Enferma, pálida y sufriente: la intimidad del día que Eva Perón votó por primera vez y rompió a llorar

Hace 70 años, el 11 de noviembre de 1951, todas las mujeres argentinas votaron por primera vez junto a Evita en una elección que le dio a Perón un triunfo arrasador en el que fue decisivo el voto femenino. Sus agónicos días antes de su muerte, la renuncia a la candidatura a vicepresidenta y el cáncer que la consumió

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Eva Perón en la cama del Hospital, junto a ella Juan Domingo Perón
Eva Perón en la cama del Hospital, junto a ella Juan Domingo Perón

Dolida, pálida, delgada y sufriente, a solas en su habitación de enferma del Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, que ella misma había inaugurado, Eva Perón tomó una boleta y la hundió en el sobre. No dudó demasiado: la boleta electoral del Partido Peronista tenía de un lado la efigie de Juan Domingo Perón y, del otro, la de ella misma, la enferma ilustre.

Se la habían acercado, junto al resto de las boletas electorales, la presidente de mesa, dos fiscales y dos agentes de policía que la dejaron a solas en ese cuarto oscuro improvisado. Luego entraron con la urna la presidenta de mesa, una fiscal y un fotógrafo, para eternizar la escena. Las dos mujeres le acercaron la urna y la inclinaron un poco, para facilitarle los movimientos. Con el cuerpo apenas girado hacia la derecha, el pelo rubio estirado hacia atrás y recogido en una trenza, Eva Perón colocó el voto en la urna con la mano izquierda: “Ya voté”, dijo con un hilo de voz. Enseguida entró Perón y Eva rompió a llorar.

A su manera conmovido, uno de los fiscales por la Unión Cívica Radical, el escritor David Viñas, diría después: “Como fiscal del partido, presencié el voto de Eva Perón en Avellaneda. Llovía. Asqueado por la adulonería que encontré en torno a Eva Perón, me conmovió la imagen de las mujeres que afuera, de rodillas, rezando en la vereda, tocaban la urna que tenía el voto de Eva y la besaban. Una escena alucinante, digna de Tolstoi”. Así lo citaron Otelo Borroni y Roberto Vacca en su fantástica La vida de Eva Perón, editada en los años 70, testimonio que también toma Marysa Navarro para su biografía Evita.

Si fuera del policlínico había mujeres que rezaban por Eva Perón, era porque su salud estaba en peligro. El 5 de noviembre la habían operado de un cáncer de útero con destino fatal e irremediable. Y ese “ya voté” dicho casi sin aliento cerraba un año tremendo en un país que incorporaba la tragedia a la vida política.

Eran las 11.15 del 11 de noviembre de 1951 y junto con Eva Perón, las mujeres argentinas votaron por primera vez, ya era hora, en una elección que le dio a Perón un triunfo arrasador en el que fue decisivo el voto femenino. Perón obtuvo 4.745168.el 63,51 por ciento de los votos. Más de la mitad, 2.441.558, eran del padrón femenino. Y sólo las mujeres peronistas habían superado todos los votos de la fórmula Balbín-Frondizi, de la UCR, la segunda más votada, con 2.415.770 votos.

Eran las 11.15 del 11 de noviembre de 1951 y junto con Eva Perón, las mujeres argentinas votaron por primera vez, en una elección que le dio a Perón un triunfo arrasador en el que fue decisivo el voto femenino.
Eran las 11.15 del 11 de noviembre de 1951 y junto con Eva Perón, las mujeres argentinas votaron por primera vez, en una elección que le dio a Perón un triunfo arrasador en el que fue decisivo el voto femenino.

El voto femenino fue instaurado en la Argentina para garantizar la reelección de Perón, previa reforma constitucional. Y la gran impulsora de la ley que le daría el tan ansiado derecho a la mujer, fue Eva Perón. Lo hizo, por astucia o por pasión, aún antes de que se hablara en público de reformar la Constitución. El 23 de septiembre de 1947, dos años antes de la reforma, Eva Perón habló en uno de sus discursos de la “necesidad de que las mujeres peronistas voten por Perón”.

