Más allá de virtudes y defectos que pueda tener el centro de Lima, lo cierto es que en determinado momento todo era peor de lo que se ve en estos días. Pero hubo un alcalde que llegó a cambiarlo todo para bien y es por eso que hasta hoy, casi 25 años después de su gestión sigue siendo recordado por muchos limeños.
Se trata de Alberto Andrade, quien dejó una marca imborrable en la capital peruana debido a que desde entonces comenzó un cambio que le dio otro rostro a Lima.
Abogado de profesión y político por vocación, su legado es recordado por sus notables contribuciones como alcalde de Lima y Miraflores, así como por su firme oposición al régimen de Alberto Fujimori.
De Miraflores a Lima
Alberto Manuel Andrade Carmona, nacido el 24 de diciembre de 1943 en los tradicionales Barrios Altos, inició su carrera política como regidor del distrito de Miraflores en 1984, bajo la bandera del Partido Popular Cristiano (PPC). En 1989, fue elegido alcalde de Miraflores, cargo que desempeñó hasta 1995.
Durante su gestión, realizó importantes obras de infraestructura, como la remodelación del Parque Central y la implementación del serenazgo municipal, un cuerpo de seguridad destinado a combatir la delincuencia. Su administración logró recuperar la tranquilidad y seguridad de un distrito que había sido afectado por el deterioro y la delincuencia.
En 1995, Andrade decidió postular a la alcaldía de Lima, fundando el partido “Somos Lima” (posteriormente “Somos Perú”). Enfrentándose al candidato oficialista Jaime Yoshiyama, Andrade salió victorioso y asumió la alcaldía en 1996.
Su gestión se caracterizó por una serie de ambiciosos proyectos que transformaron la capital. Entre sus logros más destacados se encuentra la construcción de la Vía Expresa de Javier Prado, la creación del Sistema de Administración Tributaria (SAT) y la reorganización del comercio ambulatorio en el Centro Histórico de Lima. Este último proyecto devolvió el esplendor colonial al centro de la ciudad, atrayendo nuevamente a turistas y revitalizando la economía local.
No la tuvo fácil
El mandato de Andrade no estuvo exento de desafíos. Desde el inicio de su gestión, el gobierno de Fujimori le negó apoyo, tratando de boicotear sus iniciativas. Sin embargo, Andrade perseveró y continuó con sus proyectos, ganándose el respeto y apoyo de los limeños. Su popularidad le permitió ser reelegido en 1998, venciendo nuevamente a un candidato del fujimorismo, Juan Carlos Hurtado Miller.
Además de sus logros en infraestructura y seguridad, Andrade impulsó una serie de iniciativas culturales que dejaron una huella perdurable en Lima.
Promovió la creación del Centro de Artes Visuales y el Centro de Artes Escénicas, fomentando las bienales de arte y los festivales de danza y teatro en la ciudad. Estas iniciativas colocaron a Lima en el mapa cultural de América Latina, atrayendo a artistas y visitantes de todo el mundo.
En el año 2000, Andrade se postuló a la presidencia de la República, pero su campaña fue perjudicada por una intensa campaña de desprestigio por parte del gobierno de Fujimori.
A pesar de obtener solo el 3% de los votos, Andrade continuó en la política, apoyando la candidatura de Alejandro Toledo y jugando un papel importante en la caída del régimen fujimorista.
Lo intentó otra vez
Tras la caída de Fujimori, Andrade volvió a postular a la alcaldía de Lima en 2002, proponiendo la implementación de un sistema de autobuses rápidos similar al Transmilenio de Bogotá. Sin embargo, fue derrotado por Luis Castañeda Lossio, quien más tarde adoptaría una versión del sistema de transporte propuesto por Andrade bajo el nombre de “Metropolitano”.
En 2006, Andrade fue elegido congresista de la República, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento en 2009. Durante su tiempo en el Congreso, trabajó en varias comisiones, destacándose en la Comisión de Defensa del Consumidor y la Comisión de Inteligencia.
Alberto Andrade falleció el 19 de junio de 2009 en Washington D.C. debido a una fibrosis pulmonar. Su legado perdura en las numerosas obras y proyectos que transformaron Lima y Miraflores, así como en el recuerdo de su enérgica y comprometida gestión. Su visión y dedicación cambiaron la cara de Lima, dejando un impacto duradero en la ciudad y sus habitantes.