El PJ se reunió sin Alberto Fernández y empezó a discutir el rumbo del partido para enfrentar a Milei

Con un extraño nivel de secretismo, los principales dirigentes del peronismo se reunieron anoche en la sede histórica del PJ, en Matheu 130, con la intención de discutir el futuro rol del partido durante el gobierno de Javier Milei y revivir el sello como escudo refractario de las políticas libertarias. Fueron dos horas de debate cruzado sin el presidente del partido, Alberto Fernández, que llegó al país en la mañana de este viernes.

En el encuentro estuvieron los gobernadores Axel Kicillof (Buenos Aires), Ricardo Quintela (La Rioja) y Gildo Insfrán (Formosa). También se acercaron los senadores Eduardo “Wado” de Pedro, Juan Manzur, José Neder y Lucía Corpacci, el diputado Santiago Cafiero y el ex mandatario sanjuanino José Luis Gioja. La Jefa de Asesores del gobernador bonaerense, Cristina Álvarez Rodríguez y el ex vicejefe de Gabinete Juan Manuel Olmos también fueron de la partida.

Esos nombres no solo son relevantes en el espacio político, sino también en la estructura partidaria. Debajo de Alberto Fernández, la línea sucesoria de las vicepresidencias está compuesta por Álvarez Rodríguez, Kicillof, Analía Rach Quiroga (la única ausente), Manzur y Corpacci. El único ausente de peso en el esquema jerárquico fue el presidente. Los demás estuvieron en un encuentro donde el ex jefe de Estado quedó expuesto, por su ausencia y su debilidad para organizar el espacio.

Desde que terminó su mandato en la Casa Rosada, Fernández evitó hacer referencia a su futuro en la presidencia del PJ. En los últimos días, desde el entorno aclararon que su voluntad es patear hacia adelante la discusión sobre el liderazgo partidario y evitar mover la vida interna del partido en este momento donde el escenario político y económico del nuevo gobierno está convulsionado. Fernández debe tomar una decisión sobre su futuro y lo debe hacer cuanto antes, para que su poco capital político no se le escape entre los dedos.

También desde ese momento gobernadores, intendentes y funcionarios del peronismo comenzaron a exigir, por lo bajo pero con fuerza, la renuncia de Fernández y la posterior convocatoria a una mesa política. La reunión de esta noche sirvió para dar un paso más en esa dirección de activar la vida partidaria, pero los dirigentes evitaron pedir la cabeza del ex Jefe de Estado. No hicieron lo que piensan.

La convocatoria del PJ fue reducida, lo que generó que algunos dirigentes políticos y sindicales se enteraran por trascendidos y se molestaran por la forma en la que se armó el encuentro. Fue una jugada política para lanzar al vacío a Fernández y activar rápidamente la reorganización partidaria. Aunque no pidieron su renuncia, haber hecho la reunión antes de su llegada fue un mensaje en sí mismo.

El objetivo es poner activo al partido para que sea un espacio de convocatoria. Abrirlo, hacerlo funcionar en sus comisiones y que ocupe un rol activo de oposición a Milei. Que haya pronunciamientos claros sobre cada tema que se presente en la agenda política. En definitiva, darle vida al sello para aglutinar a la dirigencia y al pensamiento de esa dirigencia.

Un sector del partido busca constituir una mesa de acción política, como sucedió durante el gobierno de Mauricio Macri y que el esquema partidario se reactive con los principales dirigentes a la cabeza. Sin la necesidad de una figura extremadamente relevante en la presidencia. Un camino similar al que el peronismo hizo en el 2018, luego de que el PJ fue intervenido y la jueza federal María Servini de Cubría designó a Luis Barrionuevo como interventor.

Alberto Fernández llegará a Buenos Aires en las próximas horas. La reunión antes de su arribo marca que hubo una clara intención de hacerle un vacío de poder y ejecutar su salida. Desbancarlo por la fuerza frente a la extensión de su indecisión. La dirigencia peronista ya le había soltado la mano al ex presidente antes de que abandone su lugar en Balcarce 50. Fernández está estirando su agonía al mando del partido. Representa un liderazgo voluntarioso pero sin sustento político.

Hay que moverse para organizarse. Esa es la premisa que hoy reina en el peronismo, donde la dirigencia tiene en claro que debe ser cuidadosa en las críticas públicas a Javier Milei, para no quedar atrapada en la estrategia discursiva del Presidente, que les puso la etiqueta de la vieja política y avanza a toda velocidad con la estigmatización del sistema político.

La reaparición de Cristina Kirchner activó la rosca política en las diferentes terminales de poder de Unión por la Patria (UP). Fue la luz verde para que la vida interna del espacio se agite con vertiginosidad. De ahí en adelante se confirmaron tres reuniones. Sergio Massa tenía previsto este sábado reunir a su tropa del Frente Renovador en Roque Pérez, con el fin de bajar línea y cohesionar el discurso de la dirigencia que le responde. Pero, finalmente, el encuentro se pasó para el sábado próximo.

Este sábado Máximo Kirchner encabezará una reunión del consejo del PJ Bonaerense en Cañuelas, donde tiene previsto analizar la situación coyuntural y alinear una postura del partido contra Milei. Es una forma de activar el órgano partidario en un momento donde el peronismo comienza a discutir el camino por donde debe transitar el futuro inmediato. Además, con el presidente libertario avanzando contra toda la oposición, entienden que es primordial que todos los partidos estén en regla para evitar una intervención.

Ese mismo día del fin de semana, el PJ Porteño abrirá el juego para que haya un “cabildo abierto” y repudiará las políticas del gobierno libertario, además de llevar a cabo la redundante foto de unidad. También encabezará una reunión de dirigentes peronistas el titular adjunto del Sindicato Único de Trabajadores del Peaje (SUTPA), Facundo Moyano, que en las últimas semanas estuvo reunido con el ex intendente de Hurlingham, “Juanchi” Zabaleta y el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, la línea peronista que está alejada del kirchnerismo.

El peronismo se mueve. Empezó el proceso de reconfiguración. Son los primeros indicios de un cambio inevitable.