Una carta básica de navegación: notas sobre la futura política exterior argentina

El país tuvo sucesivos ciclos de inserción internacional, usando distintos criterios, en varios espacios geográficos, con cambiantes sistemas de creencias y desiguales niveles de coherencia

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Diana Mondino, futura canciller argentina (Nicolás Stulberg)
Diana Mondino, futura canciller argentina (Nicolás Stulberg)

Ante el inicio de un nuevo gobierno, este artículo conjetura los lineamientos de la futura política exterior argentina (PEA). Para tal fin, historiza el pasado reciente y propone –tras entrevistar a personalidades de distintos ámbitos- una serie de consensos básicos. Finalmente, se hacen algunas sugerencias desde una perspectiva personal.

La PEA atravesó sucesivos ciclos de inserción internacional, usando distintos criterios, en varios espacios geográficos, con cambiantes sistemas de creencias y desiguales niveles de coherencia.

En esas estrategias nuestro país fue influido tanto por factores externos (sistémicos y bilaterales) como por factores internos (la política doméstica, las FFAA, la crisis económica) que han condicionado la toma de decisión, generando constantes y rupturas.

Con la llegada de la democracia, tuvo lugar el tránsito del segundo al tercer ciclo (1983-1989), que mantuvo algunas tradiciones y compartió las premisas dominantes de inserción argentina en el mundo: acentuar la cooperación con América Latina, mostrar coincidencias esenciales así como diferencias programáticas con Washington (Russell, 1996).

El tercer ciclo (1989-2001) tuvo un contexto internacional diferente, con el fin de la guerra fría y el auge indiscutido de los Estados Unidos y de Occidente en el escenario internacional, así como la extensión de la democracia hacia nuevas geografías. El –así denominado- giro copernicano de la política exterior argentina durante el menemismo fue inusitado, coherente y persistente.

Con un estilo sobrio, la diplomacia del breve gobierno de la Alianza conservó esos lineamientos en materia de inserción internacional. La estrategia diplomática de los tres gobiernos kirchneristas mantuvo algunas características del tercer ciclo. Sin embargo, hubo una marcada diferencia de estilo diplomático, con gestos de rebeldía inconducente, en pleno auge del híper-presidencialismo diplomático regional (Russell y Toklatián, 2010).

El gobierno de Mauricio Macri marcó una ruptura, bajo lineamientos de pragmatismo y desideologización (Mazzina, 2018), buscando una relación especial con los EEUU y Occidente, con énfasis en la diplomacia comercial y un relacionamiento global ordenado a partir de nítidos círculos concéntricos (Russell y Toklatián, 2017). El gobierno de Alberto Fernández mostró similitudes a las administraciones kirchneristas, mostrando un dinamismo pragmático (Russo, 2022), con un marcado acercamiento a China y Rusia, así como controvertidas alianzas internacionales.

La futura política exterior

Ante la inminencia de un nuevo gobierno, buscamos prefigurar algunos lineamientos de una futura PEA considerando no sólo diferentes diagnósticos sobre la realidad local y global, sino también atendiendo a los recursos con que se cuenta para la inserción internacional, incluyendo la dimensión de algunos asuntos prácticos, de modo de tener un panorama no sólo especulativo sino realista de cómo enfrentar los desafíos presentes y futuros.

La propuesta busca determinar las principales variables del escenario internacional con que deberá enfrentarse nuestro país, así como pensar la estrategia nacional de inserción ante dicho escenario. Con dicho objetivo, se llevaron a cabo un ciclo de entrevistas a un grupo de académicos, diplomáticos y políticos vinculados con la PEA, de modo de combinar perspectivas teóricas con experiencias prácticas.

Sobre la futura estrategia internacional

Luego de varios procesos, la PEA parece entrar en una coda del tercer ciclo de inserción internacional. En esa etapa podría tener un fuerte sesgo de moderación y pragmatismo, procurando una versión cauta de la autonomía relacional (Russell y Toklatián, 2001), evitando desafíos inconducentes.

La futura PEA debería diseñarse considerando que las sucesivas crisis internas han generado una creciente irrelevancia internacional, consciente de la naturaleza interméstica de la diplomacia argentina (manifiesta en la pugnacidad local de la agenda externa) y ajustando su foco a una serie de objetivos específicos.

Así, la futura diplomacia argentina debería pensarse como una política pública que cuente con las siguientes características:

Tener como prioridad absoluta la agenda de desarrollo, con foco en la reducción de la pobreza y la disminución de la inequidad social, utilizando las oportunidades que brinda el escenario internacional. Todo otro asunto debe estar subordinado a esa prioridad.

Procurar objetivos de eficiencia social paretiana (Sen, 2003), considerando los recursos materiales y simbólicos con que cuenta nuestro país, los objetivos de la PEA y el proceso de irrelevancia internacional iniciado en 1975. Dado los escasos recursos y los múltiples desafíos, se propone una solución práctica a la optimización multiobjetiva, disminuyendo el número de vectores que intervienen sobre la agenda externa.

La simplificación de la frontera paretiana, manteniendo el foco en un menor número de asuntos, podría mejorar la performance de la diplomacia argentina, tanto en la asignación eficiente de recursos como en la flexibilidad estratégica ante cambios en los condicionantes sistémicos.

El reclamo por la disputa de soberanía en torno a la Cuestión Malvinas debe mantenerse, pero en el marco de una mirada integral sobre el Atlántico Sur.

Para la selección de futuros diplomáticos deberían considerarse distintas variables, pero el mérito académico seguirá ofreciendo parámetros objetivos de competencia.

La identidad político-cultural de un país es relevante (Merke, 2013) para la política exterior. Argentina es un país occidental, por lo que su política exterior debe procurar el respeto por las libertades civiles y políticas, el estado de derecho, la convivencia étnico-religiosa y el pluralismo ideológico.

Argentina es un país periférico, inserto geográfica y culturalmente en América Latina, por lo que su vinculación al mundo debería contemplar la región. Como país subdesarrollado debería bregar por los principios del comercio internacional libre y justo impulsado por la OMC.

Nuestro país deberá estar atento a los procesos y liderazgos generados en el sur global teniendo en consideración, al mismo tiempo, su condición de miembro del G-20. El mismo criterio de equilibrio podría conducir a una estrategia de inserción múltiple que evite involucrarse ante la disputa hegemónica entre los EEUU y China, valorando ventajas según la agenda y temática, sin perder su identidad occidental.