El gobierno de Dina Boluarte, que se extendió desde diciembre de 2022 hasta octubre de 2025, terminó en medio de balances económicos dispares pese a los mensajes oficiales de estabilidad.
En una reciente columna publicada en Infobae Perú, la expresidenta sostuvo que durante su mandato se preservó la estabilidad macroeconómica, se evitó la pérdida del grado de inversión y el Perú se mantuvo como uno de los países con mejores perspectivas de crecimiento en la región. No obstante, los datos oficiales y análisis independientes permiten matizar estos argumentos.
Dina Boluarte recibió una país en recesión, y lo primero que hizo fue negarlo
“Lo que no se vio fue la labor técnica que se sostuvo en silencio, preservar la estabilidad macroeconómica, evitar una caída en la calificación crediticia, impedir que los proyectos estratégicos; desde la infraestructura crítica hasta la protección ambiental, se paralizaran, garantizar previsibilidad para la inversión en un país que, en ese momento, parecía imprevisible. Goberné con firmeza, sí, y entregué un país estable y viable, que volvió a ocupar los primeros puestos de la región en solidez macroeconómica y proyección de crecimiento”, dijo en su columna.
Según las cifras difundidas por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) y reportes del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), el primer año completo del mandato de Boluarte estuvo marcado por una recesión -negada inicialmente por su exministro Alex Contreras-. Al cierre de 2023, la economía experimentó una contracción del 0,55% anual, tras encadenar tres trimestres consecutivos de caída del PBI, una situación no vista en el país desde la década de 1990 salvo la crisis sanitaria global. Solo durante tres meses hubo crecimiento real; el resto del año la actividad económica retrocedió.
Las causas reconocidas por entidades como el Instituto Peruano de Economía (IPE) incluyen políticas contractivas post-pandemia, el impacto del fenómeno de El Niño sobre la producción y la prolongada incertidumbre política que afectó la inversión privada. A ello se sumó la parálisis temporal de proyectos mineros y la caída de la recaudación fiscal. Según el BCRP, la inversión privada se contrajo entre 5,6 % y 7,3% en 2023, una de las mayores caídas en dos décadas.
A partir de 2024 hubo una recuperación, con un crecimiento económico de 3,3% liderado por la recuperación en la inversión, particularmente en el sector no minero y la construcción residencial. Las perspectivas para 2025 rondan el 3,1% - 3,5%, impulsadas por la reactivación de la inversión minera e infraestructura, la fortaleza de la demanda interna, el consumo privado y la recuperación de sectores clave como agricultura y construcción, aunque con cierta cautela por la incertidumbre política y un efecto base más exigente en el segundo semestre, según BBVA Research, OCDE y MEF.
Dina Boluarte rompió dos veces la regla fiscal, pero recuperó la trayectoria en 2025
En cuanto a la inversión privada, el BCRP reportó un repunte de hasta 9% en la primera mitad de 2025. El crecimiento anual proyectado para ese año se sitúa cerca del 6,5%, aunque la base de comparación era baja debido al retroceso previo, por lo que sería un mero rebote.
Pero uno de los puntos críticos del mandato de Boluarte fue el manejo fiscal. El déficit fiscal superó el límite legal por dos años consecutivos: en 2023 llegó a 2,8% del PBI y en 2024 alcanzó 3,6%, principalmente por menor recaudación y más gasto público. Para 2025 se espera un ajuste hacia la meta del 2,2%, aunque este escenario descansa en términos de intercambio favorables antes que en una expansión de la recaudación.
Respecto a la deuda pública, los datos oficiales muestran que se mantuvo entre el 31% y 33% del PBI, manteniendo la mesura frente a países vecinos, aunque el Consejo Fiscal ha advertido que podría duplicarse en poco más de una década al 70% si no se controla el gasto estructural promovido con las iniciativa de gasto del Congreso que no son observadas desde el Ejecutivo, “debido a que Dina Boluarte evitó enfrentarlo para mantenerse en el poder”. Comparada con Brasil, Argentina o México, Perú conserva una posición de menor exposición.
Inflación estable: Dina Boluarte siempre se atribuyó logros del BCR
En materia de inflación, el BCRP consiguió que el incremento de precios se modere: la inflación cerró en 3,24% en 2023, 1,97% en 2024 y 1,36% anual hasta septiembre de 2025. Pese a este control, la gestión de la política monetaria se mantuvo bajo la conducción del economista Julio Velarde, cuya continuidad fue vista como factor de independencia pese a los roces con miembros del gabinete, como el exministro José Arista, quien le pidió relajar sus medidas. Velarde calificó sus declaraciones como “penosas”.
Pasa que, una de las herramientas para reducir la inflación, es precisamente elevar la tasa de referencia desde el BCR y así halar todas las demas tasas de crédito del país, con el finde que la gente y empresas dejen de gastar dinero que realmente no tienen. Pero eso también ralentiza la decisión de invertir. Por algo el MEF lleva las políticas fiscales (lo que se recauda y cómo se gasta), y el BCR, las monetarias.
El empleo fue uno de los desafíos pendientes. De acuerdo con Fernando Cuadros Luque, exviceministro de Empleo, el país no recuperó los niveles de empleo adecuado previos a la pandemia. La tasa de empleo adecuado nacional se mantiene en 50%, la de subempleo en 44% y la informalidad laboral en el sector privado asciende a 58%, lo que genera persistencia en la precarización a pesar de la mejora en inversiones. “La recuperación de la inversión no se ha traducido en más y mejor empleo formal”, apuntó Cuadros.
¿Mantuvo Perú la calificación creditica con Dina Boluarte?
Frente al escenario internacional, la calificación crediticia del país se mantuvo bajo vigilancia. En 2024, S&P Global Ratings rebajó la nota del Perú a “BBB-”, el último nivel de grado de inversión, atribuyendo la decisión a la crisis política y la fragmentación del Congreso. Durante el último año de Boluarte, Fitch Ratings mantuvo el grado de inversión pero con advertencias por la evolución fiscal y la inestabilidad política. Solo una mejora en los indicadores de deuda y reservas permitió conservar ese umbral.
En cuanto al tipo de cambio, el dólar mostró variabilidad pero cierta estabilidad, moviéndose entre 3,80 y 3,40 soles a lo largo del periodo. De acuerdo con las declaraciones del propio presidente del BCRP, esta dinámica respondió a factores globales, como las políticas monetarias en Estados Unidos, antes que a acciones del Ejecutivo.
Las cifras revelan que, aunque el Perú mantuvo indicadores de estabilidad macroeconómica y evitó perder el grado de inversión, lo hizo tras un periodo de contracción, precarización laboral y desórdenes fiscales. La supuesta solidez resaltada por el discurso oficial se encuentra condicionada por factores externos, políticas monetarias prudentes y una relativa fortaleza de la economía, pero acompañada de riesgos persistentes en el plano social y fiscal.