Nicolás Occhiato con María Laura Santillán: “Me gusta mucho la incomodidad”

Cómo decidió tomar riesgos, armar su propia productora y un canal con gente nueva. La salud de su abuela: diez años más de vida y el milagro de Nico que dice su médico que detuvo el mal de Parkinson. Los falsos noviazgos. ¿Por qué hoy se cuestiona las relaciones amorosas?

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María Laura Santillán con Nicolás Occhiato

El pibe es normal. Como cualquiera de nosotros. Es accesible, super amable, cercano. No está en pose, no se hace el difícil. Detrás de este conductor entrador y simpático hay un cazatalentos, hay un tipo que descubre, que investiga, que experimenta, que rompe géneros. Y un emprendedor que está armando todo el tiempo cosas nuevas.

— Por un momento pensé que no hablabas de mí (risas). Dije soy yo.

— Sos eso y además muy joven. Este año vas a cumplir 30.

— Sí, está bien. En diciembre, dejame 29 (risas). El otro día me preguntaron de cuántos años me sentía. Y creo que me siento de 35.

— Tengo una noticia para darte: no vamos a hablar de Flor Vigna

(sonríe) —Si querés que hablemos, hablamos. No tengo drama en hablar de Flor porque es como hablar de mí también.

— Ahora sos productor.

— Sí. Cuando arranqué me interesó más qué pasaba en el detrás. En el programa Combate yo quería entender qué era lo que le decían al conductor por la cucaracha para pasar de un juego al otro, por qué un juego lo estiraba y otro no. Entonces me hice amigo de los productores y empecé a estar en el control y a tratar de entender. Y ahí me empezó a apasionar todo esto. Después empecé a laburar delante de cámara, pero en cada trabajo que hice trataba de estar en el detrás. Con respeto, preguntando, con curiosidad, y terminó en esto.

— ¿Tenés tu propia productora? ¿Tenés fierros? ¿Tenés empleados?

— Sí. Todo eso. Fierros, empleados, responsabilidad. Sí, hoy en LUZU somos casi doce. Por suerte tengo una socia, no estoy solo, pero de los contenidos sí me ocupo yo. Mis socios se ocupan de lo comercial, de los números, yo estoy detrás del contenido, de los productores y de lo que va a salir al aire. Y sí, son doce personas que están todo el tiempo tratando de preguntarme algo y yo tratando de resolver.

— ¿Tuviste que invertir, pusiste tus ahorros?

— Sí, de alguna forma sí. Una decisión que tomé que refleja que sí, que puse ahorros. Era: o arranco con esto, me tiro a una pileta sin saber cuánta agua va a haber, pruebo algo distinto, salgo de mi zona de confort y me quedo viviendo en el departamento en el que estoy o, agarro una propuesta de una radio, tres horas y me voy y me mudo al departamento que me quiero mudar. Ese es el ejemplo, en plena pandemia, de la decisión que tuve que tomar. Yo tenía un ofrecimiento de una radio tradicional, de un horario que soñaba, o arrancaba con un proyecto nuevo, liderándolo, con empleados y con inversión, pero sin ver un peso. Y decidí quedarme en el departamento, no me mudé y arranqué.

— Elegiste el riesgo.

— Sí. Y estoy contento con la decisión por ahora. Hoy se me hace muy difícil estar al frente de algo que no hice yo. En algún momento me va a tocar pero hoy no puedo. Y me lo dijo una vez Guido (n de la r: Kaczka) en una de las primeras charlas que tuve con él: hoy no existe conductor que no es productor, tenés que estar en todo. Y lo tome así. El detrás me divierte mucho, el delante me apasiona.

ESTABA CANSADO DE NO HABLARLE A MI GENERACIÓN

— ¿Cómo te diste cuenta que el futuro era YouTube?

