La palabra “soccer”, contrario a lo esperado, no es un invento norteamericano. Nació en Inglaterra, donde se creó el deporte máximo. Se remonta al siglo XIX, cuando el término “football” aún englobaba diferentes variantes del juego. En las universidades de Oxford y Cambridge, en la década de 1860, establecieron el reglamento oficial del deporte, que incluía una prohibición enfática: no se puede tocar la pelota con las manos, a esto se juega con los pies.
El reglamento provenía de la Asociación de Fútbol, en inglés la Association Football. El juego comenzó a extenderse por distintas partes del mundo bajo el nombre de “soccer”, una abreviatura simpática de “Association”. Lo que sucedió es que en Inglaterra y -en casi todo el planeta- , el nuevo juego con los pies se hizo tan popular que ya no hizo falta distinguirlo de las otras variantes que permitían, por ejemplo, correr con el balón en la mano. El fútbol -o football- se apropió del nombre.
En Estados Unidos fue bien distinto. El fútbol no llegó a imponerse sobre otros deportes que ya se habían arraigado en la cultura popular. Nunca pudo doblegar al fútbol americano. Pasaron décadas y décadas, un siglo y medio, y el término “soccer” se consolidó. Solo allí al fútbol se juega con las manos y consiste en avanzar yardas sin ser volteado en el camino.
El soccer, nuestro fútbol, nunca caló hondo en la idiosincrasia estadounidense. Una encuesta reciente de la consultora IPSOS, de enero de este año, refleja que el fútbol ocupa el séptimo lugar entre los deportes preferidos por los norteamericanos. No solo la NFL, el baseball, la NBA y el hockey tienen más aficionados, sino que incluso las ligas universitarias de fútbol americano y básquet acaparan más atención.
Solo el 17% de los estadounidenses se considera “fan” del soccer. Entre los que se declaran aficionados de los deportes, ese porcentaje sube al 24%. Apenas el 15% de los encuestados dijo haber visto al menos un partido completo de fútbol durante 2022. No solo de la MLS, sino incluyendo otras competencias de renombre como la Premier League o la Bundesliga. A eso se le suma que es un deporte que casi nadie practica. Solo el 6% jugó al fútbol al menos una vez el año pasado.
Pese a las estadísticas esquivas, Sarah Feldman, periodista de datos de IPSOS, observa una tendencia auspiciosa en el público joven. “Lo que realmente me llama la atención no es tanto el porcentaje absoluto de estadounidenses menores de 35 años que son aficionados al fútbol, sino la distribución de la afición por un deporte dentro de este grupo etario. Para los mayores de 35, después de la NFL, existe un segundo nivel de fanatismo claro que lideran el béisbol y el fútbol americano universitario. Pero para los menores de 35, después de la NFL, el fanatismo por casi todos los demás deportes importantes es parejo. No hay un segundo nivel. Y el soccer se acerca a los que están arriba”, explicó a Infobae.
Por el tamaño y diversidad del país, Estados Unidos no tiene lo que se suele llamar un “deporte nacional”. Lo más cercano a ello es el fútbol americano que, como se vio, tampoco genera unanimidad. El país goza de las mejores ligas a nivel mundial en sus deportes más populares: el mejor fútbol americano está en la NFL, el mejor básquet se ve en la NBA, el mejor béisbol se encuentra en la MLB. Con el “soccer” no sucede lo mismo. La MLS no entra ni en una selección de las mejores diez ligas de fútbol y, por eso, la atención -que no es tanta- se reparte.
De cara al futuro inmediato, la MLS seguirá siendo una liga de tercer orden. El factor Lionel Messi, sin embargo, sí puede torcer la atención del público, concentrar interés. ¿El soccer será por fin seguido masivamente?
Es una paradoja que el deporte más popular del mundo nunca haya sido popular en el país encargado de esparcir cultura, tendencias en forma de productos a cada rincón del planeta. Siempre a la sombra del fútbol americano, el básquet, el béisbol, hasta el hockey, nunca pudo seducir a un público masivo.
Charles Boehm, periodista especializado en fútbol, colaborador en distintos medios norteamericanos, da una versión resumida de la historia. “En los períodos posindustriales, cuando el fútbol se estableció como una institución sociocultural en la mayor parte del mundo, otros deportes ocupaban ese espacio en los Estados Unidos y Canadá, en particular a través de los deportes universitarios, que proporcionan la actividad deportiva predominante y ofrecen lazos sociales entre los estadounidenses de clase media”, señaló ante la consulta de este medio.