El 11 de mayo de 1948, en una ceremonia de entrega de partidas de nacimiento, primero de los pasos para el empadronamiento de las mujeres, insistió en la necesidad de votar a Perón, a pesar de que, hasta ese momento, no podía ser candidato: “Nosotras le diremos a nuestro querido presidente que nos dio esta conquista, una vez más y ahora anónimamente en las urnas: ‘¡Presente, mi general!’ Las mujeres podemos y sabemos votar y lo vamos a demostrar porque nosotras hemos sentido en nuestros hogares la inercia de los malos gobiernos y porque nosotras hemos sido durante años postergadas inútilmente”.

Una vez reformada la Constitución en 1949 y con Perón candidato para las elecciones de noviembre de 1951, la campaña de Eva por el voto femenino fue fervorosa, inagotable. El 26 de febrero, cuando el gobierno mexicano le otorgó el Águila Azteca en grado de Banda de Primera Clase, Eva Perón dio un comunicado como presidenta del Partido Peronista Femenino en el que anunció que batallaría por la reelección de Perón, “interpretando así el sentir del verdadero pueblo argentino”.

De inmediato nació la idea de que fuese Eva quien acompañara a Perón en la fórmula presidencial. El 2 de agosto o hizo oficial la CGT: doscientos delegados le pidieron a Perón que aceptara ser reelecto, un mero formulismo, y expresaron “el vehemente anhelo de todos los trabajadores en el sentido de que la señora Eva Perón sea consagrada vicepresidenta de la Nación”. Voto femenino y Eva vicepresidente más que aseguraban la reelección presidencial.

Pero la salud de Eva Perón declinaba. La historia de su mal es difusa. Algunas fuentes afirman que su enfermedad había mostrado las primeras señales en 1950. El entonces ministro de Educación, Oscar Ivanissevich, que sería luego ministro de Isabel Perón en los años 70 en reemplazo de Jorge Taiana, reveló en 1967 a la revista Primera Plana que había pedido varios análisis extras cuando Eva Perón fue operada de apendicitis ese año. En aquella declaración, citada por Marysa Navarro, Ivanissevich sugirió que había detectado un cáncer. “Le pedí que se sometiera a una nueva revisación y, una vez establecido el mal, sugerí una operación de matriz. No quiso saber nada y se puso furiosa conmigo”. Es la famosa escena del carterazo: Eva le dio con su cartera en el hombro a Ivanissevich mientras le gritaba: “Usted a mí no me toca, porque yo no tengo nada. Lo que pasa es que me quieren eliminar para que no me meta en política. ¡Y no lo van a conseguir!”. En 2010, la escena fue recordada, con una nostálgica sonrisa y frente a un periodista, por José María Castiñeira de Dios.

En su libro Del poder al exilio el propio Perón afirma: “Los primeros síntomas de la enfermedad de Evita se manifestaron hacia fines de 1949″. Según su confesor, el padre Hernán Benítez, Eva empezó a sentir “un alfilerazo en el bajo vientre” en junio de 1951 (Keystone/Getty Images)
En su libro Del poder al exilio el propio Perón afirma: “Los primeros síntomas de la enfermedad de Evita se manifestaron hacia fines de 1949″. Según su confesor, el padre Hernán Benítez, Eva empezó a sentir “un alfilerazo en el bajo vientre” en junio de 1951 (Keystone/Getty Images)

Eva Perón eludía incluso los controles mínimos. Borroni y Vacca citan en su biografía de Eva Perón a su secretario, Atilio Renzi, con un testimonio revelador: “Se podía haber curado a tiempo y no quiso. El médico de la residencia tenía que tomarle exámenes de sangre, pero ella siempre desayunaba antes para poder escapar del pinchazo”.