— Estaba haciendo tele en Canal 9, Todo puede pasar se llamaba el programa, el primer verano nos fue muy bien y el segundo verano no arrancó bien de números y me estaba volviendo loco, no vivía, no pensaba en otra cosa que en los números, cómo levantarlo. Y en un momento dije: “Para, hay algo en que me estoy equivocando, mi principal ingreso es en redes y yo le dedico 10 horas de mi día a pensar en lo que va a funcionar en la tele”. A mis redes les trato de dar una vuelta de tuerca porque si no, te dejan de mirar. Y cuando te dejan de mirar, los números que le presentás a las marcas son menores y no te vuelve a contratar. Estaba descuidando eso. Y cuando miraba los números, veía más gente las historias que el 1.5 de rating que hacía a la noche. Entonces pensé: ¿qué estoy haciendo? Estoy haciendo todo al revés. Ni es donde más guita me dan ni donde más gente me ve. Me hizo un clic. Empezó la pandemia y tuve todo el tiempo del mundo para todo lo que tenía en la cabeza poder volcarlo. Yo estaba cansado de no hablarle a mi generación, de que mis amigos no vieran mis contenidos. Porque los pibes de mi edad es muy difícil que prendan la tele a un horario determinado. Para la tele tenés que pensar en lo popular, en qué miraría mi abuelo. Me divierte, pero no me siento yo. Estaba haciendo un programa de humor y pasaban cosas que a mí no me hacían reír. Le quiero hablar a gente de mi generación. ¿Dónde está la gente de mi generación? Twitch un poco más chicos. En YouTube. ¿Qué hay en YouTube? Y ahí algo se me prendió y empecé a producir cosas para mí y a producir a otros, en un canal que puede darle oportunidades a gente que yo crea que tiene algo. Y ahí empecé a escribir, a tachar, a buscar, en plena pandemia.

NO HAY NADA QUE ME REPRESENTE MÁS QUE MI BARRIO

— LUZU se llama tu productora. LUZU por Luzuriaga, porque sos de Villa Luzuriaga.

— Sí. Voy a Luzuriaga una o dos veces por semana, mis amigos son los que están allá. Me gusta volver, ir a la casa de mis viejos. Y cuando empecé a buscar dije: quiero que tenga algo sentimental y que a mí me represente. Y no hay nada que me represente más que mi barrio, donde jugaba al fútbol de chico, donde están mis amigos, donde siguen viviendo mis viejos, mis abuelos. Si logro que esto sea algo grande, que LUZU o Luzuriaga esté en nombre de gente que ni siquiera sabe dónde queda, me va a gustar.

— ¿Vos decís que la gente no sabe que está en La Matanza?

— Hay gente que no, es un barrio muy chiquito. Siempre terminás diciendo Ramos Mejía, Pinar de Rocha, bueno, Luzuriaga es ahí al lado.

— Cuando terminaste el colegio no quisiste ir a la universidad y te mandaron a trabajar tus papás.

— Sí, sí, familia italiana. Muy estructurada. Mi viejo, me crié con su frase de que él no quería criar vagos. (Risas). Y a los 18 años uno tiene que elegir qué quiere ser el resto de su vida, es bravísimo. Esa presión social, cultural, familiar, sin maldad porque el padre lo hace con todo el amor porque quiere lo mejor para el hijo, es brava. Cuando terminé era “tenés que estudiar, tenés que estudiar, tenés que estudiar”. A mí no me iba muy bien en el colegio, yo siempre me crié pensando que era un vago y un irresponsable. De grande me di cuenta que no, todo lo contrario.

— ¿En tu casa te decían que eras un vago y un irresponsable?

— Y claro. Porque no llevaba la tarea hecha, porque no estudiaba.

— ¿Y ahora qué dicen?

— No, ahora olvídate. No me pueden decir nada. Aparte me volví un workaholic.

— Estás en la radio, grabás tu programa para YouTube, preparás los próximos proyectos. Hacés vivos en tu casa, y con tus papás, con tus abuelos, con tus amigos. ¿En algún momento no trabajás?

— No. Pero esto me apasiona.

Todo puede pasar, Nadie dice nada. ¿Elegís títulos muy abiertos donde podés meter cualquier tema?

— Sí. Nadie dice nada es una frase que uso mucho con mis amigos. La usamos para hacer alusión a algo que naturalizamos.

— ¿Me das un ejemplo?

— Por ejemplo, la luna. Todos los días vos miras para arriba y hay un círculo, una roca brillante que sale. Es la misma luna en cualquier parte del mundo. Está estudiado, pero es loco, ¿nadie dice nada de esto? Lo naturalizamos como si fuese algo normal y hay un coso que baja y que sube y que después sube el sol y nadie dice nada. Nos hacemos todos los boludos. Ese es el concepto, ¿nadie dice nada de que yo a vos te miraba de chico el noticiero en mi casa y ahora me estás entrevistando acá 15 años después? Bueno, es un delirio. Y nadie dice nada.

— Concluyendo, no hay un solo rato en el que no trabajes.

— No, cuando duermo. A veces estoy con mis amigos y bueno, chau.

— ¿Y apagas el celular?

— No. No te puedo mentir. No. (Risas).

ES FORTÍSIMO LO QUE ME PASA CON MIS ABUELOS

— Tu abuela espera el momento en que vos vayas a verla para hacer vivos por Instagram y tiene fans.

