La nueva fase de antagonismo entre la India y China

Nueva Delhi desafía la expansión del poder de Beijing, incluso con más énfasis que Washington

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El presidente chino y su par de la India en Sudáfrica - REUTERS/Mike Hutchings/File Photo
El presidente chino y su par de la India en Sudáfrica - REUTERS/Mike Hutchings/File Photo

Los equilibrios geoestratégicos del siglo XXI parecen entrar en convulsión. Goldman Sachs anticipa esa metamorfosis al señalar que China estaría en condiciones de superar el PBI de Estados Unidos para 2030 y que India seguiría esa tendencia dos décadas después. Morgan Stanley vaticina que la India se convertirá en la tercera economía y en el mercado de valores más grande del mundo en el 2027. Las predicciones de las entidades financieras, mostrarían que ha surgido un contrapeso de poder en el escenario internacional que podría alterar el mundo bipolar que, en ocasiones, pretenden conservar Washington y Beijing.

También dejarían al descubierto que un orden internacional sinocéntrico para fin de siglo, no sería una perspectiva geopolítica tan indiscutida. El paulatino ascenso de India como superpotencia lo pone de relieve al convertirse en un obstáculo para la intención de China de ampliar su hegemonía regional y en la aspiración de convertirse en la primera potencia mundial. Nueva Delhi se encuentra desafiando la expansión de poder de Beijing con un énfasis como no lo ha hecho Washington. El pulso de esa rivalidad estaría remodelando la geopolítica de Asia y de la región del Índico Pacífico a punto que los países que podrían quedar atrapados en la Trampa de Tucidides pueden no ser inexorablemente Estados Unidos y China.

Las suspicacias entre China e India sobrepasan la alianza estratégica entre China y Pakistán o la guerra de 1962. Estaría demostrando una nueva fase de antagonismo con aspiraciones estratégicas abiertas. Ambos se preparan para un eventual conflicto y no solo en las alturas del Himalaya y otros puntos de los 3400 kilómetros de frontera. La acumulación naval y la red de instalaciones militares y comerciales de China en el Índico estarían también estimulando una carrera de armamentos que incluye el campo misilístico y el arsenal nuclear. La diplomacia no ha podido reducir la brecha de desconfianza.

Incluso en el marco de los BRICS las diferencias entre India y China son indisimulables. Un ejemplo ha sido la resistencia a la reciente ampliación del bloque por temor a que nuevos miembros altere el equilibrio a favor de China. Hasta ahora, India había encontrado en Brasil y Sudáfrica un cierto balance diplomático pragmático. La India tenía similares expectativas con la incorporación de Argentina. Para Nueva Delhi un eje BRICS, por ejemplo, con Brasil, Indonesia y Argentina podría impulsar una agenda más inclinada a occidente en cuestiones globales, la defensa de valores democráticos o en lo que hace a temas relativos a la reforma del sistema de las Naciones Unidas, la conectividad digital y, entre otros, la seguridad alimentaria.

El alcance de China e India como potencias globales dependerán principalmente de acontecimientos internos incluyendo la demografía. India supera en población a China con la ventaja de contar con una media de 28 años. En contraste, el envejecimiento de la población China podría tener consecuencias económicas y militares diversas. También en el campo social la autocracia china puede plantear más riesgos de estabilidad que la turbulenta democracia india. De hecho el presupuesto de seguridad interior de China es el más alto del mundo y supera con creces el importante gasto militar de sus fuerzas armadas.

La ausencia del Presidente Xi Jinping en la Cumbre del G20 en Nueva Delhi, a pocas semanas de la Cumbre de los BRIC en Sudáfrica, pone de relieve el grado de tensión e incomodidades bilaterales. El principal reto diplomático para el mundo reside en que se mantenga el equilibrio de poder entre Beijing y Nueva Delhi y se evite, mientras las dos economías sigan creciendo, una escalada de rivalidades de suma cero.

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