17 de Octubre: revisar la memoria común para reencontrar el futuro colectivo

En los pueblos que crecen y se realizan se suelen enriquecer las miradas hacia su propia historia. Por el contrario, durante los períodos de crisis, la mediocridad se ocupa de buscar culpables

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Trabajadores rumbo a la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945

Es hoy un recuerdo borroso. Como hecho histórico, merecería que intentemos recuperarlo. Somos parte de una sociedad aluvional y aquel 17 de octubre, nuestro crisol de razas se hizo uno, se volvió conciencia colectiva en la expresión de los humildes, en la rebeldía de los trabajadores.

En nuestra historia de pueblo joven no abundan los hechos trascendentes. Recuperarlos es sin duda, la única manera de reencontrarnos. La historia tiene acontecimientos que la explicación racional no agota. Perón tuvo vigencia en tiempos donde todavía los economistas coloniales no se habían dedicado a asesinar las utopías.

Aquel día, salieron todos sin que nadie los convoque. Imparables. Levantar los puentes, en lugar de detenerlos, los desafiaba. Y la historia nacía con grieta. Aquella frase atroz que los calificó de “aluvión zoológico” marca la limitación mental de los que se creen superiores y despreciaban a los humildes. También estaban los intelectuales para interpretar como aquel “es el sustrato de la patria sublevada” que expresaría el genio de Raúl Scalabrini Ortiz. Como expresión del más digno patriotismo fue capaz de contener una amplia diversidad ideológica, en rigor abarcó todas aquellas visiones que se enfrentaban con los intereses extranjeros. La dimensión de aquel proyecto se vuelve imposible de reconocer en la pequeñez de sus falsos herederos.

Fue un punto de inflexión en la historia y ya nadie lo duda. Se pueden debatir matices, diversas interpretaciones, pero negarlo es imposible.

Con Yrigoyen había nacido el derecho al voto, la democracia. En aquel 17 de octubre, esa libertad se completa al otorgarle la dignidad a los humildes. Nunca olvido un trabajador que me dijo: “Sespués de Perón y Evita, no tuve que bajar nunca más la vista frente al policía y el patrón”.

Es hoy un recuerdo borroso y demasiado deformado para poder recuperar su esencia. Su ciclo culmina con la muerte de su gestor. Luego, solo se impusieron los diferentes modos en que se le dio uso. La izquierda y la derecha solo fueron importantes cuando lograron usurpar su nombre, la derecha se volvió menemista y la izquierda kirchnerista, dos distorsiones sin destino. Perón vino a pacificar y a consolidar el Estado. Los infiltrados en su causa deformarán su legado, Menem destruyendo el Estado, Kirchner enfrentándonos sin sentido.

Los pueblos pueden resignificar su pasado, pero no negarlo. Después de aquel hito ya nada sería igual. Ni siquiera los que lo derrocan se atrevieron a cuestionar y alterar sus logros esenciales. La distorsión de sus aportes ha llegado al absurdo de ser acusado por sus virtudes. Fue el partido del trabajo. Su líder murió sin dar un solo subsidio, sin embargo resulta difícil enfrentar las culposas versiones logradas por sus herederos apócrifos.

En los pueblos que crecen y se realizan se suelen enriquecer las miradas hacia su propia historia. Por el contrario, durante los períodos de crisis, la mediocridad se ocupa de buscar culpables. Duele sentir que las verdades del peronismo se extraviaron en el uso de sus falsos sucesores mientras que, del otro lado, los antiperonistas mantienen su rencor inalterable. Si no fuera por sus odiadores hace tiempo se hubiera disuelto en el accionar de sus aparentes seguidores.

Aquella grieta entre Scalabrini Ortiz y Sammartino merece ser superada. Ni sus supuestos seguidores reivindican aquella memoria, ni sus enemigos tienen clara la raíz de sus rencores. Recordemos la fuerza del renacimiento de la industria y la clase obrera enfocada en la vitalidad del patriotismo, dos logros que entre golpistas y falsos herederos se ocuparon en destruir.

La historia no suele forjar casualidades, crecimos como país hasta la muerte de aquel líder, desde ese día solo crecen la deuda y la miseria. Su vigencia acompañó nuestro desarrollo industrial junto a una sostenida integración social pero también en su nombre justificaron la destrucción de aquellos logros. Algo debemos revisar de la memoria común para reencontrar el futuro colectivo, aquel que el General y su pueblo nos supieron indicar. En rigor, la única síntesis posible es conformar el Post Peronismo, un lugar donde ni los unos ni los otros intenten imponer su pedazo de verdad y la limitación de su sectarismo.

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