La historia del argentino que llevó en brazos a su amigo durante seis horas para que conociera el Machu Picchu

Emiliano Bisson acompañó a Philip Stephens, que está en silla de ruedas desde los 18 años. Unieron su pasión por los viajes y llegaron a la cima de las ruinas

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Emiliano Bisson tenía un sueño: viajar por los cinco continentes arriba de su moto. Philip Stephens, el mismo, pero al estar en silla de ruedas necesitaba un compañero de ruta. El destino hizo lo suyo. Estos amigos sin fronteras unieron ambos deseos para llegar a la cima de Machu Picchu en Perú. Pero hubo que recorrer hacer muchos kilómetros para que ellos se encontraran.

Emiliano (29 años), más conocido como Choco, por ser el más morocho de sus tres hermanos, es argentino. En 2012, después de varias carreras frustradas -Sociología, Gastronomía, Turismo y Hotelería- y tras malas experiencias laborales, salió de Buenos Aires en busca de su primera aventura, esa que le cambió la vida para siempre.

Atrás dejaba sus padres, hermanos y sobrinos.”No me encontraba. Quería salir sin destino, perderme y volver a encontrarme. Le planteé a mi mejor amigo, Juanma Aragona, la idea de arrancar un viaje sin fecha de vuelta. Nos conocemos desde que tenemos seis años, es uno de los tipos de mejor corazón que conozco, divertido, laburante, chueco para el fútbol y amante de las motos”, le cuenta a Infobae.

Su primera parada fue las paradisíacas playas de la Riviera Maya, en México: Playacar. Tenía 22 años. “Quería estar cerca del mar caribe y lo logré. Salí con doscientos dólares que se terminaron a los veinte días. Entonces tuve que empezar a trabajar, entre tantas cosas fui trapecista de circo de un hotel cinco estrellas, aprendí mucho y me pagaban bien”.

Con una moto 125 emprendieron con su amigo la ruta mexicana: “Fue una tremenda locura. En ese viaje descubrí la moto te da una libertad sin límites. Por eso, decidí llegar a Buenos Aires en dos ruedas. Pero el camino no fue fácil”.

Una de las hazañas de estos dos jóvenes fue toparse en Pasto, Colombia, con un enfrentamiento de las FARC: “No nos dejaban cruzar. Un momento de pura adrenalina. Nos terminó sacando un avión militar a Ecuador”.

Otra aventura extrema fue cruzar el Golfo de San Blas, Panamá, en balsa. Costa Rica fue el destino que les permitió dejar de girar por un tiempo. ”Con Juanma trabajamos en un parrilla argentina, y los dueños que eran israelíes nos ofrecieron asociaron. Él se quedó y hoy es una gran negocio. Yo me abrí del proyecto porque quería seguir mi ruta”, apunta el joven.

Choco disfruta de recorrer los distintos continentes en moto

Hasta la fecha, Choco ya acumula veintidós países en moto y más de 65.000 kilómetros. Cruzó los Andes, los Alpes suizos y el mítico Himalaya. Y en ese caminó creó una de las relaciones más importantes de su vida: conocer a Philip Stephens, un australiano que quedó cuadripléjico tras romperse el cuello buceando.

-¿Cómo se cruzó Philip en tu vida ?

-Llegué a Manly Beach, una playa a veinte minutos de Sydney, a fines de 2014. Hice de todo para poder vivir, trabajé como leñador, cocinero, empleado de una mudadora. Hacía lo que sabía y lo que no aprendía. A diferencia de otros países, en Australia uno puede trabajar de lo que sea y aún así ahorrar y tener una tremenda calidad de vida. Ahí estaba, Marcos Peluffo, él se encargaba de cuidar a Philips y me lo presentó. Me dijo que en breve iban a necesitar a otro cuidador más. “¿Te interesa conocerlo?”, me preguntó. Y con esa pregunta se abrió una nueva aventura. En poco tiempo creamos un vínculo increíble. Hoy soy su cuidador nocturno y casero.

-¿Cómo fue el primer encuentro?

-Un almuerzo en su casa. Me sorprendió ver que la casa estaba llena de tablas de surf, música de fondo y que había varias personas allí. Lo primero que me llamó la atención fue el tamaño de Phil, que mide casi un metro noventa y pesa unos setenta y cinco kilos. Me preguntaba cómo harían para levantarlo todo el tiempo… Philip me saludó y me invitó a sentarme en una mesita en el jardín. Allí empezamos a conocernos. Me contó que sus pasiones eran el vino, los viajes y las amistades.

Choco es el cuidador nocturno de Philip comparte un vínculo cercano, pasan las fiestas juntos

-¿A qué se dedica Phil?

