Venezuela: donde los desaparecidos gozan de buena salud

El régimen puede decir que está castigando a sus corruptos para hacer olvidar el molesto juicio que los líderes del régimen enfrentan en la Corte Penal Internacional

Compartir
Compartir articulo
Tareck El Aissami (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)
Tareck El Aissami (REUTERS/Leonardo Fernandez Viloria)

El Fiscal General de Venezuela Tarek William Saab no deja de sorprender al mundo con sus hallazgos. Luego de encontrar a María Corina Machado culpable de sedición y traición a la patria, ahora anuncia que ha logrado arrestar al ex vicepresidente y Zar Petrolero del régimen, Tareck El Aissami.

El Aissami renunció hace poco más de un año para desaparecer de la faz de la tierra. Ahora aparece súbitamente esposado y rodeado de agentes de seguridad. Claramente no estaba en escondite alguno porque está afeitado, con la cabellera limpia y el rostro sereno.

Y aun cuando la redención es posible aun en los seres más torcidos, no pensamos que el Fiscal General o el régimen de Venezuela hayan encontrado su epifanía y, por ende, estén tomando medidas para poner coto a la rampante corrupción que practican con gusto desde hace casi tres decenios. De allí que sea menester escudriñar la situación de la dolida Venezuela para formarse un criterio de lo que realmente ocurre.

Para comenzar, está claro que las sanciones iniciadas por la administración Obama y profundizadas por la administración Trump han logrado reducir el tamaño del botín Bolivariano en un 70%. Así, la situación del régimen ha pasado de comprometida a precaria. La organización del estado venezolano hoy se asemeja a la de cualquier pandilla delictiva en el mundo: se permite que los miembros de la estructura administrativa cometan ilícitos para cubrir sus sueldos y el funcionamiento del Estado gracias a una política económica que destruyó la creación de riqueza en el país. Comoquiera que no hay mucho que administrar, la tajada del león se la llevan (dentro del esquema de participación en ilícitos) los encargados del aparato represivo. Pero si la actividad económica se encoge cada día es más difícil financiar este elemento fundamental para el sostenimiento del régimen.

Cuando el mecanismo represivo pierde fuerza, el régimen se debilita y comienzan las querellas internas. Estas solo tienen dos desenlaces: el más probable es luchas internas por el poder donde se defenestra a los menos hábiles o más distraídos y se toman sus posesiones. Esto aplaca los ánimos por un tiempo. El segundo es una implosión popular que termine mandando a medio mundo a la guillotina como ocurrió en Francia en 1789.

Pero para el régimen también es fundamental ganar tiempo y crear situaciones que distraigan al mundo de la farsa electoral que está montando. La detención y juicio de El Aissami crean suficiente circo como para ocupar a toda la prensa internacional del asunto y que deje de indagar sobre las razones que impiden que la doctora Corina Yoris haya podido inscribir su candidatura.

Y finalmente, pero no menos importante, está el contexto geopolítico internacional. A lo largo de la duración del régimen que oprime a Venezuela, dos actores extracontinentales han ganado poder político: Rusia e Irán. El Aissami es una ficha muy valiosa para Irán porque ha facilitado sus operaciones en América Latina. De allí que probablemente Irán haya intervenido para la liberación de El Aissami, quien claramente estaba en Venezuela, muy probablemente detenido.

De cara al mundo, el régimen puede decir que está castigando a sus corruptos y que intenta lavarse el rostro en los organismos multilaterales para hacer olvidar el molesto juicio que los líderes del régimen enfrentan en la Corte Penal Internacional.