Según el especialista, el fútbol logró avances importantes en el último cuarto de siglo, pero aún no logró teñir el tejido de la vida social de los norteamericanos. Donde sí es el deporte insignia es en las comunidades de inmigrantes, lo que empuja cierta masividad: se calculan unos 80 millones de personas que juegan, miran o se preocupan por el fútbol. Lo que sucede es que la MLS no logra captar toda la atención. Las “lealtades” se distribuyen entre el fútbol universitario, la liga mexicana, la Premier League, las selecciones nacionales y otras competencias.
El primer gran hito del “soccer” todos lo sitúan con la llegada de Pelé al New York Cosmos en 1975. Apenas unos años atrás se había creado la North American Soccer League (NASL). Sus impulsores creyeron que sumar al astro brasileño, por entonces consagrado como el mejor futbolista del planeta, empujaría al deporte en EEUU a un nuevo nivel.
Y durante un tiempo tuvieron razón. De local, el Cosmos pasó de recibir 3.500 hinchas a que su estadio rebase con 45 mil almas. Pelé jugó tres temporadas en el club neoyorquino y durante su estadía logró récords de público hasta entonces impensados para la liga. En tres visitas al Giants Stadium, de Nueva Jersey, hizo que 70 mil espectadores se juntaran a ver un deporte que les era totalmente ajeno.
Pelé fue poco menos que un profeta del fútbol en los Estados Unidos. Su presencia atrajo a otras figuras de relieve internacional. Durante esos años de apogeo de la NASL, Johan Cruyff, George Best, Franz Beckenbauer, Gerd Muller, entre otras estrellas, desfilaron por sus campos de juego.
La salida de Pelé después de la temporada 1977 comenzó a hacer tambalear el castillo de naipes que se terminaría por derrumbar años después. Tras su partida, los estadios se volvieron a vaciar y el interés repentino se disipó. El descalabro financiero -contratos millonarios, gastos descontrolados- sumado a miles de fans esporádicos que volvieron a darle la espalda al deporte, hicieron que la NASL colapsara y desapareciera en 1984.
“La liga sufrió una caída financiera después de que estallara la burbuja creada por la exageración y la fama del New York Cosmos. Los propietarios de los equipos se asustaron por la magnitud de sus pérdidas, carecían de poder de permanencia y los clubes no habían echado raíces lo suficientemente profundas para sobrevivir a la adversidad económica. Aún así, la NASL influyó para que el deporte se afianzara en los EEUU y Canadá entre los jóvenes y eso ayudó al crecimiento del fútbol después de la Copa del Mundo de 1994″, explicó Boehm.
De hecho, la camada de niños que creció viendo a Pelé forjó la selección estadounidense que clasificó a un Mundial en 1990 tras cuarenta años de ausencia. La NASL dejó un legado de jóvenes interesados en el fútbol y, sobre todo, una enseñanza: la próxima liga tendría un control obsesivo de los gastos, con una autoridad central encargada de aprobar las transferencias y los contratos, con topes salariales por club. El objetivo: estabilidad para que la competición perdure en el tiempo y previsibilidad para los inversores.
Hasta hoy el modelo fue exitoso. La Major League Soccer (MLS), fundada en 1993, ya dobló en tiempo a su antecesora. La austeridad financiera no imposibilitó la búsqueda de estrellas, nombres que volvieran a encender la llama del deporte. El punto cúlmine ocurrió con la llegada de David Beckham en 2007 a Los Ángeles Galaxy.
La combinación de fútbol y marketing, de trayectoria inmaculada -Manchester United, selección inglesa, Real Madrid- y marca global, volvió a concentrar la atención mediática y elevó la venta de merchandising a niveles históricos. En solo un año, se vendieron 300 mil camisetas con la número 23 de Beckham; 700 veces la cantidad total de camisetas que el Galaxy había vendido en 2006. Los derechos de televisión, que casi no se distribuían por fuera de Estados Unidos, se comercializaron en 100 países, con partidos de alto rating en mercados como el asiático.
El arribo de Beckham obligó a la MLS a ser creativa financieramente. Con la figura inglesa se creó el rótulo de “jugador franquicia”, que les permite a los clubes contratar estrellas de renombre cuyos contratos están por fuera de los topes previstos en la masa salarial. En los años siguientes llegaron jugadores de elite, ya en el ocaso de sus carreras: Thierry Henry, Andrea Pirlo y Zlatan Ibrahimovic, por ejemplo.