— Todos los fines de semana, y cuando falto, se pudre. Lo de mi abuela es espectacular porque ella tiene un costado artístico que podría haber explotado. Se vino de Italia después de la guerra, eran ocho hermanos y a los seis meses falleció el padre. Se quedó mi bisabuela con ocho hijos en la calle. Mi abuela tenía un solo vestido y mi bisabuela se lo lavaba a la noche para usarlo al otro día. Ahora para mí, poder darle la posibilidad de que ella se divierta, que hable con sus fans, que la gente la saluden en la calle… está viviendo su sueño a los 78 años. Para mí es como devolverle un 10% de lo que ella me dio a mí junto con mi abuelo, porque yo me crié con ellos.

— ¿Cuando está en el aire, me parece a mí o tu abuela enloquece de felicidad?

— Cambia. Ella tuvo cáncer, un cáncer bravo, y lo sacó adelante. Siempre tuvo esa actitud. Y ahora tiene Parkinson, que es una enfermedad que no mejora, se va deteriorando. Y el neurólogo le dijo a mi mamá: “Nunca vi algo así, esta enfermedad por lo general no mejora y ella está mejor”. Y evidentemente es porque tiene un motivo para pensar qué ponerse, qué decir. Mi abuelo además aprendió a grabar con el celular, le enseñé.

— ¿Cómo es tu relación con tus abuelos?

Mi mamá me tuvo a mí a los 20 años y vivían en un ambiente en Ramos Mejía. Y mi abuela siempre tuvo la casa que tiene ahora, más grande. Entonces yo me crié ahí prácticamente. Mi abuelo me dio la pasión que yo siempre tuve por el fútbol. A mí de chico me gustaba mucho jugar al fútbol pero era muy vergonzoso y me llevó a la sociedad de fomento que quedaba en la esquina y estuvo tres meses pateando conmigo del lado de afuera de la cancha. Y los pibitos entrenando adentro. A mí me daba vergüenza entrar a la cancha. Tres meses, hasta que me animé.

— Tu abuelo tiene la sonrisa puesta todo el tiempo. Nunca lo vi serio.

— Es así, sí, sí. Conmigo es así. Creo que debe pasar con cualquier nieto y abuelo. El neurólogo dijo que tratemos de hacer público esto porque no hay nada que a un abuelo lo motive más que el amor de un nieto. Y por ahí uno por la vorágine del día a día lo descuida. Es fortísimo lo que me pasa con ellos. Yo en esa casa aprendí un poco a manejarme en la vida. Yo tenía 7 años y todos mis amigos del barrio eran más grandes, tenían 10, 11, 12, entonces me creía grande con estos pibes. Me crié, aprendí códigos, me volví un poquito más pillo. El barrio te da eso.

MI ABUELA ME DICE ‘ME DISTE 10 AÑOS DE VIDA’

— ¿Te emocionan tus abuelos?

— Sí, sí. Soy bravo de llorar, soy duro, pero sí, mi abuela me dice: “Me diste 10 años más de vida”. A mí me destruye cuando me dice esas cosas. Mi abuela tiene una cabeza muy adelantada. Muy moderna. Mi abuela me llevaba al jardín ponele y a mí no me gustaba ir. Antes de entrar me decía: “¿Querés que nos vayamos a la plaza?” Entonces me rateaba con mi abuela, ¿entendés? Y nos íbamos a la plaza a jugar, era un código entre mi abuela y yo, a mi mamá no le decíamos nada.

— Te esperan los domingos. ¿Y si no, se enojan?

— Uff. Se enojan. El sábado me gusta salir (risas). Y me tengo que levantar el domingo e ir, como esté. Hace poco llegué de vacaciones y le di una sorpresa, caí directo a la casa, y se volvió loca. En el medio de la cena ella hablaba de igual hacer un vivo (risas). Y lo terminé haciendo, qué voy a hacer. Es que ella imagínate lo que es en el barrio de San Justo. Mi abuelo se enoja porque dice que ella hace el camino donde sabe que se va a cruzar más gente. Ve que la carnicería está llena y entra para que la saluden. Me divierte mucho.

— Hay una historia muy fuerte en el barrio.

— Tengo toda mi vida ahí. Mi familia, mis amigos, la gente que quiero, con la que me gusta pasar tiempo están todos ahí. Tengo un solo amigo que se mudó a Capital. Todos siguen viviendo allá.

— ¿No tenés amigos nuevos?

— Sí, pero me cuesta. Me cuesta porque mis amigos son con los que me crié.

— En este momento se están ofendiendo todas las otras personas que te consideran amigo. ¿Amigas?

