La necesidad de una economía basada en la ciencia

Desafiar ideologías y dogmas podría contribuir en el desarrollo futuro de la Argentina

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En el campo del futuro, la ciencia y la inteligencia artificial convergen para crear maquinaria agrícola autónoma. Una visión que redefine la agricultura, transformando la tecnología en un aliado esencial para la productividad. (Imagen Ilustrativa Infobae)
En el campo del futuro, la ciencia y la inteligencia artificial convergen para crear maquinaria agrícola autónoma. Una visión que redefine la agricultura, transformando la tecnología en un aliado esencial para la productividad. (Imagen Ilustrativa Infobae)

En los últimos 35 años con la entronización de la figura del economista político en Argentina hemos escuchado infinidad de veces acerca de las escuelas económicas, pero rara vez de la existencia de éstas en otras ciencias. La razón es que en la ciencia el conocimiento debe ser acumulativo, se construye sobre el consenso científico previo.

Durante siglos, se pensó que la gravedad era una fuerza. Desde Einstein sabemos que la gravedad es una distorsión del tiempo y el espacio. Los físicos no adhieren a la escuela “Newtoniana” para seguir sosteniendo que la gravedad es sólo una fuerza.

Por el contrario, las escuelas económicas desde las que se desprenden el Liberalismo, Neoliberalismo, Marxismo, Keynesianismo, entre otras, son un conjunto de creencias y prácticas cargadas de ideología y dogmas, apoyándose en postulados y teorías que rara vez han sido probadas empíricamente, o peor aún, que contradicen a la Biología y a la Física.

En la Economía se repiten como dogmas postulados y teorías que se han probado como no ciertos, como la idea de que las personas somos por naturaleza competitivas e individualistas; como la Teoría de la competencia perfecta, la auto-regulación del Libre Mercado, la Teoría del Valor-Trabajo o el Determinismo Histórico.

Esta crítica es de larga data, empezando por Veblen y Schumpeter hace más de 120 años, continuando con dos de los filósofos de la ciencia más importantes de nuestra era, Mario Bunge y Nancy Cartwright, físico y matemática correspondientemente. Cartwright, fundadora del Centro para la Filosofía de las Ciencias Naturales y Sociales de la London School of Economics and Political Science, sostiene que los modelos económicos dominantes tienden a ser irrelevantes, debido a su excesiva idealización y falta de aplicabilidad en el mundo real.

Así las escuelas económicas corren el riesgo constante de convertirse en herramientas que apoyadas en la ciencia sirvan a los intereses ideológicos políticos. Todo esto sería anecdótico, o en todo caso una aburrida discusión intelectual, si no estuviera de por medio el desarrollo de las naciones.

Lamentablemente, estas corrientes ideológicas de la economía tienen un fuerte impacto en la construcción de política pública económica y social. En contraste, la elaboración de políticas públicas basada en evidencia científica es un proceso en el cual se recurre a datos y pruebas disponibles derivadas de investigaciones, antes de decidir la planificación e implementación de éstas. Es decir, se recurre al método científico, no a la ideología reinante, para tratar de establecer que puede funcionar mejor para la población.

El objetivo es preparar a los gobiernos para enfrentar desafíos complejos. Países como Reino Unido, Canadá, Australia o Nueva Zelanda, han ido dejando el pensamiento ideológico en favor de la construcción de política pública basada en ciencia, es común encontrar asesores científicos que trabajan dentro de sus gobiernos.

Suecia establece comisiones de investigación científica para abordar asuntos relevantes. Noruega crea comisiones externas para estudiar los principales problemas de política pública. La Comisión Europea tiene el Joint Research Centre, cuya función es proveer evidencia científica en política pública al Parlamento Europeo.

En Latinoamérica estamos lejos de estas experiencias. En Argentina con la alternancia democrática termina un período de enorme carga ideológica socioeconómica. Sin prejuicio sobre la honestidad e intenciones de sacar al país de su persistente crisis, la nueva administración no está exenta de la suya propia.

No preocupa tanto el hecho de que el líder de un espacio político manifieste su carga ideológica, el propósito de ésta no es explicar el mundo que nos rodea, sino movilizar masas. Sin embargo, muy refrescante sería que quien encabece el Ministerio de Economía deje de lado cualquier creencia o adherencia a escuelas y ponga las Ciencias Económicas al servicio del progreso social, como se espera de cualquier otra ciencia. Demasiado tiempo la Economía ha estado al servicio de los intereses ideológicos.

El desafío de la política argentina, de sus ciudadanos, y de sus académicos, es apartarse del pensamiento ideológico y caminar hacia las respuestas que la ciencia puede ofrecer. Si hay algo que nos falta probar, es el uso de la ciencia para tratar de resolver nuestros problemas económicos y sociales.

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