Largas filas, bolsas de ropa y un protocolo de prevención propio: así se vivió la previa a la Navidad en La Salada

Tras las preocupantes imágenes de hacinamiento y falta de prevención del último sábado, Infobae pasó una mañana en el gigante del mercado informal de la Argentina. Las medidas de cuidado establecidas por la propia organización y el afán de los visitantes por comprar regalos en un año marcado por la tristeza y el castigo a la economía familiar

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A diferencia de lo sucedido el sábado, en la jornada del miércoles estuvo mejor controlado el factor hacinamiento en las colas de espera para el ingreso al predio (Thomas Khazki)

Diego Mereles, de 45 años, puede considerarse un habitué de la feria de La Salada. Acude a la Punta Mogotes textil desde 2006 y conoce sus movimientos, sus secretos, sus ventajas y también sus crisis.

Así, una vez que se anunció el martes por la noche la reapertura de La Salada desde las 3 AM analizó: “Este es el mejor momento para ir”. Su objetivo era evitar, en plena pandemia de coronavirus, verse envuelto en una aglomeración de gente similar a la del último sábado, cuyo video se viralizó rápidamente en las redes sociales.

Esas imágenes fueron un delirio. Había demasiada gente junta. Pero también es verdad que adentro de la feria se está intentando cumplir con los protocolos”, afirmó Mereles a Infobae, a unas pocas decenas de metros del acceso a la feria.

El caso de Mereles parece ser el de la gran mayoría de los clientes que acudieron a La Salada en la última semana: las compras de Navidad y los regalos de los Reyes Magos.

“La última vez que vine fue hace dos sábados, diez días. Y ahí compré para casi toda mi familia. Las remeras a 250 pesos o un par de zapatillas como estas (estira su pierna derecha y expone un calzado negro, pulcro, con la insignia de la marca deportiva estadounidense más famosa del mundo). Estas salieron unos 1.800 cuando en cualquier local te puede salir 9 mil pesos, como mínimo”, afirmó.

Diego Mereles acudió a la feria a bordo de su remís. Es un comprador asiduo en La Salada desde 2006

Mereles decidió regresar a La Salada con sus nuevas metas claras: “Tengo que comprar regalos para mandarles a familiares míos en Formosa, donde yo nací, y me quiero comprar uno de esos pantalones chinos, de gabardina, para pasar Navidad”.

El ejemplo de Mereles sirvió para ejemplificar el incremento de la actividad y de visitantes en La Salada desde su reapertura después de más de 200 días del último 21 de octubre. El poder adquisitivo de la mayoría de los visitantes a la feria se vio muy castigado en el 2020 de la pandemia en todo el mundo. Por eso, algunos empezaron a repetir las visitas con mayor asiduidad, mientras que otros que habían abandonado a la feria hacía tiempo, decidieron regresar.

Y así, cuando faltan menos de 48 horas para la llegada de la Navidad, La Salada volvió a consolidarse como el eje de esa puja entre la ética y la empatía con los más necesitados: las presuntas irregularidades comerciales de los productos que se venden en su interior permiten precios tanto más bajos que los distribuidos en shoppings y centros comerciales convencionales. Por ende, permiten que la franja más pobre del país también pueda encontrar acceso a prendas de ropa, zapatillas y hasta objetos electrónicos a un costo acorde a sus posibilidades monetarias.

Los visitantes acuden a la feria con carretillas para poder cargar el mayor peso posible

Diego no se equivocó. A las 3.40 de la mañana La Salada estaba vacía. “Era lo que yo me esperaba. A estas horas vienen los que compran en grandes cajas, al por mayor. Pueden comprar con más tranquilidad y los vendedores también están más relajados”, afirmó Mereles.

La oferta del producto de la feria Punta Mogotes también cambió a lo largo del último año y logró acomodarse al síntoma de época: todo el merchandising vinculado a Diego Armando Maradona se apropió de la escena principal en los muestrarios de las tiendas.

“Están todas las camisetas que usó, muchos modelos de la selección Argentina, de Boca. Ya hay remeras con la imagen de Diego como de un santo, de todo tiene”, dijo el padre de dos hijos y quien para junio espera otro hijo.

Entre trapitos que ofrecían estacionamiento en la puerta de Punta Mogotes a 300 pesos, changarines que con sus carros ofrecían a los visitantes llevarles las cajas compradas a sus autos estacionados, la madrugada del miércoles reflejó a una feria calma, casi en pausa.

Hasta que apareció la luz del día.