En su libro Del poder al exilio el propio Perón afirma: “Los primeros síntomas de la enfermedad de Evita se manifestaron hacia fines de 1949″. Según su confesor, el padre Hernán Benítez, Eva empezó a sentir “un alfilerazo en el bajo vientre” en junio de 1951.

Para cuando fue lanzada su candidatura a la vicepresidencia, todos sabían que la salud de Eva Perón peligraba. Tal vez, como sugieren algunas fuentes, le hayan dicho que padecía un fibroma. Nadie supo nunca si lo creyó. La resistencia que generó la posibilidad de la fórmula Perón-Perón fue tremenda: agitó a la oposición, al golpismo militar que ya planeaba el derrocamiento del presidente, y desbarrancó los cuatro meses que quedaban para terminar el año en una vorágine violenta, indescifrable, casi un anticipo de lo por venir.

El 22 de agosto, en el ya legendario Cabildo Abierto del peronismo, la noche en la que ante una multitud Eva Perón iba a ser consagrada candidata, se dio vuelta el viento y, en un dramático diálogo con la gente que clamaba la aceptación de su candidatura, pidió más tiempo para pensarlo. Renunció días más tarde, el 31, con un mensaje radial. Ya para entonces, Eva había tenido pérdidas sanguíneas vaginales. Así lo reveló su oncólogo, Abel Canónico a La Nación, en 1990. Una consulta con su prestigioso par cordobés Humberto Dionisi, reveló una lesión ulcerada en el cuello del útero y, luego de una biopsia, un tumor maligno.

El 22 de agosto, en el ya legendario Cabildo Abierto del peronismo, la noche en la que ante una multitud Eva Perón iba a ser consagrada candidata, se dio vuelta el viento y, en un dramático diálogo con la gente que clamaba la aceptación de su candidatura, pidió más tiempo para pensarlo (Télam)
El 22 de agosto, en el ya legendario Cabildo Abierto del peronismo, la noche en la que ante una multitud Eva Perón iba a ser consagrada candidata, se dio vuelta el viento y, en un dramático diálogo con la gente que clamaba la aceptación de su candidatura, pidió más tiempo para pensarlo (Télam)

El 24 de septiembre, aquella mujer golpeada por el mal no pudo ir, como cada mañana, al ministerio de Trabajo. Cuatro días después, el 28, la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia informó en un comunicado: “La enfermedad que aqueja a la señora Eva Perón es una anemia de regular intensidad que está siendo tratada con transfusiones de sangre, absoluto reposo y medicación general”. A la misma hora en la que se leía el parte médico, el general Benjamín Menéndez intentaba dar un golpe de Estado, derrocar a Perón e instalar un gobierno militar. El golpe fue tan patético como su líder, pero enfureció al peronismo y envió un mensaje tranquilizador a la oposición. Habían fallado la oportunidad y el liderazgo: era cuestión de tiempo y estrategia.

La más furiosa fue Eva Perón. El 17 de octubre, a menos de un mes de la intentona de Menéndez, al recibir la Medalla de la Lealtad peronista por su renunciamiento a la candidatura a la vicepresidencia, Evita lanzó un discurso de guerra ante una multitud que la aclamaba. Primero, habló a los golpistas de modo indirecto: “Yo les pido hoy, compañeros, una sola cosa: que juremos todos, públicamente, defender a Perón y luchar por él hasta la muerte. (…) Que vengan ahora los enemigos del pueblo, de Perón y de la Patria. Nunca les tuve miedo porque siempre creí en el pueblo (…)”. Después recitó casi una despedida pública, un adiós recóndito envuelto en tres frases rítmicas, proféticas, conmovidas: “Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo. Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”.

