Apuntes sobre el sentido común

Estatismo e iniciativa privada pueden convivir, lo hacen en todo el mundo libre, solo que cada quien necesita un equilibrio entre ambos mundos y nosotros no lo logramos todavía

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José Ignacio Rucci
José Ignacio Rucci

“Argentinos, a las cosas” Jose Ortega y Gasset (1939)

“La revolución peronista tiene como objetivo fundamental el respeto a la dignidad humana. Punto segundo: que el capital cumpla una función social” - José Ignacio Rucci

Un nuevo aniversario del asesinato de José Rucci, todavía sus asesinos nos deben el arrepentimiento. Un intento absurdo de modificar la Corte, otra prueba de lo poco que le importan al Gobierno los problemas de la sociedad. El Presidente pidió por los gobiernos dictatoriales de Cuba y Venezuela pero olvidó hacerlo por los verdaderos oprimidos que son sus pueblos, privados de libertad e impulsados al exilio. La entrevista de Luis Novaresio a Andrés Malamud fue excepcional, muestra que fuera de la trinchera se puede reflexionar con talento y sin agresión y que la política existe, solo que muy pocos la conocen. Habitamos en una sociedad donde demasiados funcionarios se enriquecen o sobreviven provocando el colectivismo socialista y los sobrevivientes que producen riqueza están sometidos al más duro capitalismo. Plenitud de absurdos.

Quien tiene dinero, siempre extranjero, no encuentra inversiones rentables, termina ocultándolo o sacándolo del país. Quien necesita dinero para producir riquezas no encuentra donde solicitarlo. El sistema, económico y bancario, no logró armonizar esta mutua necesidad, hubo tiempo de indexaciones, luego trampas sobre las mismas y finalmente impotencia de descerebrados. Hicieron una ley de alquileres -espacio donde dueño e inquilino generan su propio acuerdo-, que fue peor que la misma selva. Es un punto clave del capitalismo, si alquilar no es rentable no habrá inversiones ni oferta, la defensa del inquilino no puede ir en contra del inversor, de lo contrario termina invirtiendo en Miami como ya demasiados lo han hecho. Y las usurpaciones, donde el delito se impone al derecho ciudadano y la justicia ni intenta involucrarse, agregan un daño injustificable.

Los chinos asombran a la humanidad a partir de combinar la vitalidad de la libre competencia en sus ciudadanos con el talento absoluto de un Estado centralizado. Nosotros hacemos lo mismo, pero al revés y perseguimos al esforzado productor y desligamos al gobierno de la responsabilidad de incitar y ayudar la iniciativa privada. Es ridículo imaginar que el Estado debe dejar libre a los intereses privados, olvidamos que ellos terminan deglutiéndose a sí mismos. La concentración de la riqueza, eso que llaman “monopolio” fue limitado en los países capitalistas de verdad, y se fue imponiendo en las economías dependientes. Cuando las naciones son más fuertes que los capitales, los pueblos viven las mejorías. Pero cuando la situación se invierte, como en nuestro caso, pierden tanto el capital como la sociedad.

Sin proyecto no hay destino, la decisión es política con consecuencias económicas y no al revés, donde los resultados son catastróficos. Para los que vimos y vivimos la decadencia de nuestra sociedad, no pueden existir dudas de cuál es el inicio de esta caída. Hablamos de un acuerdo, lo tuvimos para el “pacto de Olivos” y reformaron la Constitución resolviendo más problemas de la burocracia que de los mismos ciudadanos.

Hay desavenencias entre nosotros que son esencialmente ideológicas. Estoy convencido que estatismo e iniciativa privada pueden convivir, lo hacen en todo el mundo libre, solo que cada quien necesita un equilibrio entre ambos mundos y nosotros no lo logramos todavía. Convertimos dos instrumentos, estatal o privado en dogmas de fe, algunos se dicen liberales y otros estatistas como si esos términos pudieran existir uno sin el otro. El estatismo en nuestra realidad, es el hijo predilecto del privatismo. Expulsaban millares para privatizar, achicaban ingresos del Estado para multiplicar contratados, daño infinitamente más destructivo que el que intentaban minimizar. Privado es aquello que se construye con una inversión sin embargo, privatizar lo que se hizo con dinero de todos no es ahorrar, es sólo robar. Necesitamos que construyan rutas, no que instalen casillas de peajes en las que ya están hechas. Promueven una “Ley de Humedales”, hay que avisarles que proteger no es lo mismo que abandonar, los pajonales se incendian, a veces por culpas humanas, otras simplemente por efecto de las sequías prolongadas. La búsqueda del culpable, con frases irracionales tales como “la extensión de la frontera agropecuaria”, suena absurdo. Muchas de esas tierras fueron trabajadas en el pasado y abandonada, ningún propietario o inversor tendría que incendiar, solo algunos pequeños ganaderos que buscan pastos tiernos. Asombra la necesidad de demonizar al productor como si fuera dañino para el medioambiente. Alguno soñará con la protección del abandono, sin asumir que el hombre necesita imponerle normas a la naturaleza.

Nacen fascismos varios, feminismos, veganos, ateos adoradores del “riquismo”, todos camuflados en combatir lo que se ocupan de desarrollar. Despreciar la opinión o el pensamiento del otro, es no asumir que la división, la “grieta” no es política sino social, que es transversal. En cuarenta y seis años expulsamos de la sociedad a la mitad de la población. Es hora de tomar nota.

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