El 40% de los adolescentes de los estratos sociales más bajos de la Argentina no van a la escuela o lo hacen con sobre edad. Casi la mitad de los chicos más chicos y los adolescentes viven -en el mundo urbano- en un medio de vida insalubre. El 42% lo hace en viviendas con problemas de saneamiento (falta de agua corriente o cloacas). El 30,5% de los chicos de hogares de estratos más bajos comparten cama o colchón para dormir. A 4 de cada 10 niños de 0 a 12 años de edad no les suelen leer cuentos y/o no tienen libros infantiles en su hogar. El 58% de los chicos de entre 5 y 17 años no realiza actividad física extra-escolar y el 86% no realiza ninguna actividad artística o cultural. El 12% de los chicos no festejaron su último cumpleaños, en el estrato social más bajo no lo hizo el 23% y en el medio-alto, el 4,8%. Estos datos contenidos en el informe Barómetro de la Deuda Social de la Infancia-Serie del Bicentenario (2010-2016) de la UCA fueron presentados hace algunos días, pero a pocos pareció importarles.
Por suerte esta semana el INDEC terminó con el apagón informativo, confirmando prácticamente los mismos guarismos que venía entregando la UCA al señalar que la pobreza en Argentina es del 32,2% (para la UCA 32,6%) a abril.
La reaparición oficial del índice logró darle protagonismo al drama social del país, aunque sea por pocas horas. El Presidente, rápido de reflejos -dicen que asesorado por Marcos Peña-, explicó los números acompañado por Carolina Stanley, responsable del área. Sembró incertidumbre al señalar que debía juzgárselo por este índice cuando su mandato comenzó en diciembre, pero por lo menos enfrentó la situación y dio su versión. Lo llamativo es que no realizó anuncios, como si su gobierno no fuera parte de la solución.
Otros actores políticos y económicos brillaron por su ausencia. ¿Qué piensan del tema el Partido Justicialista, el Frente para la Victoria, el Frente Renovador, la UIA o la CGT? Parece que nada. Ensordece el silencio de los sindicalistas. Solo aparecieron algunos kirchneristas, pero para hablar de los nueve meses de Mauricio Macri, como si no hubieran gobernado durante más de una década. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Ni leer.
La aparición del índice rompe varios discursos. Por de pronto le da la razón al papa Francisco, que en soledad desde años habló de la situación social, y a la Iglesia Católica, que viene reclamando soluciones. De hecho, la única manera de conocer la dimensión del drama social durante los últimos tiempos fue gracias los trabajos de la Universidad Católica.
Pero al resto lo deja mal parado. Al discurso K lo afecta seriamente porque los doce años de "década ganada" de un gobierno "popular" no sirvieron ni por asomo para achicar la cantidad de millones de pobres que tiene el país. Al relato oficial macrista también.
Siguiendo los datos puros de la UCA -muy parecidos a los de INDEC- Macri asumió la Presidencia en diciembre con el índice en 29% -ese fue el número que mencionó en el discurso inaugural-. Ahora el umbral llegó a 32.2% (0 32.6%, según la UCA). O sea que en nueve meses creció. ¿Desde cuándo entonces hay que juzgar al Presidente? ¿Desde diciembre o desde septiembre? ¿Si en marzo del 2017 o en septiembre el índice muestra una baja desde el gobierno se dirá que mejoro la situación social -como produce de las políticas económicas- o se admitirá que se volvió al punto de partida y mejoraron su calidad de vida los cientos de miles de argentinos que la habían empeorado desde diciembre del 2015? La diferencia que parece semántica o discursiva tiene rostros humanos: 1.4 millón de argentinos cayeron en la pobreza en los últimos nueve meses.
La curva histórica del drama social argentino de los últimos cuarenta años es impactante, como la decadencia del país. En 1974 la pobreza alcanzaba al 4% de los argentinos y la desocupación era del 3 por ciento. Al final de la dictadura el índice subió al 15 por ciento. Raúl Alfonsín entregó el poder con 18,5% y en la década de Carlos Menem creció al 25 por ciento. La crisis del 2001-2002 mostró el peor escenario: Eduardo Duhalde asumió con el 57% del país sumido en la pobreza, bajó casi un 10% en un año y medio. Y Néstor Kirchner entre el 2005 y 2006 logró el hasta ahora el piso de los últimos 25 años: 25 por ciento.