-Desde hace 36 años Phil trabaja como contador para el ANB (Australian National Bank) Además, el gobierno australiano lo subvenciona muy bien para manejar su vida, poder irse de vacaciones y pagarle a sus cuidadores a quien también él elige. Desde 2013 solamente tiene cuidadores argentinos, se enamoró de la cercanía latina, nuestro contacto físico, reírnos de todo, gritar todo el tiempo y juntarnos en grupo a toda hora.

-¿Cómo es trabajar de cuidador de una persona cuadripléjica ?

-Implica mucho más que limpiarla o cambiarla. Uno, como cuidador, pasa a ser el cuerpo y la energía de la persona a quien cuida, y así se forma un vínculo que va más allá de lo físico. La película Amigos intocables (Intouchables, 2011) lo describe perfectamente.

En Bali

-Son muy compañeros, ¿qué tienen en común?

-A mí me encanta preguntar y escuchar, y a él le encanta hablar. Al cuidar a una persona, la clave es la relación entre quien cuida y quien es cuidado. Y con Philip enseguida entablamos una amistad. Las personas que no se pueden mover dependen directamente de la relación con sus cuidadores, quienes se transforman en sus motores físicos. Tengo mucha paciencia, me encantan los proyectos locos y soñadores, pero soy desordenado y desaliñado. Philip es extremadamente ordenado y exageradamente prolijo, y muchas veces chocamos por esos motivos. Coincidimos en que a los dos nos gusta viajar y explorar el mundo.

-¿Cómo te cuenta que quería conocer el Machu Picchu?

-Un día le pregunté a Phil, cuál es era su sueño. Suelo hacerlo mucho con la gente. Y me contó que su cuidador, Will, le había dicho que tenía que subir el Machu Picchu, en Perú. No pude evitar mostrar mi sonrisa, dado que sabía muy bien de qué lugar hablaba. Entonces, le dije: “¿Y por qué nunca fuiste?”. Me respondió que era lejos, y no sabría como hacer el recorrido. “Yo te llevo”, le propuse sin pensarlo.

Sorteando los obstáculos de las ruinas (@pdks)

Y ese fue el disparador de la travesía de sus vidas. Como no podría hacerlo solo, llamó a su amigo Marcos. La dupla se convirtió en un trío que cambió la fuerza del motor para hacer girar otras ruedas: las de Philip.

-Diseñamos todo. Fueron siete semanas de viaje en total. Siete países por delante Argentina, Perú, Costa Rica, Panamá, Cuba, México y Estados Unidos, pasando por Hawái, doce vuelos, y el desafío final de subirlo a Machu Picchu en el medio, y devolverlo sano y salvo a casa”.

-¿Cómo se prepararon para el viaje?

-Una vez organizado el viaje, yo me ocupé de todo lo que respecta a su salud, los remedios, cuidados. Lo que hace que la rutina diaria sea muy cansadora. Por ejemplo: para estar cambiado y listo para ir a desayunar tarda aproximadamente tres horas. Para ayudarlo a entrar y salir de un avión o un auto hay que cargarlo en brazos. Además de Marcos, allá nos esperaba un guía.

-¿Cómo fue el recorrido hacia la cima?

-Emocionante. Contamos con la ayuda del guía, Victor. En la entrada a Machu Picchu, nos explicó que el recorrido que tenía preparado para nosotros era alrededor de las ruinas, sobre una pasarela especialmente construida para la gente que está en silla de ruedas. Nuestra idea para cargarlo era trabajar en equipo y coordinar cada paso. Ascendimos durante dos horas y media, hasta que pudimos divisar la primera sección plana desde la cual se puede admirar las ruinas.

-¿Qué decía Phil durante el recorrido?

- Subimos a Phil de espaldas hacia las ruinas, para poder sorprenderlo a último minuto. La expresión en su cara cuando lo sentamos en la silla y lo dimos vuelta, valió todo el esfuerzo. Se le iluminó la mirada. “¡Wow, ¿realmente estamos acá?”, nos dijo sonriendo.

-Pero faltaba el trayecto más duro y empinado

-Ahí se sumaron dos chicos italianos para ayudarnos con las cámaras y la silla, porque era complejo. Nosotros nos decíamos: “Dale, dale, vamos, vamos”. Y la gente lo repetía. Estábamos tan extasiados ante el final de la subida que llegamos con energía para sentar a Phil y gritar de emoción.

“Fueron seis horas y media de cargar a Phil, cientos de escalones, arengas, tropezones y raspaduras, pero se logró”, recuerda Choco.

En lo más alto estuvieron los cuatro en silencio, admirando la civilización antigua. Admirando a Phil. Admirando a Víctor. Admirando a Marcos y a Choco. Festejando lo más significativo: la amistad sin límites.

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