El momento pico de las largas filas se vivió entre las 6.30 y las 8 de la mañana (Gustavo Gavotti)

Esa tranquilidad comenzó a alterarse poco después de las 6 de la mañana, cuando aparecieron los micros que traían a compradores de diferentes provincias del país. Desde el punto de fuga que a la vista ofrecía el puente La Noria, se percibió el arribo a pie de vecinos de diferentes partes del conurbano bonaerense.

Fue entonces que entre las 6.30 y las 7.30, sólo en ese período, reaparecieron las escenas de hacinamiento y centenares de personas acumuladas en las colas sobre la calle, a la espera de poder ingresar al predio.

Una de las jóvenes que abandonaba el portón principal de salida del predio es Mariel, una joven de 28 años residente en la humilde localidad de Transradio, en Montegrande, quien compró al menos diez prendas de ropa para entregar a sus familiares en Navidad y Reyes.

No me puse a pensar tanto en los riesgos de contagiarme de coronavirus. Fue un año muy difícil para mí, muy difícil en todo sentido, y me hace bien saber que por lo menos puedo regalarle algo a la gente que me quiere”, afirmó Mariel.

Mariel acudió a la feria para ultimar la compra de regalos de navidad, antes de entrar a su trabajo

“Igual, dentro de la feria hay protocolos. Dejan entrar a la gente a la feria de a pequeños grupos. Por eso es que se forman esas colas. Sólo te dejan entrar si se va alguien del grupo anterior”, detalló la joven, quien apuraba su paso para no llegar tarde a su trabajo.

Además, Infobae pudo detectar que de manera repetitiva y constante, dentro de la feria suena una voz en un altoparlante en la que se implora a los compradores que no manoseen las prendas, que no se apoyen sobre las barandas de los puestos y, como era de esperar, que tampoco se prueben ninguna ropa.

La aplicación del protocolo en el programa de control autogestionado de La Salada también radicó en los pagos. Al menos el 90% de las tiendas de toda la feria, tienen habilitado el cobro mediante pagos electrónicos a través de aplicaciones del celular. Eso ayuda a que no se manoseen los billetes ni las tarjetas de débito o crédito entre dos o más personas.

Ya cerca de las 8, las largas filas entraron en proceso de disolución. La apertura de todos los comercios de la feria permitió que los visitantes se redistribuyeran y la gran parte de los compradores abandonaron la fila abajo del sol para pasearse entre los pasillos de los mega locales. Siempre dentro de los grupos de 150 personas permitidos por el protocolo.

Una multitud en el ingreso a la feria La Salada

Una vez que se hizo más orgánica la distribución de los visitantes, el movimiento de la feria pareció agilizarse. Así, las hermanas Andrea y Belén N., de 50 y 32 años, llegaron a La Salada con dos mochilas en el pecho, abiertas y vacías, preparadas para ser llenadas de regalos.

“Nos vinimos en colectivo desde Pablo Podestá, Tres de Febrero, y aquí estamos para volver a comprar en La Salada. Es el único lugar donde podemos comprar nuestra ropa”, se lamentó Andrea.

Las hermanas Andrea y Belén llegaron a La Salada desde Pablo Podestá

“Quiero comprarles un regalo a mis nietos. Unos juguetes. Es lo último que me falta y ya tengo comprado todo”, afirmó Andrea. “También hay bermudas o remeras por 250 pesos y la diferencia para nosotros es muy importante. Nos sale casi la mitad que en otro lado”, completó Belén.

Ya después de las 9 de la mañana y pese al gran caudal de gente que seguía llegando en el último día de apertura antes de la Navidad, el clima de La Salada mutó hacia lo que era una jornada habitual en la pre-pandemia.

La mayoría de los visitantes acudió a la feria con su barbijo puesto (Gustavo Gavotti)

Con mayoría de barbijos y tapabocas en los rostros, la feria de Punta Mogotes recuperaba su “hábitat natural” y el funcionamiento de su ecosistema parecido al de años anteriores.

Y así, mientras a unos 600 metros, un grupo de más de 100 manifestantes de organizaciones sociales protagonizaban un piquete de casi 24 horas en el Puente La Noria, La Salada volvía a encontrar ese equilibrio que siempre la caracterizó, entre la masividad de llegadas de compradores, la tensión constante de algunos visitantes con la mano de fuerza de la organización del predio y esa capacidad de pasar como una cita desapercibida, aún cuando las ventas de diciembre se incrementaron en un 400% respecto al fin de año de 2019.

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