Delgada y sufriente, Eva acompañó a Perón el día de la asunción presidencial (Bettmann Archive)
Delgada y sufriente, Eva acompañó a Perón el día de la asunción presidencial (Bettmann Archive)

Las elecciones estaban encima y había que operar a Eva. Perón dejó todo en manos del doctor Ricardo Finochietto, director del Policlínico Presidente Perón. Pidió poco menos que el mejor cirujano del mundo. Finochietto contactó al doctor Canónico, que había organizado en Buenos Aires el Congreso Mundial del Cáncer y que recomendó al cirujano americano George Pack, que había visitado el país cuando el Congreso: “Era un médico muy reconocido en la Argentina, pero en ese entonces no sabíamos nada de la enfermedad que padecía Eva, que ya estaba sometida a un tratamiento de ‘radium’”, contó Canónico en 1990 a La Nación.

El médico argentino viajó a Estados Unidos a informar al americano lo que no podía decirle ni por carta, ni por teléfono, ni por ningún otro medio. Pack aceptó viajar a la Argentina en total secreto a sabiendas de que la paciente no podía verlo, ni a él ni a Canónico, sin sospechar la gravedad de su mal. Perón dispuso que en la visita relámpago de Pack, él y Canónico se hospedaran en la residencia de Olivos, que estaba más bien venida abajo: la residencia presidencial se alzaba en la calle Austria, hoy territorio de la Biblioteca Nacional.

Pack examinó a Eva Perón anestesiada. Nunca vio al médico americano y siempre creyó haber estado en manos de Finochietto. El diagnóstico del americano fue terrible. Se trataba de un tumor en grado II y recomendó una gran cirugía, había que extirpar todo el sistema ginecológico. Pack aceptó hacer la operación, pero aconsejó esperar un mes porque la paciente estaba bajo los efectos del ‘radium’. El visitante secreto volvió a Estados Unidos sin que nadie haya sabido de su breve estada en la Argentina. Finocchietto se encargó entonces de preparar todo un equipo quirúrgico para que Pack operara a Eva Perón en noviembre y también se encargó de hablar con la paciente para explicarle, sólo en parte, en qué iba a consistir la intervención. Le dijeron que sería una operación de útero, sin mencionar la palabra cáncer. Canónico avisó a Pack que la paciente estaba lista, el cirujano llegó a Buenos Aires en total secreto a principios de noviembre y volvió a convivir con Canónico en la desvencijada quinta de Olivos. El 3, Perón internó a su mujer en el Policlínico de Avellaneda, construido con fondos de la Fundación Eva Perón. El 5 Pack la operó, aceptó luego no ser mencionado como el médico cirujano y que en su lugar figurara Finochietto, para no enterar a la paciente de la gravedad de su mal, aceptó también guardar el secreto y no aceptó cobrar honorarios, según revelo Canónico. Pack murió en Nueva York el 23 de enero de 1969.

Eva Murió el 26 de julio de 1952. Tenía 33 años. Su cuerpo fue embalsamado (Keystone/Getty Images)
Eva Murió el 26 de julio de 1952. Tenía 33 años. Su cuerpo fue embalsamado (Keystone/Getty Images)

Convaleciente de esa operación, Eva Perón votó por primera y única vez en su vida. Cuatro años antes, el 23 de septiembre de 1947, al promulgarse la Ley 13.010 que consagró el voto femenino, había dicho: “Mujeres de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra de ataques amenazadores pero, también, alegre despertar de auroras triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de las castas repudiadas por nuestro despertar nacional.”

El 14 de noviembre, Eva Perón dejó el Policlínico Presidente Perón, convencida de que el voto femenino había sido vital para el triunfo de Perón, y acompañada por una caravana de ómnibus y colectivos que la siguieron hasta la residencia presidencial. Allí la esperaban tres enfermeras de la Fundación: Pilar Madirolas y las hermanas Rita y María Eugenia Álvarez. Le habían preparado un cuarto especial, alejado del de Perón, “porque no quiero jorobarlo a Juan…”. Era una habitación tapizada de brocato rosa, con dos amplios ventanales y una cama Luis XV donde pasaría sus últimos días. Marysa Navarro dice que habría musitado: “Pensar que me tenía que morir para que me arreglaran una habitación como la gente…”

No la habían engañado. Murió el 26 de julio de 1952, a los 33 años.

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