La presencia de Beckham también relanzó la liga, que permanecía inerte desde su fundación. Fue el catalizador de inversores. En 2007, la MLS solo se componía de 13 equipos. Con los años fue sumando franquicias hasta alcanzar las 29 que hoy integran la competencia, con un sistema que la vuelve atractiva similar a la NBA: dos conferencias, Este y Oeste, y play-off entre los mejores equipos de cada zona.
“La MLS se caracterizó por un constante proceso diario de crecimiento y progreso. Para usar una metáfora, cada gran momento para el fútbol en Estados Unidos, como fueron la llegada de Pelé, Beckham y la organización de la Copa del Mundo de 1994, estableció una nueva marca de agua en medio de una marea creciente más grande que sube y baja”, graficó el periodista Charles Boehm. “Y la llegada de Messi sin dudas será la gran ola”.
La presentación de ayer domingo completa una tríada de fichajes estruendosos del fútbol estadounidense. A Pelé y Beckham se le suma Lionel Messi, solo un semestre después de tocar el cielo futbolero con las manos, ganando el Mundial con la Selección Argentina.
La expectativa por Messi se disparó de inmediato ni bien se supo de su llegada al Inter Miami. Los precios de las entradas para lo que se especula será su primer partido frente a Cruz Azul por la Leagues Cup se elevaron casi un 2.000%. Los estadios de la MLS, muy pequeños para el boom Messi, volverán a colmarse gracias a la presencia del astro argentino.
Phil West, director de The Stricker, un portal dedicado a la MLS, confirma el efecto de la noticia: “El impacto fue enorme. Ni bien llegó, una amiga que vive en Miami me escribió que los tickets pasaron de 30 a 500 dólares en cuestión de horas. Le respondí en chiste que tendría que haber invertido en bienes raíces con entradas del Inter Miami. La gente tiene curiosidad por verlo jugar y los dólares se van a multiplicar. No solo lo van a ver acá. En todo el mundo”, dijo a Infobae.
La MLS firmó un acuerdo en 2022 con Apple TV por 250 millones de dólares al año para transmitir los partidos de la liga a escala global durante diez años. Según reportó el portal The Athletic, una porción de los ingresos generados por los nuevos suscriptores de la MLS Season Pass podrían ir a la cuenta de Messi. El soccer, gracias a ese acuerdo, estará más al alcance que nunca. Todos los partidos serán transmitidos por la plataforma de streaming.
Del mismo modo, Adidas, la marca que vistió a Messi desde sus comienzos en Barcelona y que auspicia a los 29 equipos de la MLS, propuso compartir con el “10″ los beneficios que surjan de la venta explosiva de merchandising que se espera. No solo eso. Parte del operativo seducción también incluyó una opción similar a la que le ofrecieron a Beckham cuando llegó en 2007: volverse propietario de una franquicia de la liga en el futuro.
No caben dudas. Tanto para Messi como para la MLS es un win-win. Todos ganan. La liga escalará en distintas vías: merchandising, venta de entradas, ingresos publicitarios, presencia en redes sociales, volverá a ser un imán para atraer figuras de relieve internacional y, principalmente, le dará la popularidad tan búsqueda. Messi, por su parte, recibió una propuesta económica irresistible y lo que busca para el cierre de su carrera: una ciudad donde vivir bien y tranquilo junto a su familia, con exigencias deportivas moderadas.
“Por más que se la menosprecie, se trata de una liga fascinante, con toneladas de historias, con montones de partidos que terminan dramáticamente”, señaló West. “Estoy feliz de ver a Messi aquí, me intriga saber cómo le irá. Con su reglamento y configuración de playoffs, la MLS es una liga totalmente abierta. Si está cansado de la previsibilidad de que el City gane la Premier League y el Bayern gane la Bundesliga, encontrará que la MLS es atractiva y refrescante”, agregó.
De cara a los próximos años, la llegada del crack argentino tampoco resulta azarosa. Estados Unidos será sede de la Copa América 2024 y dos años después organizará el Mundial junto a México y Canadá. La selección local no tiene hoy estrellas indiscutibles y Messi puede encarnar la figura que avive la ilusión por el fútbol.
West cree que sin duda marcará un punto de inflexión. “Su llegada iniciará una meseta que culminará con la Copa del Mundo tres años después. Va a ser impactante y consolidará el fútbol como un deporte estadounidense fundamental. Es posible que la MLS nunca reemplace a la NFL o a la NBA, pero en los próximos años será más relevante que nunca”.
Quizás entonces, al menos por unos años, el “soccer” se convierta en fútbol.
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