Desde el 2007 la oscuridad total oficial: conocer los datos de pobreza pasó a ser un acertijo como consecuencia de la manipulación de las estadísticas de inflación. Hasta la propia Cristina se perjudicó con el apagón cuando en tiempos de su reelección logró, según los números de la UCA, mejorar el cuadro social.
Por suerte desde junio del 2004, con el apoyo del entonces Arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, se comenzaba trabajar en la UCA en un Observatorio de la Deuda Social que producía mediciones propias. Sin datos oficiales, Macri utilizó sus índices para decir que asumía con un 29% de pobres. El mismo índice de la UCA en su última medición del 2016 mostró un aumento que llevó el porcentaje al 32,6%, con pico de 34,5% en marzo.
Daniel Arroyo responsable de los equipos sociales del Frente Renovador y ex viceministro de Desarrollo Social dice que "la pobreza ha ido aumentado de la mano de la caída de la economía". No se puede llevar adelante políticas sociales serias si la economía no crece. Y el crecimiento tiene que ser productivo. ¿Cómo se explica el aumento de la pobreza del 18,5% al 25% durante la era Menem si la economía creció a tasas chinas? Fácil: la economía en los noventa creció en sectores como el financiero, que no generan riqueza estructural ni producen puestos de trabajo.
Más datos históricos que alarman: Alfonsín asumió en 1983 creando las cajas PAN. Se distribuían a medio millón de personas. Hoy los programas de ayudas sociales del gobierno llegan a 10 millones de argentinos. Poder distribuir las cajas PAN hoy sería un lujo. En aquel momento fueron criticadas. Como en su momento también lo fue la creación de la Asignación Universal por Hijo, una idea de Elisa Carrió implementada por Cristina Kirchner y que llegó a tres millones de beneficiarios.
Postales de un país ciego: criticar los fondos para programas sociales creyendo, muchos argentinos, que viven en Suiza o Suecia. El 32,2% también acalló esas voces ultramontanas.
Sin embargo, Agustín Salvia, el investigador a cargo del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, en noviembre del año pasado era muy crítico sobre la tremenda herencia K. "Tenemos alrededor de 10 millones de pobres, y sin planes habría 2 millones más. Hoy los programas de asistencia no resuelven el problema de entre el 25 y 30% de la población en situación de pobreza. Esto se resuelve con mejores trabajos y con mejores condiciones de socialización y de hábitat. Implica políticas más integrales de desarrollo. Casi 40% de la fuerza de trabajo está desempleado o en una situación de empleo precario. Hoy la problemática del desempleo en la Argentina no es sólo del 7%, a ese porcentaje hay que sumarle un 15% de empleo en la indigencia (vendedores ambulantes,"limpiavidrios, manteros o también trabajo esclavo). Llevaría a la desocupación a casi el 25%", aseguró.
Según los especialistas, bajar el porcentaje del 32,2% de pobreza no será fácil ni rápido. Cerca del ministro del interior Rogelio Frigerio han dejado trascender que se bajaría ese índice al 20% en un corto lapso. Arroyo dice que "se necesitaran tres años de crecimiento sostenido de la economía y acciones de gobierno, no solo programas sociales, sino en favor de mejorar los ingresos, para que el porcentaje baje a un 25%, el piso difícil de perforar que confirma el carácter estructural del drama. Pero no veo al gobierno trabajando en ese sentido. Es verdad que hay más beneficiarios de planes sociales que durante el kirchnerismo, pero lo que se cobra por cada plan es poco y lejos de las canastas alimentarias básica".
¿Por qué sería tan "sencillo" bajar al 25% bajo determinadas circunstancias –las tuvo Kirchner entre el 2003 y el 2007- pero no por debajo ese número? Por la naturaleza de la medición. Hay dos maneras de cuantificar la pobreza de un país: cotejando ingresos -Canasta Básica Total y Canasta Básica Alimentaria- con la inflación y los precios de los bienes y servicios o relevando las NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). El ideal sería medir con las dos metodologías.
El primer sistema es sencillo: se establece cuánto necesita una familia tipo (marido-esposa más dos hijos) para vivir. El cálculo de todos los bienes se llama CBT. Cuando es solo de alimentos es CBA. Si los ingresos que recibe ese grupo familiar están por debajo del cálculo de la CBT, se es pobre. Si se está por debajo de la CBA, se es indigente, la peor situación porque significa que la persona ni siquiera tiene recursos para comer.
