Menem y Milei ante Estados Unidos, más diferencias que similitudes

La comparación entre las dos gestiones muestra contrastes claros en el vínculo con la principal potencia global

El presidente Javier Milei inauguró un busto de Carlos Menem en la Casa Rosada

En los últimos dos años, las comparaciones entre los gobiernos de Carlos Menem y Javier Milei respecto a su vínculo con Estados Unidos se han utilizado tanto en análisis serios como en debates políticos y clichés. A simple vista, ambos comparten una postura pro occidental y favorable al capitalismo, además de la presencia de familiares de Menem en cargos clave durante la gestión de Milei. Sin embargo, las diferencias resultan marcadas y centrales.

La primera y fundamental es el contraste entre la unipolaridad encabezada por los EEUU a partir de 1989 hasta bien entrada la primera década y media del siglo XXI. Dando lugar a partir de ese momento a una estructura de naturaleza bipolar entre los EEUU y China. Disputa hegemonía que nos acompañará en las décadas por venir, con impacto a escala global, y muy especialmente en Asia-Pacífico. Sumemos a ello, el aumento progresivo de una mayor compatibilidad económica y comercial entre Argentina y la superpotencia estadounidense.

En los últimos años, recursos estratégicos como gas, petróleo y litio ganan más y más fuerza. Sumándose paso a paso la minería de cobre, oro, uranio y el aprovechamiento de las zonas frías de la Patagonia para instalación de centros de producción de inteligencia artificial. También se debería poner la atención en un radical aumento de la importancia del Atlántico Sur y los pasos estratégicos de Drake en la puja abierta y clara entre Washington y Beijing por el control de los mares, o sea, el control de la globalización.

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Siempre hay que tener presente que el 95 por ciento del comercio mundial circula por los mares y un 90 por ciento de la transmisión de datos es por cables submarinos.

Durante la pasada unipolaridad americana, nadie estaba en condiciones de desafiar a la potencia vencedora de la Guerra Fría contra los soviéticos. Pero en los últimos años, el régimen chino ha logrado superar en número la cantidad de unidades navales de uso militar del Pentágono. No obstante, la Marina americana mantiene una clara ventaja en tonelaje total y 11 portaaviones nucleares contra ninguno de China.

Poniendo el foco en el plano doméstico, la afinidad en la retórica y estética conservadora popular de Milei y Trump parece claramente mayor a la que existía entre Bush padre y ni que decir con Clinton.

Otra variable no menor, es la fatiga que más de dos décadas de relato kirchnerista contra los EEUU y anti capitalista ha generado en amplios sectores de la sociedad argentina. El silencio kirchnerista frente a los sucesos en Venezuela y a las derrotas de la izquierda en Chile y Bolivia, son un claro ejemplo de ello.

La postura internacional de Brasil es otro condimento a sumar. Este país mantuvo cercanas y pragmáticas relaciones con los EEUU durante los sucesivos gobiernos de Collor, Cardoso y los dos primeros mandatos de Lula. Esta dinámica claramente ya no es la misma en su tercer período. Lo cual resulta una variable a aprovechar por parte de la política exterior de Milei vis a vis con Washington.

Luego de este breve y seguramente incompleto análisis, no cabe duda de que el punto de diferenciación más nítido es la postura actual de Washington: usar claras políticas de premios y castigos (palos y zanahorias). El respaldo firme y decidido a Milei en los meses previos a las elecciones legislativas de octubre de 2025, mediante un favorable acuerdo con el FMI en abril, un posterior swap por USD 20 mil millones y la intervención con USD 2.100 millones para fortalecer el peso argentino, lo ponen en evidencia.

El Departamento del Tesoro de Washington a lo largo de su historia solo intervino en tres ocasiones. Dos para apoyar al Euro y una vez al Yen. El retiro de visas a 8 jueces del Tribunal de Justicia de Brasil aliados a Lula y las presiones para moderar el acoso político judicial contra la derecha brasileña, se coloca como un caso intermedio.

Sin duda la competencia con China ha dado lugar a este cambio con respecto a la desidia y el desinterés del pasado. Nadie duda de la excelente química entre Menem y Bush padre, y luego con Clinton, pese a lo cual los apoyos económicos fueron muy limitados. Con algún aporte menor durante la crisis del Tequila de 1995. El mismo Menem no quiso o no logró avanzar con los reclamos de Washington sobre la zona de libre comercio hemisférica así como con la ley de patentes medicinales.

También vale recordar que Menem impulsó el Mercosur y el vínculo económico con Brasil, lo cual no necesariamente era del interés de EEUU.

En la actualidad Milei viene negociando un amplio acuerdo comercial con la superpotencia, a lo que se suma la decisión de cumplir con las patentes medicinales, y sus críticas abiertas a lo que se ha transformado el Mercosur en general y a la política exterior de Lula en particular.

En conclusión la relación Argentina-EEUU en el presente y futuro previsible parece orientada a tener mucho más sustancia y contenido que la vista en la década de los 90.

En otras palabras, este alineamiento con Washington viene con contrapartidas mucho más sustanciosas que las vistas en el pasado. Así como un interés y duración ampliamente mayor. Cabe recordar que a fines de 2001, la recién asumida administración de Bush hijo, no movió un dedo para ayudar a evitar el colapso político y económico de la Argentina. Sea en formas de zanahorias o palos, Washington parece encaminarse a buscar el recuperar y consolidar su poder en la región. Más allá de la pirotecnia verbal propia de Trump, todo indica que ello seguirá más allá de los cambios políticos e ideológicos en la Casa Blanca en las décadas por venir.

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