviandad del esparcimiento, una conjunción entre el ocio desprendido y la historia viva.

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