La espasmódica curva inflacionaria argentina vuelve inestable al índice. En contexto de recesión, pérdida de poder del salario real, aumento de la desocupación y fuerte inflación, el índice se dispara. "El mejor ejemplo de esto fue la crisis del 2001-2 donde la medición llego al 57%. Nunca hubo ese número de pobres en el país, aunque esa crisis empeoró seriamente la vida de millones de compatriotas" agrega Arroyo. En el caso argentino como arriba del 25-28% sube rápido por calculo estadístico, cambiando en poco tiempo la base de estimación, por ejemplo, con una baja abrupta de la inflación, los números mejoran.
¿Cómo se hace a bajar el 24-25% que Menem con su gran mejora de la economía no lo redujo, sino que lo cristalizó y lo aumento del 18,5%? ¿Porque los Kirchner nunca lo pudieron perforar? La baja durante la era K entre el 2003 y el 2007 y la mejora después de la implementación de la Asignación Universal estarían confirmando que bajo determinadas circunstancias económico sociales es posible atacar la parte "fluctuante" del índice que está por encima del piso del 25%. Perforar esa cifra requiere de un crecimiento sostenido de una década con un modelo económico productivo que cree empleo y en paralelo una fuerte presencia estatal para mejorar las NBI: las condiciones de vida de los que menos tienen.
El gobierno de Macri parece más preparado, en el mejor de los casos, para el primero de los escenarios. Sin embargo, a juzgar por el primer semestre no del todo. No tanto por los números negros de la economía como por la ideología imperante: las mejoras sociales importantes llegarán por el derrame que provocará la recuperación y crecimiento de la economía producto de las inversiones. Mientras, en una evolución del clásico pensamiento neo liberal local que debe ser anotada como un punto a favor de Macri, se destinan recursos a paliar el drama social. En esto se diferencian, hasta ahora, los modelos menemistas y macristas.
Salvia de la UCA sigue siendo pesimista con el presente. Al presentar el balance -negativo- del cuadro social 2010-2015 señaló en agosto que "se constituyeron nuevos pobres que emergen de medidas normalizadoras adoptadas por el actual gobierno. Los sectores medios bajos y la clase obrera integrada se han visto particularmente afectados entre fines de 2015 y comienzos de 2016. Si en el corto plazo no se logran atenuar los aumentos de precios y no logra reactivar el empleo, (…) difícilmente podrá revertirse la tendencia ascendente que están registrando las tasas de pobreza e indigencia urbana. Más de dos millones de hogares no se encontrarían asociados a los ajustes de ingresos por paritarias y tampoco tendrían acceso a la tarifa social por servicios y transporte".
¿Hasta cuándo y hasta cuantos se podrá ampliar la base de los programas sociales? Para sorpresa de muchos, el gobierno de Macri amplió la cantidad de beneficiarios de la era K a más de diez millones. Un 25% de la población. Si los gobiernos -el de Macri o el que sea- no generan un crecimiento económico sostenible y sustentable, la cantidad de beneficiarios va a tener que seguir aumentando. O, dicho de otro modo: por suerte la clase dirigente evolucionó y entendió que no puede no haber programas sociales. ¿Pero esa es la única respuesta? ¿Estrellar la economía cada 5/10 años -hay un ciclo repetido de crisis externa de tipo de cambio que siempre se resuelven con bruscas devaluaciones y fuertes inflaciones- y aumentar los planes a más gente, aunque cada uno reciba menos en forma individual? ¿Ningún plan estructural?
Carolina Stanley, no por nada la ministra con mejor imagen del gabinete, no coincide con la teoría del "derrame mágico". Sabe que necesita algo más que eso, y no solo recursos económicos del Estado. Logró que se aumentara la base de argentinos que reciben ayuda estatal y es una buena noticia, pero no alcanza. Debe convencer, cuando la economía y la recaudación mejoren, por ahora al Presidente y a sus colaboradores de poder aumentar esos planes para que los casi $13.000 de canasta necesaria para vivir, no le queden tan lejos a los que menos tienen.
Cuando se conoció el índice de pobreza Eduardo Duhalde dijo esta semana que él era "parte de una dirigencia de mierda que ha fracasado, que no prevé nada y no ha estado a la altura de las circunstancias". Macri debe definir si va a formar parte de esa dirigencia que enuncia Duhalde o si va a apostar a cambiar el país.
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