— (risas) Flor, Naty, las chicas con las que laburo todos los días sí las puedo considerar amigas. Mis productores también. Hoy en día la gente que labura conmigo es gente contemporánea a mí, piensa parecido, la paso bien, la quiero. Mi mayor miedo es entrar a un estudio o a una oficina y que se callen. En Pinamar convivimos todos en una casa y éramos un grupo de amigos, pero por momentos yo me tenía que poner también en el rol de productor. Cómo manejar el límite entre “me llevo bien con vos, nos cagamos de risa” y el momento en el que tengo que marcar un error, “te tengo que decir que algo no está bien y que me respetes y que después te sigas riendo conmigo”. El límite es muy difícil y tengo mucho miedo de perderlo.

— Y en el momento del aire, ¿cómo hacés con estos amigos?

En el momento del aire los que laburan conmigo saben que vale todo para mí. Si tengo que preguntar algo que sé que no querés que te pregunte, si estamos al aire te lo pregunto. A mí me preguntan lo que sea, me dicen lo que sea al aire ... Vale todo. Obviamente hay temas que sabés que no te vas a meter. Pero como yo permito que me bardeen a mí. A mí me gusta mucho la incomodidad al aire, conmigo también. Una vez en Todo puede pasar un pibe se calentó, un participante, le avisaron que no entraba a bailar, se enojó, busco a un productor y se mandó al aire de una. Entró al estudio de repente un flaco sacado y todos atrás. Yo estaba, no sé si feliz, pero pensé “acá está pasando algo, está pasando algo de verdad”. Estoy muy atrás de eso, de que pase algo de verdad. El que está mirando en la casa acá no me cambió, acá se quedó. Y cada vez es más difícil lograr lo genuino al aire. Era algo genuino, el flaco tenía bronca y estaba enojado de verdad, después hay que manejarlo de alguna forma para que no se desbande. Pero con ese ejemplo te digo, suponete que estamos nosotros al aire, si vos ahora me hacés una pregunta que a mí me incomoda...

— Por ejemplo, ¿saliste con Graciela Alfano?

— No.

— Bueno, tuviste sexo digamos ...

— No, no, tampoco, tampoco. Pero, ¿ves? Está pasando algo. A eso voy. Poneme incómodo al aire porque el que está del otro lado percibe que estoy incómodo y dice ¡ah! ¿a ver?

— ¿Cuándo te volviste un sex symbol? Vamos con lo incómodo.

— Ah, mira como le di el pie. ¿Para qué hablé? (Risas)

— Y sí. De eso se habla. Si estás o estuviste, si no estuviste.

— (Risas) No, no, no sé. Son todos noviazgos. En tres meses tuve seis novias prácticamente. ¿no? Pero no, estoy tranquilo.

ESTOY CUESTIONANDO LAS RELACIONES COMO LAS CONOCEMOS

— ¿No asumimos novia?

— No. No. No. Tuve sólo dos novias. La primera cuando era chiquito, a los 18, y Flor.

— Dos novias. ¿Y cerramos?

— No lo cierro pero estoy medio… Estoy cuestionando las relaciones como las conocemos.

— ¿Taza taza cada uno a su casa?

Hoy creo muy difícil que pueda convivir con alguien. No digo que no porque viste como es, te enamorás y chau. Pero me conozco y hay cosas que uno no... Me gusta estar solo, me gusta mi espacio, funciono bien así hasta laboralmente. Sé muy bien lo que yo necesito para estar bien.

— ¿Es por eso que decís que está cerrado? ¿No sabes qué tipo de relación vas a querer?

— Claro. Cuestionando. Aprendiendo, escuchando a los pibes más jóvenes.

— Pero cuando te arrasa...

— Te arrasa, obvio. Todavía no me arrasó en este momento. (Risas).

— Trabajás tanto. ¿Crees que te puede arrasar el amor si tenés una cosa detrás de la otra?

— Sí, yo creo que sí. A mí me gusta salir. Me gusta salir. Me jode la gente que labura conmigo porque yo digo que el boliche me hace generar ideas.

— O sea que trabajás en el boliche también ¿Estás disfrutando este momento?

— Disfruto mucho de cada proceso, de cada situación, de cada reunión, de cada arranque de proyecto, de cada proyecto fallido. Yo soy muy optimista con los fracasos. Para mí se aprende mucho fracasando, equivocándote. Es donde más se aprende. Lo intenté, salió mal, qué aprendí acá, no lo vuelvo a hacer. Cuando te sale descorchás un champagne y festejás, no pensás. Cuando te sale mal pensás y aprendés y no volvés a cometer ese error ¿De qué te reís?

— Te estás poniendo grande (risas).

— Y bueno, sí, qué voy a hacer.

— ¿Me prometés que no vas a cambiar y que no te vas a agrandar?

— Obvio te lo prometo, sí.

—Gracias por este rato.

— A vos.

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